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«Really, Jeremy?» O la nauseabunda equidistancia del progresismo entre Rusia y Ucrania

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A la ciudad sureña de Odesa, a 140 kilómetros de la presa de Jakovka, han comenzado a llegar tejados, sofás, casas enteras, animales vivos y muertos y minas. Todos arrastrados por la descomunal riada generada por la voladura de una de las mayores infraestructuras hidráulicas de Ucrania, que proporcionaba electricidad a tres millones de personas. El embalse estaba situado en territorio controlado por Rusia desde hace diez meses.

El ‘debate’ sobre la autoría

Uno de los aspectos más sorprendentes del suceso, ocurrido en el 79 aniversario del desembarco aliado en Normandía y coincidente, hasta donde se sabe, con el comienzo de la contraofensiva ucraniana, es el de las dudas sobre la autoría del desastre humano, ecológico y económico. Una singular prudencia ha guiado a la gran mayoría de los medios occidentales, inicialmente abonados a la comodidad de la acusación mutua entre Kiev y Moscú. «Puede que nunca sepamos quién destruyó la presa de Jakovka», concluyó el director del canal internacional de BBC News, Jeremy Bowen. Para escándalo de espectadores como el funcionario británico jubilado Cormac Smith. «¿En serio, Jeremy? ¿De verdad, BBC?», se preguntaba en Twitter completamente incrédulo.

Edward Murrow, el periodista al que George Clooney reivindicó en la película ‘Buenas noches y buena suerte’, resulta útil en circunstancias como esta: «Me niego a admitir que haya siempre dos puntos de vista equivalentes en todas las noticias». Rusia estaba en poder de la presa y disponía de los medios para destruirla. Y la historia de crímenes de guerra de Vladímir Putin no comienza ahora.

La propia propaganda sostiene en las televisiones de Putin la autoría rusa y anima a volar ahora la presa que abastece a Kiev. Expertos ucranianos explican que antes de destruir la instalación, los ocupantes rusos elevaron el nivel del agua embalsada hasta un récord de 17,5 metros, en un supuesto intento de perjudicar el lanzamiento de la contraofensiva. Según el presidente Zelenski, la presa estaba minada por los invasores y era imposible destruirla «desde fuera».

«Rusia, ¿qué haces?»

Las consecuencias de la desaparición de la presa y de la riada constituyen una tragedia, otra, para Ucrania. El sur del país y la Crimea ocupada pierden el suministro de agua potable quizá para una década. Algunas de las tierras más fértiles del país se quedan sin riego o resultarán anegadas, con el consiguiente daño ecológico, la huida de la población y la repercusión mundial de la pérdida de cultivos y exportación de alimentos.

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La central nuclear de Zaporiyia, controlada desde hace meses por los invasores, obtenía de Jakovka el agua para su refrigeración. La Organización Internacional de la Energía Atómica explica que los seis reactores están desconectados y fríos, que casi no necesitan agua (aunque alguna sí) y que no hay «riesgo serio» de accidente nuclear.

Las imágenes de las zonas inundadas son dramáticas. Rescatistas ucranianos con medios precarios se aventuran en una inundación que alcanza la altura del tendido eléctrico para salvar a mayores y niños atrapados en casas anegadas. «¿Rusia, qué haces con esta gente indefensa?», clama un jubilado superviviente entre lágrimas. Abundan las escenas desesperadas para recuperar animales domésticos en las que los civiles se juegan la vida, por el peligro de una riada que arrastra campos de minas y por los disparos y bombardeos de los rusos.

Ucrania se siente sola

El propio Volodímir Zelenski se ha quejado estos días de falta de ayuda por parte de gobiernos y organizaciones internacionales. Llegan declaraciones de condena de tono más bien retórico, en las que se percibe un cierto cansancio por la prolongación de una guerra que, en su última etapa, dura ya 471 días. La repercusión de la inundación en la contraofensiva ucraniana es difícil de precisar. Expertos occidentales explican que, para Kiev, cruzar el río Dniéper siempre fue arriesgado. Y que el desastre complica también las operaciones de los rusos. Algunos se preguntan si Putin estará renunciando al objetivo de dominar Ucrania y ahora se conforma con destruirla.

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