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Pablo Casado, madera de Presidente

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Antonio de la Torre.- Son ya casi nueve meses los que dura la materialización a costa de lo que fuera, del sueño ambicioso y volador de un incompetente que está pasando carísima factura a España, y siete desde el necesario recambio en la cúpula del Partido Popular, sin recorrido entonces más que a la baja, tras la desastrosa gestión de los golpes de Estado catalanistas de Noviembre de 2014 y Octubre de 2017 y de la aplicación blanda y corta del Artículo 155, continuación del desperdicio de una mayoría absoluta en 2011 que costará mucho recuperar, si se recupera.

No voy a entrar en detalle de los despropósitos -hasta hoy- del soñador Dr. Plagio y sus “decisiones transcendentes” en torno a un colchón, ni de las inacciones y oídos sordos de Mariano Rajoy a más de media docena de avisos electorales de todo ámbito -autonómico, municipal o nacional-, y de otra índole, entre 2012 y 2017 -por mucho que se quieran justificar en la pésima herencia económica recibida, que lo era y más-, que excederían con mucho la capacidad de un artículo -incluso de un par de libros- y que se pueden encontrar en la “maldita hemeroteca”, en la que he dejado no pocas reflexiones y análisis de unos y otros, en ese periodo.

Dejemos, sin olvidarlo, el pasado y vayamos al futuro que nos viene y que puede marcar el retorno al sentido común, con los matices que se quieran, o el desastre ya evidente al que nos lleva este nuevo frente popular. Desde sus primeros discursos en el inicio de las primarias del PP hasta el de cierre del Congreso de Julio pasado tras ser elegido Presidente por una holgada mayoría de más de 14 puntos de diferencia y sus posteriores intervenciones públicas o en medios de comunicación, sigo casi todo lo que viene diciendo Pablo Casado -también lo ‘leído’ por el “okupante” de la Moncloa- y, sobre todo, me fijé especialmente en cómo lo dice, matiz importante porque, salvo sobreactuación excepcional, merecedora de todas las estatuillas de oro habidas y por haber, es una forma -quizás la única a priori, a falta de hechos que lo confirmen- de medir lo que dice un político y, de manera fundamental, su credibilidad, tan cuestionada en tantos de nuestros supuestos representantes desde hace casi cuarenta años, sobre todo desde que aquel Alcalde socialista de Madrid, Enrique Tierno Galván, más conocido como “el Viejo Profesor”, reconociera que “las promesas electorales se hacen para no cumplirlas”, antes de invitar al botellón a sus enfervorecidos oyentes.

Yo creo lo que le estoy escuchando a Pablo Casado porque, como decía, me parece muy difícil tener esa fluidez de discurso, con nombres, fechas, datos y propuestas, todo perfectamente hilado, durante largas intervenciones y sin papeles, si no responde a algo que se tiene interiorizado, fruto de unas convicciones firmes, frente a lo que vemos a diario a la inmensa mayoría de líderes políticos que, salvo coletillas aprendidas a fuerza de repetirlas, no dicen más de tres palabras seguidas sin mirar el papel hasta para decir “buenos días, señoría”. Y lo creo también porque, por primera vez, se escucha a un líder político -con los pies en el suelo y no prometiendo lo que no puede cumplir- decir lo que cada día más gente dice en la calle, sin caer en la trampa de la maldita corrección política que desde un lenguaje buenista e inclusivo ha conseguido imponerse en buena parte de una sociedad “adocenada” por la decadencia educativa dominante, impulsada fundamentalmente por la progresía de izquierdas -y la que no es de izquierdas ¿verdad Sr. Rajoy y Sra. Sáenz de Santamaría?- y derivada de la transferencia de esa competencia a las taifas autonómicas. Lo primero que hay que hacer para que se entienda bien el mensaje es llamar a las cosas por su nombre, aunque haya que calificar como “traidor, felón, irresponsable, incapaz o desleal”, al que lo es, o recordarle que “está cometiendo alta traición contra los intereses de nuestro país” y, como aclara el propio Casado, no son insultos sino definición de un personaje -tan nefasto para España, añado yo- que está haciendo “bueno” -es un decir- a su modelo ZParo, al que clona, que no es poco en tan corto periodo de tiempo.

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Puso de manifiesto, Pablo Casado, su madera de Presidente, adelantándose en la jugada y llamando con presteza a “la España de los balcones” que citaba en alguno de sus discursos, para expresar su hartazgo a la calle, y consiguiendo que se “uniera”, dentro de su distancia, esa periferia que lo “acompaña” -de momento- por la izquierda y por la derecha, aunque hará bien en no fiarse demasiado de esos “compañeros” de viaje, hermanados en el “oportunismo transfuguista” y prestos a desbancarlo a la menor ocasión y alguno ya experto en deslealtades varias con quiénes lo sacaron del ostracismo y le dieron generosamente de comer. La foto tras la masiva concentración de la Plaza de Colón me recordó aquella película de Sergio Leone en 1966 que en España se llamó “El bueno, el feo y el malo”, obviamente, Casado, Abascal y Rivera, por ese orden, aunque puede que el título en italiano, “Il buono, il brutto y el cattivo” se adaptara mejor si estos dos últimos epítetos se tradujeran por lo que suenan, “bruto” como él solo, el “gladiator” verde, y “cautivo” de su veleidad, el calculador de pensamiento metamórfico, el polifacético naranja. De nuevo, una imagen vale más que mil palabras.

Volvió a demostrarlo llamando a las cosas por su nombre en su intervención tras la presentación del fallido proyecto de Presupuestos Generales del Estado que desembocó en el adelanto electoral anunciado, pendiente de la disolución de las cámaras prevista para el próximo 5 de Marzo -fecha límite-, en la que dedicó al todavía presidente algunas verdades como puños, tales como “nunca nadie hizo tanto mal en tan poco tiempo” -algo que repite alguno de los todavía corifeos del PP en el Senado-, afeándole haber “callado de forma vergonzante ante las reivindicaciones absolutamente ignominiosas del separatismo” o tratar de “permanecer un mes más con el Falcon, en el banco azul, recibiendo a gente en el Palacio de la Moncloa o paseando por el Palacio de Pedralbes con los que le dan la respiración asistida a cambio de millones y de impunidad en sus golpes de Estado”.

Y lo acaba de demostrar de nuevo, en la entrevista del pasado lunes en RTVE -territorio hostil, como el entrevistador Carlos Franganillo (de la acreditada “ganadería” del Clavel Rojo) se encargó de demostrar en varias ocasiones- en la que dejó claro que sus respuestas fueron las que se piden a un hombre de Estado y no a un político cortoplacista que sólo piensa en el resultado de la próxima llamada a las urnas, como son la mayoría de nuestros “líderes” políticos. Cortó la intervención sesgada del periodista, que interpretaba de forma torticera lo que había dicho respecto al aborto: “creo que es bueno que las mujeres que se vean en una incertidumbre sepan, simplemente sepan, lo que llevan dentro. Porque yo, que tenía que ver una ecografía todos los días, a partir de esas semanas 20-21, la verdad, es que creo que es bueno, simplemente, conocer que lo que llevas dentro ya es una vida autónoma” que, a mi juicio, en ningún caso se puede entender que esté afirmando que no lo sepan -¡cómo no lo van a saber, por inculta que pueda ser alguna embarazada!- sino que invita a que, mediante una ecografía, la potencial madre valore realmente lo que está matando, sí, matando y le pregunta si “¿Usted cree que las mujeres no saben lo que tienen dentro?”, a lo que respondió sin alterarse con un contundente “Yo lo que recomiendo es leer las entrevistas enteras”. Dos orejas y rabo para el reciente “matador”, tras el descabello al “morlaco” de la TVE que “dirige” -nunca mejor dicho- la “independiente” Rosa Mª Mateo.

Invito a ver la entrevista al que no lo hiciera y añado sólo que el candidato popular se mostró favorable al debate a “cuatro” que le había propuesto una cadena privada -será que esa cadena no debe considerar a VOX- pero pidiendo también un cara a cara con el Dr. Plagio “puesto que somos los dos candidatos que realmente aspiramos a presidir el próximo gobierno”, algo que no sé si aceptará su rival o pedirá un relator o una “negra” que le dé “forma literaria” a sus respuestas. Y dejó un recado a los fanatizados con el partido verde, del que dijo que se dedica a pedir “cosas imposibles”. Curioso, si no sintomático, que algunos periódicos digitales que últimamente están tirando al verde hayan pasado por alto o eliminado muy pronto de su portada la mencionada entrevista al líder del PP, anteponiendo la devoción a la obligación de informar que debería prevalecer, digo yo.

Y termino con mi nueva recomendación al líder popular de que aparque definitivamente el complejo característico de su partido, elimine de las próximas listas electorales de Abril y Mayo las muchas rémoras que hereda –“Más vale una vez colorado, que…”- y se rodee de los mejores profesionales que pueda, a ser posible que tengan la vida resuelta y hayan hecho algo más que promocionar desde las Nuevas Generaciones y tengan a dónde volver tras su etapa política, ya sea a sus profesiones anteriores o a su merecido retiro después de una intensa vida laboral. España se lo agradecerá.

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