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Puritanismo y yo

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Nuestra sociedad es cada vez más puritana.
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J. L. Rodríguez García.- No me cabe duda alguna de que el crecimiento del movimiento que abanderó Tarana Burke es uno de los fenómenos sociales y políticos que ha convulsionado nuestras vidas cotidianas. Los secretos salían a la luz. Todo el mundo sabía que Harvey Weinstein era un animal indómito. Todas a lo que parece… Pero lo inquietante es que se desatara un maremoto puritanista que nos afecta. Había que dilapidar a Nietzsche, enviar al cajón de los recuerdos a Nabokov, oíamos, lapidar a Allen y tachar fragmentos discutibles del cervantino Quijote… Pero algunas sombras me inquietan porque nadie ha tenido la gallardía de opinar sobre la grandiosa Argento, la muy profesional Ronell o de sugerir que nuestro inestimable Picasso era un desatado y agresivo donjuán.

Y lo sorprendente es lo que llamaría ‘masculinización del puritanismo’, como si sucediera que son los sujetos masculinos los factores de este desastre social que vivimos. Quiero recordar una antigua escena: Instituto Molière a mediados de junio de 1943, París. Un grupo de profesores analiza una denuncia. Una alumna menor de edad refiere que ha sido seducida por una profesora a la que admiraba. Todo es lamentablemente cierto. Se intenta ocultar el asunto. La alumna, ya madura, relataría su tormento en un libro que estremece.

¿No se puede hablar de todo? No acierto a entender la condena agresiva de la masculinización. Nuestra sociedad es cada vez más puritana. Cada vez más imbécilmente puritana y selectiva.

J. L. Rodríguez García es catedrático de Filosofía en la Universidad de Zaragoza

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