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Pandemia de docilidad y balconing

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Siempre se dijo que los españoles, como buenos mediterráneos, pecamos de ser demasiado individualistas, pero esta última crisis ha demostrado que no. Que somos un pueblo que siente la comunidad, más gregarios de lo que parece, aunque esto tiene su lado bueno y su lado peor.

Porque es bueno que sigamos las órdenes del Gobierno, en caso de alarma, pero no cuando la verdadera alarma y plaga es el propio Gobierno. Un hatajo de sinvergüenzas que han hecho del virus el menor de nuestros problemas, eso sí, ayudados por una oposición que forma parte del decorado de Moncloa. Y uno se pregunta quién de todos ellos ha tomado, realmente, una sola decisión en el presente problema. Yo creo que ninguno. Más parece que las órdenes vienen de afuera, del extranjero, por esa pérdida de soberanía que en momentos así lamentamos. [SIGUE MÁS ABAJO]

El único que toma cierta iniciativa, en su afán de convertir España en Cuba, es el violeta Querido Líder. Un profesor Iglesias que no ha desaprovechado la ocasión de pescar en río revuelto, con su letanía marxista habitual, celebrando la valía del sector público que todos los políticos (todos) se cargaron hace tiempo. Menuda jeta que gastan. [SIGUE MÁS ABAJO]

Estos personajes envían a sus propios funcionarios a un contagio seguro, sin las más mínimas medidas de protección, mientras nos dicen que quedarse en casa todos es la única manera de salvar vidas. Con un par. Es decir: quedaos en casa, tocandoos bien los cojones, que ya nos ocupamos nosotros de resolver la situación… A costa de la salud de unos sufridos aunque demasiado dóciles sanitarios y policías, cuya labor yo NO HARÍA sin las debidas protecciones. Pero allá cada uno con su salud, su conciencia y su docilidad.

Y parece que como ellos también se contagian, los políticos, pues tenemos que sentirnos en solidaridad con sus Señorías. Porque son unos ineptos y unos irresponsables, sí, pero también ellos sufren de lo suyo. ¡Mentira! No me creo ni un solo contagio de esos vendehumos. Ni mucho menos su falta de criterio, a la hora de valorar esta pandemia, cuyos efectos conocían perfectamente. Eso ya ha quedado claro.

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La realidad es que de toda crisis se sale trabajando más, no quedándose en casa mientras el desgobierno que padecemos “arregla la situación”. Esperando un pico que va a ser el de nuestra bancarrota, cuando todo esto “haya acabado”, pero no debemos ceder a sus mentiras: con las necesarias medidas de protección y cautelas, que podemos proveer nosotros mismos, como país industrializado, podríamos estar trabajando casi todos desde el primer día.

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