Religión

Los principios anárquicos que defiende la Iglesia se vuelven contra ella: Pintadas y orina en la catedral de Granada

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Proliferan las pintadas en la catedral de Granada y la peor chusma de la ciudad utiliza sus paredes como urinario público. Ahora que los traicioneros dirigentes de la Iglesia española tienen lo que se merecen, el obispo traga y calla. Antes quemaban los templos y ahora pintan sus muros, como el de Berlín.

El apoyo de un sector de la Iglesia a la exhumación de Franco ha causado indignación a muchos católicos españoles. Los  corrompidos dirigentes de la Conferencia Episcopal están manejados y convertidos al sistema. Son cobardes por no predicar la doctrina católica en materia de la virtud cristiana del patriotismo. Defienden el liberalismo, que parte de principios ateos y materialistas, como el comunismo.

Rememoramos una cita de Cicerón para recordar a los obispos el peligro en ciernes al que deberán enfrentarse: “Cuando no somos esclavos de la ley, somos esclavos de otros”.

España está llena de ultraizquierdistas violentos. No sería raro que, al igual que ya ocurrió en épocas no tan lejanas, comiencen a atacar a curas y obispos. Si eso ocurre, que no cuenten con nosotros para lamentarlo. Los principios que ellos están defendiendo hoy son principios anárquicos. Por consiguiente, que no se quejen cuando la anarquía les coja a ellos, como ya les cogió en el año 36.

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Los católicos españoles se encuentran indefensos y han sido olvidados por la Iglesia. La Iglesia forma ya parte del problema de España y no de la solución. La actitud equidistante de la Conferencia Episcopal Española con los grandes problemas nacionales, está en consonancia con la postura del Papa de defender los intereses de la élite globalista y la destrucción de Europa.

Nada debemos esperar de esta gente que nos reconforte espiritualmente. Que el designio de profanar la tumba de quien salvó a la Iglesia y la cultura cristiana del exterminio, no despierte una ola de indignación desde el papa al último católico, revela una Iglesia enferma en una sociedad enferma.

 

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