Opinión

Pueblo soberano, sí, soberano y mucho

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Alguien está ninguneando a 400.000 miembros del pueblo soberano español en Andalucía. Del pueblo soberano emanan –como gotas de rocío- la soberanía que presta a quién le place y mientras le peta –no necesariamente a Alfonso Alonso- y los cuartos que pone a disposición de muchos depredadores sin fondo, tendentes a malversar.

¿Quién tiene el abolengo, prestigio o categoría especial para hacer esto del ninguneo, y para interpretarles según le parece? ¿No son soberanos acaso porque no parecen marxistas o separatistas? ¿Son fascistas por ser y sentirse españoles y constitucionalistas cristianos? ¿Es más constitucional acaso el antisistemísmo marxista o el separatismo vasco o catalán sobre lo que nadie se pronuncia abiertamente en el PP, ni en Ciudadanos, llamando a las cosas por su nombre? ¿Es más constitucionalista y español y menos seminarista el denominado Juan Marín, el relojero que asistía al PSOE y se daba besicos con los podemitas?

No veo a nadie con esa entidad, a nadie, repito, y mira que miro. Leo, oigo y escucho…

Hay un distanciamiento enorme de los arúspices de siempre que intentan desentrañar entrañas precipitados para aventurar hipótesis que emiten con una certeza ridícula, haciendo cábalas y pronósticos sobre los españoles y sus gustos.

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Gentes a los que yo respetaba y que ya no lo hago, sencillamente porque no tienen idea de lo que significa esa soberanía sumada de cuatrocientos mil españoles y no le profesan el respeto que se merece. Así de claro. No tienen ni puta idea esos enanos alicortos que tienen –y algunos lo saben- el condumio en peligro de extinción y entran en pánico.

¿Escuchan? No, no escuchan a nadie. Les tienen –ciertos personajes que sospechábamos- de sus partes, como a moruecos verriondos y berrean estupideces, sin advertir lo que se les viene encima cual bola de nieve por las bonitas pistas de Candanchú con nieve. Tras años de tragar meconio hasta ponérsele cara de meconio, que es lo peor, el tigre se despereza y no le ven.

De críos cantábamos en las monjas, además de aquello de Tomad Virgen pura, lo de: … Despertóse el león de la España imperial…

¿Dónde están posicionados estos pobres menesterosos, a los que Macron y Valls –sumidos en sus fracasos estrepitosos- tienen los santos cojones de decirles lo que es y lo que no es?

Que lo haga el Ferreras, el Gabilondo -instalados en la ortodoxia marxista- y el diabólico muñeco Piqueras de la cinco debidamente mentalizados con money como si nada, bueno, estaría dentro de la tabla de este reparto que hay que revertir, y cuanto antes mejor, sacando a concurso lo que se debe para terminar con la dictadura antifranquista de pega, que nos hace dudar de que ganase la guerra por goleada, cuando lo fetén era la república bolchevique y carnicera.

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Llevamos demasiado tiempo retorciendo lo irretorcible, hasta casi perder el concepto del gris, de lo que es constitucional y de lo que son los números, y eso no puede ser, y ha tocado a su fin por la tercera ley de Newton, como nos recuerda Iñaki, el hermano del frailuno feroz, la de la acción y la reacción que ahora se corresponde con una vuelta a los valores españoles de siempre… y eso no hay quién lo pare.

Cabalgan y ladran que se matan, camino de la madriguera de la hibernación glaciar.

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