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Racismo y antirracismo

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B.D.- Mi gata rechaza acoplarse con perros, el manzano de mi jardin se niega a dar plátanos, mis geranios no se cruzan con las hortensias de mi vecino. Sin embargo estas uniones podrían ser benéficas. ¿Os imaginaís un gatiperro, o un manzlátano o unas geratensias? ¡Una maravilla inédita! ¿Por qué la naturaleza no lo permite? ¿Por qué mi pobre manzano se conforma con sus miserables manzanitas iguales a si mismas año tras año, en lugar de aceptar el soberbio polen de otras especies? ¿Por qué si me injertan un riñón mi organismo lo rechaza a menos que el órgano injertado sea el de mi hermano, y además tengo que tomar medicamentos el resto de mi vida para tolerarlo mejor? ¿Por qué un ejército de anticuerpos viene a combatir el órgano extraño que podría salvarme? ¿La naturaleza es idiota o es simplemente prudente?

El rechazo del “Otro”, de los otros, de los demás, de lo extraño, parece ser la ley universal. Desconfiamos de los desconocidos, solamente abrazamos a nuestros parientes y amigos, deseamos que nuestras hijas se casen con blancos, queremos vivir entre los de nuestro grupo… Y cuando los extranjeros se instalan en nuestras ciudades, ellos también prefieren estar entre sus semejantes y se agrupan en los mismo barrios. Está claro que están más interesados por nuestro territorio que por nuestros genes.

Pero nosotros, en cambio, para tolerarlos estamos obligados, como cuando se nos hace un transplante, a tomar cada día nuestra dosis cotidiana de propaganda antirechazo.

El antirracismo es antinatural, el racismo es lo natural. Es lo que nos marca la naturaleza y el instinto. Es una simple medida de seguridad destinada a preservar la vida y la singularidad de las especies, que han necesitado muchas generaciones para formarse con sus características únicas. Para que depongamos toda actitud de prudencia y toda medida de defensa, los enemigos de la diversidad, disfrazados cínicamente de defensores de la diversidad (de aquello mismo que quieren destruir), pretenden hacernos bajar la guardia y que consideremos los naturales instintos que llevamos en nuestro genes como un mecanismo de protección, una aberración y un crimen.

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No debemos caer en esa trampa. Si lo hicieramos cometeríamos un error definitivo, pues hay errores de los que uno no se recupera, hay caídas de las que uno nunca se levanta. Es por ello que nuestros enemigos intentan con todas las mentiras posibles y su enorme poder hacernos caer en esa trampa: para acabar con nosotros sin que nunca tengamos la posibilidad de recuperarnos.

El antirracismo es el mayor crimen de nuestra época. Es un arma de exterminación de la raza blanca. No debemos tener ningún complejo en declararnos enemigos de este falaz antirracismo, pues el antirracismo es la hipócrita cara de la muerte, el asesinato de la humanidad blanca, un arma de destrucción masiva de los pueblos blancos y sólo de ellos.

Hay un genocidio en marcha, tanto más horrible cuanto que es llevado a cabo por los que detienen la mayor cantidad de poder acumulado en toda la historia de la humanidad y por lo tanto cuentan con los medios para llevar a cabo su monstruoso proyecto ante la pasividad y hasta la aceptación de las víctimas que ni siquiera se imaginan el destino que les tienen reservado.

Ver video: “Los países blancos para todos”

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