Religión

Los Mossos espiaron al Padre Custodio Ballester, látigo de islamistas y separatistas catalanes

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(Germinans Germinabit) Parece una historia propia de Torrente, pero el digital El Mon ha publicado un informe de la Unitat Central d’Analisi i d’Estrategies d’Organitzacions de los Mossos d’Esquadra, en el que se investiga la actividad de supuestos grupos patriotas en los días previos al 1-0 y resulta que el nexo de todos ellos fue la misa de despedida del Padre Custodio Ballester, colaborador de AN y ex párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Hospitalet, que tuvo lugar el 3 de septiembre de 2017. Ese día, según el informe de la policía autonómica, coincidieron en la celebración miembros de Vox, Som a Temps, Societat Civil Catalana, Legión Urbana, Resistencia Civil Catalana, Unidos Sí, Por España me atrevo o Asociación Cultural por el Progreso.

Un dossier en el que se recoge un análisis tan minucioso de personas y grupos políticos permite aventurar que los Mossos estaban presentes de incógnito en la misa y que su dirección consideraba a Custodio Ballester un sujeto peligroso que amalgamaba una red de temibles grupúsculos ultras, que, según se puede leer en el informe “confiere(n) a la extrema derecha una mayor capacidad de aglutinar y movilizar a un amplio sector de la sociedad contraria al proceso soberanista”. Nuestros impuestos destinados a espiar a grupos políticos y sociales, sin parar mientes en donde hurgar el Mortadelo de turno, en este caso una celebración religiosa.

No es la primera vez que a Custodio le espían y le graban una misa. Ya les contamos que una grabación desde un móvil, editada y descontextualizada y promovida desde el entorno del Ayuntamiento de Hospitalet, permitió lanzar una desaforada campaña contra el sacerdote, que incluso provocó la interposición de acciones judiciales contra él, felizmente archivadas.

Carátula del informe de Los Mossos publicada en El Mon

Pero ahora comprobamos que de la simple persecución se pasó a la paranoia. No cabe otro calificativo acerca de aquellos que destinaron recursos públicos en espiar una misa y declarar enemigo peligroso a un simple sacerdote de la periferia barcelonesa. Un cura, cuyo mayor pecado había sido llamar a los caballeros legionarios retirados a escoltar el Cristo de su procesión. A partir de tan enorme delito, aquel clérigo se convertía en el muñidor de toda una serie de grupos políticos, que constituían una seria amenaza criminal para la convivencia de Cataluña. No cabe otra explicación, si era merecedor de la investigación policial.

Es realmente significativa la muerte civil que se ha pretendido causar al padre Custodio. Primero las fatwas de la alcaldesa Nuria Marín, convocando plenos en los que declararle persona non grata o pidiendo al arzobispado que se expulsase al cura de la población. Después la tergiversación de sus palabras respecto al día del orgullo gay y la salida en trompa de medios de comunicación y grupos políticos lapidando al cura en la plaza pública y ejerciendo acciones judiciales contra él. No bastaba con eso, que el cardenal Omella le cesa en la parroquia y le concede un año sabático, que hoy en día, ya se ha convertido en dos. Había intervenido en política, fue la excusa. ¡El único cura que ha hablado de política en Cataluña! Cierto, pero en una dirección. En la otra dirección, han sido numerosos y no han recibido ni una simple admonición. Y, por último, espiado y analizado en su última misa en Hospitalet, siendo objeto de un dossier sobre la peligrosa extrema derecha catalana. Ni en su despedida podían dejarle en paz.

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Existe en Cataluña una verdadera obsesión con la Iglesia y sus sacerdotes. A pesar de la secularización andante, los independentistas buscan siempre la bendición eclesial, sea de obispos, abades o simples párrocos que les permitan lucir la estelada en la torre del campanario del pueblo. Están tan imbuidos de ese fervor clerical, que también piensan que detrás de los demás grupos tiene que haber un capellán. Y como son bastante indolentes, acuden al más visible y notorio: el bueno de Custodio Ballester. Perseguido por el ayuntamiento, por el obispado y por la policía. Como entrecomilla el genial Pablo Planas: un cura fascista.

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