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Provocando a Rusia: una especialidad de la administración Biden

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Ted Galen Carpenter considera peligroso que Washington tenga una relación en deterioro con Rusia, particularmente ahora que busca enfocarse en China como la principal amenaza de seguridad nacional que enfrenta EEUU.

La administración de Joe Biden parece estar determinada a superar a su antecesora en tomar acciones que con seguridad hostigar a Rusia. En solo las últimas dos semanas, EE. UU. y sus aliados en la OTAN se han esforzado para provocar a Moscú en cuatro incidentes distintos. Dicho comportamiento irresponsable exacerba tensiones desde ya peligrosas con una gran potencia con armas nucleares.

Washington sentó un tono beligerante con su elección de un enviado especial al Kremlin en lo que se suponía que debía ser un esfuerzo para reparar las muy malogradas relaciones biletarles. En vez de seleccionar alguien que por lo menos fuese tolerable para los líderes rusos, la administración envió a la vice-secretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland. No solo es Nuland una ruidosa rusófoba en general, sino que es especialmente conocida por su papel en ayudar a los manifestantes a derrocar a Viktor Yanukovych en 2014, cuando sirvió como asistente del secretario de Estado en la administración de Barack Obama. El gobierno ruso impuso una prohibición de viajes y otras sanciones a ella —medidas que fueron levantadas solo antes de su última misión diplomática como parte de un acuerdo en el que Washington removía restricciones similares de un funcionario de alto nivel del ministerio de relaciones exteriores. Elegir a Nuland como la enviada para negociar con el gobierno de Vladimir Putin fue o increíblemente desubicado o una muestra deliberada de desprecio.

Comentarios todavía más provocadores fueron comentarios que el secretario de Defensa Lloyd Austin hicieron durante su visita a Ucrania a mediados de octubre. En las declaraciones en al ministerio de defensa de Ucrania, Austin resaltó que la membresía de la OTAN para Kiev estaba siendo seriamente considerada y que “ningún país tercero tiene veto por sobre las decisiones de los miembros de la OTAN. Ucrania…tiene el derecho a decidir su propia política exterior en el futuro y nosotros esperamos que ellos serán capaces de hacerlo sin interferencia foránea alguna”. Días antes, el Pentágono filtró una noticia al siempre pro-guerra Washington Times acerca del próximo viaje de Austin que hizo que el respaldo de EE. UU. a la membresía de la OTAN para Ucrania todavía más explícito.

Ciertamente, este no era un mensaje nuevo; Washington ha mantenido esa posición durante años, insistiendo que Ucrania y Georgia tienen “derecho” a unirse a la OTAN, si cumplen con los requisitos de la alianza para obtener membresía. Sin embargo, proviniendo esto ahora del secretario de defensa a pesar de las repetidas advertencias de Moscú de que sumar a Ucrania o Georgia a la OTAN estaría entre las acciones que cruzan una “línea roja” respecto de la seguridad de Rusia, esto fue particularmente inoportuno. También es una postura sumamente arrogante, basada en la presunción de que Moscú no debería quejarse incluso conforme la alianza militar más poderoso en la historia establece una presencia cada vez mayor y amenazante en la frontera rusa. Los funcionarios rusos inmediatamente respondieron a las declaraciones de Austin, advirtiendo que sumar a Ucrania a la OTAN sería “extremadamente peligroso” y sería respondido con medidas de relajación no especificadas.

Otros incidentes sucediendo al mismo tiempo durante el viaje europeo de Austin han dejado las relaciones OTAN-Rusia en harapos. A inicios de octubre, la OTAN expulsó a 8 diplomáticos rusos de su oficina intermediaria en la matriz de la OTAN en Bruselas por supuestas actividades de espionaje. El Kremlin respondió unos días después suspendiendo todas sus actividades restantes en las instalaciones de Bruselas y ordenando el cierre de la oficina de la OTAN en Moscú a partir del 1 de noviembre. “Luego de ciertas medidas emprendidas por la OTAN, las condiciones básicas para el trabajo en común ya no existen”, dijo a reporteros el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov.

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Sorprendentemente, los funcionarios estadounidenses parecen tanto sorprendidos como molestos por la relación con Rusia que está en un rápido deterioro. Están particularmente preocupados porque esta complica el declarado deseo de Washington de enfocarse en China como la principal amenaza de seguridad para EE. UU. No obstante, es predecible que el establishment de seguridad nacional y su cámara de eco en la prensa noticiosa colocan toda la culpa en el Kremlin por las tensiones en alza.

Si la administración de Biden no cambia de curso pronto, las relaciones con Moscú podrían empeorar todavía más allá de lo que eran durante la Guerra Fría —y ese desarrollo pondría la paz mundial en un gran peligro. Desde que la administración de Bill Clinton decidió expandir la OTAN hacia Europa Central y del Este, EE. UU. y sus aliados europeos han dado un paso tras otro para hostigar a Rusia, y los resultados deprimentes están a la vista. Desafortunadamente, en lugar de poner en reversa las políticas arrogantes y provocativas de Washington, la administración de Joe Biden está profundizando esa estrategia peligrosa. El resultado podría ser extremadamente trágico para todos los involucrados.


Ted Galen Carpenter es académico distinguido del Cato Institute y autor o editor de varios libros sobre asuntos internacionales, incluyendo Bad Neighbor Policy: Washington’s Futile War on Drugs in Latin America (Cato Institute, 2002).

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