Cartas del Director

Opciones claras para el 28-A

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Sánchez y Torra
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El corto mandato de Pedro Sánchez en La Moncloa ha sido suficiente para dar a las elecciones del 28 de abril un significado político especialmente importante. Con Sánchez en el Gobierno, el PSOE se ha retratado como un partido que no respeta sus promesas -como la de no contar con los independentistas «ni para una moción de censura»- y menos aún los límites escritos y no escritos de la convivencia democrática en el marco de un Estado de Derecho. Pedro Sánchez ha situado al PSOE en una percepción del poder como un fin en sí mismo que justifica cualquier medio, incluso el de pasar a la historia como el primer -y confiemos en que sea el único- presidente del Gobierno de España elegido con los votos de un partido filoetarra. El mensaje del PSOE, urgente y falsario -pero que el PP no debe desdeñar-, es que Pedro Sánchez es un patriota víctima del separatismo y por eso ha preferido convocar elecciones que permanecer a toda costa en La Moncloa. Buena parte del resultado del 28-A dependerá de si este mensaje cala entre los ciudadanos o de si los partidos de la oposición -sin tremendismos, ni eslóganes gruesos- demuestran que es una falsedad, como realmente es. Sánchez ha convocado elecciones no porque no quisiera pactar con los separatistas, sino porque la negociación con los separatistas le salió mal. Y si gana el 28-A con opciones de formar gobierno, Pedro Sánchez intentará de nuevo ese mismo pacto, porque esta tendencia filonacionalista ha arraigado en la nueva naturaleza del socialismo español.

Ante la definitiva superación del bipartidismo, el 28-A se presenta como una alternativa entre formar con Partido Popular, Ciudadanos y Vox una mayoría de cambio constitucionalista, en la que el PSOE no quiere estar; o facilitar a la izquierda una nueva oportunidad para experimentar con la unidad de España y la concordia nacional mediante pactos disolventes con el nacionalismo separatista. Sánchez y su equipo electoral están diseñando espejismos para evitar que la opinión pública perciba la realidad de esta encrucijada, en la que los electores tienen en su mano impedir que, de nuevo, sean los separatistas los que quiten y pongan presidentes en La Moncloa. La izquierda quiere crispación en el ambiente para crear una polarización social, aunque esta vez esa táctica puede encontrar su réplica en la derecha. El votante constitucionalista debe estar movilizado porque en estas elecciones sí está claro lo que representa cada cual. El victimismo de última hora de Sánchez no debe borrar el rastro de sus pactos y encuentros con el presidente Torra, de los continuos mensajes de legitimación de los postulados nacionalistas y de la política de enfrentamiento y revanchismo, tan peligrosa como inútil. Las opciones de los votantes para el 28-A están muy claras.

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