Entre merluzos negatontos de vacunas, de nieve, de pescado, gripe, menopausia y Dios sabe que más, y zangolotinos semi analfabetos que prefieren creer a un desconocido en Internet antes que buscar y contrastar información por ellos mismos, nos está quedando un país precioso.
Precioso para convertirlo en reserva mundial de tontos del haba, cretinos, bobos solemnes, políticos necios y un sinfín de idiotas profesionales. Ganaríamos dinero, incluso, cobrando por la visita guiada.
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El caso es que tenemos innumerables ejemplos. Tomemos, verbigracia, a Mercadona. De emblema de empresa bien gestionada, con productos de primera a precios razonables, y un trato premium a sus trabajadores, parece que se ha dado cuenta de la idiocia y cretinismo del españolito ofendidito y tonto, y ha tomado la decisión -correcta- de sacarle los cuartos que no se gasta en alcohol, tabaco, o drogas, los fines de semana. (En caso de ser sindicalista, sustituir por putas y cocaína).
Porque, señores, NO HAY MOTIVO alguno para restringir la venta del aceite de girasol. NINGUNO. El aceite de girasol que vende Mercadona crece, se desarrolla y se cosecha EN ESPAÑA. Porque producimos mucho más del que consumimos. Y para muestra, un botón: vean y lean la imagen.
Y ahora a ver si nos explican el motivo de las restricciones y las subidas. Y, de paso, que también nos explique el Señor Roig -dueño y señor de Mercadona- porqué hizo aquella tan poco comentada subida de precios atroz en medio del confinamiento pandémico.