Economía

La transición “ecológica” hacia la energía nuclear

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La teoría que presenta la actividad humana como causa del cambio climático es muy ‎cuestionada en los medios científicos. Pero eso no sucede en Naciones Unidas ya que la ONU ‎cuenta con un grupo de expertos –el GIEC– que se encarga de formular las políticas ‎públicas en términos científicos. Por su parte, el gobierno de Alemania y los dueños ‎del grupo de distribución Metro financian el MCC de Berlín, que va aún más lejos que ‎el GIEC. Esas instancias están promoviendo la industria nuclear como «fuente de ‎energía ecológica». ‎

 

El reloj del clima instalado por el ministro Roberto Cingolani en la fachada del ministerio italiano ‎de la Transición Ecólogica está en cuenta regresiva: al parecer estamos a menos de 7 años de que ‎se produzca la catástrofe climática causada por el efecto invernadero. ‎

Ese reloj no se basa en las predicciones del GIEC –la comisión sobre el cambio climático creada por ‎la ONU ((Más exactamente, el GIEC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio ‎Climático) es un órgano de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) pero está patrocinado ‎por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El GIEC fue creado por ‎iniciativa de la primer ministro británica Margaret Thatcher, cuya intención era encontrar ‎argumentos contra los sindicatos de los trabajadores británicos de las minas de carbón ‎convenciendo a la opinión pública de que era necesario desarrollar la industria nuclear como ‎fuente de energía “limpia”. Los científicos del GIEC conforman ese Grupo no como ‎científicos sino como funcionarios representantes de sus gobiernos respectivos. El GIEC no está ‎capacitado para criticar esta o aquella teoría y su trabajo se limita a elaborar un “consenso” sobre ‎la formulación científica de las políticas públicas. Para más detalles, ver el estudio en 3 partes ‎‎«El pretexto climático», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire, 22 de abril de 2010.)) – sino en las afirmaciones del Mercator Research Institute on Global ‎Commons and Climate Change (MCC) de Berlín ((A pesar de su nombre, el Mercator Research ‎Institute on Global Commons and Climate Change (MCC) no es un instituto de investigación científica ‎sino un think tank político. Nota de Red Voltaire)). ‎

Así que, basándose en lo que afirma el MCC de Berlín, ese “reloj” calcula que la temperatura ‎media mundial, que aumentó en alrededor de 1 grado centígrado desde la era preindustrial ‎de 1750 (o sea, en 3 siglos), podría elevarse en 2050 en 1,5 grados centígrados por causa del ‎CO₂ (dióxido de carbono) lanzado a la atmósfera por la actividad humana que intensifica el “efecto ‎invernadero”. ‎

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Pero según los científicos vinculados a la ONU lo que contribuye de manera secundaria al ‎calentamiento climático es la intensificación de la actividad solar, factor que otros científicos ven ‎como causa principal del tan llevado y traído «cambio climático». ‎

En la PreCOP de Milán, cuyo principal organizador fue el ministro Cingolani, el complejo marco ‎científico del cambio climático y de sus consecuencias para el medioambiente fue representado ‎con una serie de técnicas que le daban la apariencia de un film del género “catástrofe”. ‎

Después de ver la previsión “científica” según la cual en 7 años el planeta Tierra será devastado ‎por la catástrofe climática, los 400 jóvenes que el ministro Cingolani había traído de todo ‎el mundo exigieron que la industria energética basada en las fuentes de energías fósiles se cierre ‎antes de 2030, que los gobiernos cesen inmediatamente de financiarla y que la sustituyan con ‎‎«energía verde» exenta de emisiones de CO₂, objetivo que el ministro Cingolani ‎se comprometió a cumplir. ‎

El hecho es que ese objetivo sería efectivamente alcanzable… si Italia contara con un plan ‎estratégico para crear un sistema energético integral basado en la explotación de la energía solar ‎fotovoltaica y, sobre todo, termodinámica –mediante el uso de espejos que concentran los rayos ‎solares– y también en la creación de grandes parques eólicos, principalmente en el mar, con ‎turbinas eólicas flotantes o instaladas en aguas poco profundas. ‎

Pero el innovador proyecto de instalación solar termodinámica concebido por el Premio Nobel ‎[italiano] Carlo Rubbia –proyecto que habría permitido satisfacer la tercera parte de las ‎necesidades de Italia en energía eléctrica con varias centrales solares y cero emisiones de CO₂– ‎fue deliberadamente enterrado y esa tecnología se utiliza ahora en China. Por otro lado, la ‎creación de parques eólicos en aguas costeras ha encontrado tantos obstáculos que sólo ha ‎podido instalarse uno, en Tarento. ‎

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La “solución” del ministro Cingolani es la energía nuclear. Así lo dijo públicamente el propio ‎Cingolani cuando Matteo Renzi lo invitó a la escuela de formación política de Italia Viva ((Italia ‎Viva es el partido político creado por el ex primer ministro italiano Matteo Renzi. Nota de ‎‎Red Voltaire)) y el ministro apadrinó un coloquio de apoyo a la industria nuclear. ‎

No es casualidad que eso haya sucedido justo después del encuentro de Cingolani con John Kerry, ‎hoy enviado especial del presidente de Estados Unidos para el medioambiente –el propio Kerry se oponía antes a la energía nuclear y ahora se ha convertido en su defensor. ‎

Por supuesto, Matteo Salvini se puso de inmediato del lado de Cingolani, declarando: «¿Una ‎central nuclear en Lombardía? ¿Cuál es el problema?» Así que se ha implantado en Italia el ‎poderoso grupo de presión favorable a la energía nuclear, que ya obtuvo en la Unión Europea un ‎primer y fundamental resultado: el Centro Conjunto de Investigación, con mandato otorgado por ‎la Comisión Europea, ha incluido el sector nuclear entre las «fuentes energéticas verdes» que ‎cuentan con apoyo y financiamiento de la Unión Europea para eliminar las emisiones de CO₂ ‎de aquí al año 2050. ‎

La Unión Europea reactiva así la industria nuclear, precisamente en momentos en que ese sector ‎se halla en una profunda crisis por causa de sus crecientes costos y problemas técnicos. Mientras ‎que las centrales solares son capaces de producir más electricidad, sin costos adicionales ‎ni emisiones peligrosas, ya se prevé, sólo para almacenar temporalmente la enorme cantidad de ‎desechos radiactivos provenientes de las centrales nucleares de la Unión Europea, un gasto de ‎entre 420 y 570 000 millones de euros. ‎

A eso hay que agregar el enorme gasto que representa el desmantelamiento de ese tipo de ‎centrales, que ya han alcanzado o sobrepasan en su mayoría su tiempo límite de explotación (35 años), lo cual las hace más costosas y peligrosas. ‎

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Mientras tanto, la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha autorizado que ‎se viertan en el mar más de un millón de toneladas de agua radioactiva acumuladas en la central ‎nuclear de Fukushima desde el accidente de 2011. Por supuesto, el resultado será un ‎incremento de los fallecimientos por cáncer causados por esta «fuente de energía verde»‎

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