Salud

Polvo blanco, dulce adicción

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Carlos Arturo Calderón Muñoz (R).- En algún punto de un territorio tropical una planta es arrancada de la tierra para ser procesada hasta que el último vestigio de su equilibrio natural desaparezca. Los componentes biológicos que tienen un perfecto balance en ella son eliminados o potenciados a base de procesos físico-químicos. El refinado polvo blanco que surge de esa suerte de alquimia maldita inunda las esferas más acaudaladas de los países desarrollados, en los que burgueses y nobles ceden la divinidad de su altura por un poco más de la descarga de mundano placer. Con el tiempo el proceso se industrializa y por efecto de las inalterables leyes de la economía el precio cae hasta que el veneno pueda ser adquirido por las clases más bajas. Para este punto los adinerados se habrán habituado al efecto y ya estarán probando un estímulo de mayor potencia y costo.

Tomando ventaja de mi nacionalidad colombiana hablaré de un polvo que mi país produce con alta eficiencia. A pesar de la sugerente apariencia no me estoy refiriendo a la descendencia degenerada de la hoja de coca, estoy hablando de un producto mucho más peligroso: el azúcar.

Por todo el mundo está tomando mayor impulso la idea de que la lucha contra el narcotráfico ha fracasado, que la respuesta no es utilizar la fuerza para eliminar carteles y haciendo corta la historia, que la verdadera solución es legalizar los alucinógenos para así acabar con los conflictos que nacen por controlar su producción. Holanda y Uruguay vienen a la mente de los libertinos que usan la sangre derramada en la guerra contra el narcotráfico como argumento para tomar la posición de superioridad moral y decirle a los demás lo que es correcto.

Usando como referencia a la hermana república de Méjico, que es el país con mayores problemas de narcotráfico en la actualidad, al menos en el hemisferio occidental, podemos decir que en las tierras hispano-aztecas han muerto 163.000 personas entre 2007 y 2014 por efecto de la guerra contra el narcotráfico. ¿Quién podría contradecir esta evidencia y negar que la única solución para evitar tanta sangre derramada sea la legalización de las drogas? Si el mercado se regula los carteles ya no tendrán un control mafioso sobre la cadena de producción y los precios serán controlados por los efectos de la competencia legítima.

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Aunque la idea de poder evitar tantas muertes es sin duda un argumento poderoso, creo que deliberadamente se ignoran cifras mucho más siniestras. El azúcar refinado es un estimulante que comparte las mismas características que la cocaína, el alcohol o sustancias semejantes en lo que se refiere a efectos sobre el sistema nervioso, en síntesis el azúcar es una droga. Las enfermedades causadas por el consumo excesivo de azúcar son más de setenta y podemos destacar entre las más conocidas obesidad, diabetes, cáncer de páncreas, esteatosis hepática, hipertensión arterial, insuficiencia renal crónica y depresión.

Hablando de estadísticas mexicanas, en 2015 murieron 170.000 personas por causa de la obesidad. Un año de muertes producidas por la obesidad, que a su vez está fuertemente influenciada por el azúcar y el sedentarismo, ocasiona más fallecimientos que siete años de lucha contra los carteles manitos. La diabetes es responsable de más de 85.000 muertes y el cáncer de páncreas de unas 4000. Más de 22 millones de mejicanos sufren de hipertensión arterial y otros 9 millones de insuficiencia renal crónica.

Cualquiera puede acusarme de dar cifras amañadas por hacer referencia exclusiva de un único país hispano. Sin embargo, si miramos el panorama mundial, podemos encontrar que en 2012, según los datos del Global Burden of Armed Violence, alrededor de 526.000 personas murieron en el mundo a causa de homicidios y guerras, esta cifra incluye los muertos en la guerra contra el narcotráfico. En el mismo año, esta vez según la OMS, murieron alrededor de 1.500.000 personas por causa de la diabetes. Sólo la diabetes le concede al consumo excesivo de azúcar la responsabilidad de causar tres veces más muertes que todos los homicidas del mundo juntos.

Cardiopatía hipertensiva

Adicionalmente, en el año del apocalipsis Maya, las cardiopatías hipertensivas causaron 1.1 millones de muertes, estas enfermedades están vinculadas directamente con la hipertensión arterial que encuentra en el azúcar uno de sus mayores combustibles.

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Si alejamos la mirada del azúcar y nos concentramos en otras drogas legales, nos daremos cuenta que el alcohol está vinculado a más de 2.5 millones de muertes al año en el mundo. Por su parte el tabaco es el principal agente causal de las cardiopatías isquémicas, los accidentes cerebrovasculares, las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, las infecciones de las vías respiratorias inferiores y de tipos de cáncer como el de tráquea, bronquios y pulmón. Estas enfermedades, venidas de la mano de los vaqueros de Marlboro y semejantes, causaron casi 22 millones de muertes en 2012.

Dudo mucho de las razones humanitarias de intelectuales que promueven la legalización de venenos mientras lloran sobre los pocos miles de cadáveres de la guerra de carteles, a la vez que ignoran el holocausto continuado de decenas de millones de almas. Estas son las mismas personas que dicen que no hay evidencia científica de que legalizar una sustancia implique el aumento de su consumo.

No sé mucho de estadísticas, pero un rápido vistazo a los cambios del consumo de azúcar a lo largo de los siglos en Inglaterra puede ser bastante revelador. En 1704 en Inglaterra se consumían alrededor de 4lbs de azúcar al año por persona, en 1800 se llegó a 18, en 1901 el consumo se elevó a 90 y actualmente, no sólo en Inglaterra sino en occidente en general, se consumen unas 180 libras de azúcar al año por persona.

Lo que sucede arriba sucede abajo dirían los herméticos. El proceso de habituación a un estímulo es algo de sobra conocido. Las personas adictas a una sustancia podrán, con el paso del tiempo, ingerir dosis más elevadas debido a que su cuerpo se acostumbra a la cantidad recibida y necesita de un poco más para reactivar la sensación de placer. Pues bien, dicen las malas lenguas que cuando el azúcar empezó a llegar a la corte de Albión desde el Caribe, los nobles no paraban de consumirla en su estado original (como con la cocaína), también se dice que los dientes de la reina anglosajona se pusieron negros de tanto ingerir aquellos dulces cristales.

Antes de la entrada masiva de este producto en Europa las personas no conocían este tipo de estimulación, por lo tanto como sociedad requerían de dosis muy pequeñas para satisfacerse (4lbs al año). Pero la siguiente generación no conoció un mundo sin azúcar, nacieron en una realidad en que ese era el piso de consumo y continuaron con la espiral decadente en la que cada vez se necesitaban dosis más fuertes.

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Hoy el azúcar parece inofensivo, porque toda la vida hemos estado bajo su hechizo y como en nuestra perspectiva ese desequilibrio es normal, aquellos más propensos a la adicción buscarán estímulos más fuertes, que encontrarán en otras sustancias, legales o ilegales. Escogí hablar del azúcar porque nos da una amplia perspectiva de cómo se desciende progresivamente en un estado de enfermedad sin que los individuos o sociedades se den cuenta. Sin embargo, entre más inclinada es la pendiente mayor es la aceleración de caída. Podemos aplicar el mismo razonamiento a una “droga suave”, la marihuana.

En 1976 Holanda decidió llevarle la contraria al mundo y legalizar la venta de cannabis en sus ultra conocidos Coffee-shops. Después de 40 años la versión holandesa de la planta está muy alejada de la marihuana presente en la revolución hippie o en las guerras de la marimba en la Guajira colombiana.

Debido a la habituación de los clientes legales de esta droga, han tenido que hacerse cruzas y mutaciones genéticas para que esta aumente su poder alucinógeno. La marihuana de los establecimientos holandeses de hoy es tres veces más fuerte que la de hace tres décadas.

El principal componente psicoactivo de la marihuana es el tetrahidrocannabinol, conocido como THC. En la actual variación del cannabis holandés la concentración de este psicoactivo es tan alta que este tipo de marihuana es considerada una “droga dura”, misma categoría en la que está el éxtasis y otras drogas sintéticas.

La legalización de la marihuana no ha reducido el efecto de las drogas en Holanda, simplemente logró habituar a la población a un nuevo nivel de adicción y de ahí impulsarle a uno más elevado (o degenerado). Según los informes de la CIA, Holanda es el mayor cultivador de marihuana de Europa y además es el mayor productor de drogas sintéticas del viejo continente. Como con los venenos aceptados en el resto del mundo no se ha resuelto ningún problema, sólo se masificó su rango de acción.

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Hablando en términos económicos Estados Unidos gasta entre 40.000 y 50.000 millones de dólares al año en la guerra contra las drogas; la diabetes le costó al Tío Sam 245.000 millones en 2012. Pero no hablemos de dinero, al hacerlo entramos en el juego de aquellos que apelan por la degeneración. Es común escuchar que si se legalizaran las drogas los Estados recibirían cuantiosos recursos por conceptos de impuestos. Eso es como decirle a un sicario (asesino a sueldo) que puede matar siempre y cuando haga sus aportes a la seguridad social. ¡Imagínense los titulares de prensa de los esbirros del PP!

“Gracias a los impuestos cobrados a los Latin Kings se logró construir un cementerio para sus víctimas”.
Puede sonar absurdo, pero es la realidad. En países como Colombia se construyen hospitales con los dineros de la cerveza y el cigarrillo. Nos quieren hacer creer que habrán grandes beneficios sociales, económicos y humanos si cedemos ante el vicio, cuando siglos de realidad psicoactiva nos dicen claramente que nos encontramos en una espiral decadente.

Sonará cruel, pero los decesos ocasionados por las guerras de los narcos son muertes limpias. Una bala en la cabeza de un jibaro (jonkie) no tiene efectos colaterales en la especie. Sin embargo, las muertes producidas por enfermedades derivadas de sustancias psicoactivas, desde el azúcar hasta el Krokodil, son tan lentas que le dan tiempo de reproducirse al enfermo. Cada vez tenemos cepas biológicas más débiles porque los padres y abuelos de muchos tenían cuerpos degenerados por sustancias nocivas. Viendo una juventud occidental doblegada por la adicción, no tenemos un panorama muy prometedor para la siguiente camada del hemisferio.

Decir que la lucha contra las drogas ha fracasado porque siguen habiendo consumidores es como decir que debemos abandonar la agricultura porque aún hay personas con hambre. La vida es lucha, si bajamos los brazos ante la adversidad no estaremos dando por terminado el combate, simplemente recibiremos los golpes de la existencia hasta que esta nos saque del ring. Legalizar drogas como la marihuana o la cocaína hará exactamente lo mismo que ya ha pasado. La muerte se industrializará, dejará de funcionar de manera marginal en pequeñas luchas de sectores empobrecidos y se tomará todas las áreas de la sociedad, hasta que sea tan sutil como lo es hoy el azúcar.

Nadie llorará por los millones de muertos y enfermos, por las familias empobrecidas y por todas las inversiones sociales que dejarán de hacerse, porque estaremos quitándoles el pan de la boca a nuestros hijos sanos para financiar a los viciosos.

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Quien esto escribe se encuentra en el proceso de abandonar completamente el azúcar, el síndrome de abstinencia me está golpeando con bastante fuerza, pero tanto en los individuos como en las naciones la voluntad debe triunfar. Es hora de que recordemos el dulce sabor de la victoria, el dulce sabor de la libertad.

Desde San Bonifacio de Ibagué (Colombia)

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