Historia

Las catastróficas consecuencias económicas que dejó la Gripe española de 1918

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C.C.- La neutralidad en la Primera Guerra Mundial supuso un gran negocio para España, que alcanzó una cantidad de exportaciones nunca vista gracias a la falta de competidores y a la buena relación del Rey Alfonso XIII con ambos bandos. No obstante, los salarios en España se estancaron mientras los precios se disparaban y el país sufría los estragos de la llamada Gripe española, una pandemia mundial surgida en 1918 que, según algunos autores, causó a casi cincuenta millones de fallecidos.

España, un país que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias, dio nombre a la epidemia ante la creencia de que era el único país afectado o desde luego el origen. Sí fue, en todo caso, de los más infectados. El Monarca sufrió justo escarlatina durante la epidemia y se mantuvo inactivo en la última fase de la guerra.

Las víctimas de la gripe no solo fueron los más vulnerables como los niños o los ancianos de los estratos socioeconómicos más desfavorecidos, sino que incluyó a los adultos jóvenes y sanos e incluso a algunos animales (fundamentalmente perros y gatos). La predilección por los individuos jóvenes adultos, que constituían la mayor parte 87 de la población activa, provocó que la actividad económica se redujera, e incluso en algunas localidades quedara prácticamente paralizada.

Como señala el monográfico «La pandemia de Gripe de 1918: Mitos y realidades desde la literatura científica» (investigación firmada por Manuel José Mejías Estévez, Rocío Domínguez Álvarez y Esperanza Blanco Reina), « el miedo se apoderó de la población, provocando situaciones dramáticas como el aislamiento social y la estigmatización de la enfermedad».

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La gente se ausentaba de sus trabajos ante el miedo a salir de casa, produciendo un efecto directo y desastroso sobre la economía. En algunos lugares las autoridades declararon la cuarentena, prohibieron el derecho de reunión para evitar aglomeraciones, se cerraron escuelas, teatros, centros del culto… hasta el punto de que numerosos fallecimientos de niños fueron debidos al hambre (se les aislaba hasta el punto de prohibir llevarles alimentos).

La mejora económica con Primo de Rivera

En el verano de 1920, cuando la guerra llevaba dos años noqueada, el virus desapareció tal y como había llegado. La economía española debió enfrentarse a las consecuencias del virus y, a la vez, a la drástica disminución de exportaciones. Los empresarios habían olvidado emplear los beneficios de las exportaciones de la guerra para modernizarse y mejorar las condiciones de sus empleados. Los ánimos en las calles solo estaban peor que antes al término del conflicto. La cifra de huelgas anuales alcanzó el millar y solo en Cataluña se produjeron ochocientos crímenes entre 1917 y 1922 relacionados con la política.

Por vez primera, se pasó de un 57 % de mano de obra dedicada a la agricultura, a un 45 %
La situación no llegó a remontar hasta el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, quien además de estabilizar la política logró una mejora en la economía en los primeros años de su dictadura coronada. El efecto de la política económica llevada a cabo por Primo de Rivera sobre la producción industrial fue bueno a corto plazo. Las regiones ya industrializadas, como Cataluña o el País Vasco, vieron un incremento notable de la prosperidad económica y un crecimiento de los puestos de trabajo. Por vez primera, se pasó de un 57 % de mano de obra dedicada a la agricultura, a un 45 % de industrial, y el parque automovilístico se duplicó en seis años.

También en estos años se produjo la conversión de la banca española (sobre todo la madrileña, el Hispano y el Español de Crédito) en una banca nacional, a la vez que se consolida la banca oficial como el Banco de Crédito Local y el de Crédito Industrial así como las cajas de ahorro. La Dictadura centró su propaganda en los logros económicos, que se beneficiaron en esos años de la favorable coyuntura internacional (los «Felices Años Veinte»), por lo que cuando la situación empeoró en torno al Crac del 29 y con la caída del valor de la peseta también lo hizo igual de rápido el prestigio de Primo de Rivera.

Una gran caída y un repunte igual de repentino

A nivel mundial también los efectos de la pandemia fueron desoladores: pérdida de familiares y seres queridos, economía deteriorada, miedo colectivo y las compañías de seguro arruinadas ante la muerte masiva de adultos jóvenes. Las distintas localidades y países tuvieron que conceder créditos especiales para poder sufragar todos los gastos derivados no solo de la asistencia médica y social de los afectados, sino de la implantación y cumplimiento de las distintas medidas de profilaxis pública.

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Estos gastos extraordinarios consistieron básicamente en el establecimiento de la cuarentena; el aislamiento de los contagiados; el cierre de los lugares públicos; la desinfección de los individuos, las calles y los locales, el uso de las mascarillas, vacunas, etc. No obstante, la coincidencia de la enfermedad con la propia guerra dificultan mucho saber dónde empezaron las consecuencias de una y donde terminaron las de otra. Las falta de datos macroeconómicos impiden hacer un análisis global del impacto de la epidemia en la economía.

Los indicadores disponibles sobre el caso de Estados Unidos apuntan a que los índices de la producción industrial y la actividad comercial cayeron en octubre de 1918, en el momento más agudo de la epidemia, aunque repuntaron rápidamente. Las cifras sobre la nómina de las fábricas disponibles (se carece de datos sobre toda la fuerza laboral) también señalan una drástica caída seguido de un rápido repunte.

Un estudio reciente del Ministerio de Hacienda de Canadá estima que el impacto global sobre el PIB anual fue de solo un 0,4 %. Algunas zonas deprimidas concentraron la peor parte. En un estudio económico sobre la India, donde la mortalidad fue muy elevada, Schultz estimó en 1964 que la producción agrícola se contrajo un 3,3% durante la pandemia, en comparación con una reducción del 8% en la fuerza laboral agrícola.

¿Terminó con la guerra?

Las repercusiones políticas de la pandemia fueron notables, como explica María Isabel Porras Gallo en su investigación «Una ciudad en crisis: la epidemia de gripe de 1918-19 en Madrid»: «Quizás lo fundamental, dada la trascendencia internacional que tuvo, fue la influencia que ejerció en el desarrollo de la guerra y en la Conferencia de paz y el desastroso contenido del Tratado de Versalles». Las últimas operaciones militares se vieron dificultades e incluso paralizadas por el gran número de soldados afectados por la gripe en uno y otro bando.

Algunos autores han postulado incluso que actuó de modo decisivo sobre el curso de la guerra y que incluso precipitó su final. El historiador estadounidense Alfred Crosby ha vinculado el tercer brote de la enfermedad, tras la navidad de 1918, a las razones por las que se aceleraron las conferencias de paz de 1919 y se redactó de forma algo chapucera el Tratado de Versalles.

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Desde su punto de vista, la mala actuación de la Delegación americana en la Conferencia de Paz habría sido provocada por el ataque gripal que algunos de sus miembros sufrieron y que les habría llevado a precipitar la redacción final del documento. Para él, esta fue la razón de que dicho tratado acabara siendo un acuerdo para los vencedores y no un pacto para evitar otro conflicto.

 

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