Religión

La Shoah como nueva religión

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LTY.- La Iglesia Católica se ve confrontada a las exigencias de una nueva religión resuelta a suplantar, entre otras, la suya. Y sin embargo parece incapaz de darse cuenta y reaccionar ante la amenaza de una Shoah que ambiciona imponerse en Occidente, y aun en otras comarcas del mundo, como una nueva religión, que por una vez podríamos calificar de verdaderamente “judeocristiana”.

Sería el llamado “Pueblo Elegido” que fungiría de nuevo Mesías, por haber sufrido el “martirio” del Holocausto por culpa del “demonio nazi”, que aquí representa el conjunto del mundo europeo que debe asumir su culpabilidad hasta el final de los tiempos. A modo de Gólgota tendríamos Auschwitz, y en reemplazo del Santo Sepulcro de Cristo de los antiguos cruzados, el sagrado lugar supremo hacia el cual deberían obligatoriamente volverse las miradas y las plegarias sería el Museo Yad Vashem de Jerusalén. El Santo Sudario y otras originales reliquias serían reemplazadas por esos montones de zapatos y gafas que se les enseñan a los turistas en algunos campos, y la Biblia por el “Diario de Anna Frank”.

En substitución de los templos y las iglesias actuales de un cristianismo que se desvanece, tenemos todos esos monumentos y “memoriales” de la Shoah que se intentan implantar hasta en los confines del planeta. Tal es así que en enero del 2006, la ONU consagró una jornada para la celebración del nuevo culto cuyo catecismo ya es enseñado en las escuelas de medio mundo, así como a través de los innumerables programas propagandísticos que nos imponen permanentemente los medios de comunicación.

Se comprende entonces que los principales refractarios a esta avasalladora “judeolatría” sean calificados de negacionistas. Estos aparecen a los celadores de la nueva religión como negadores, unos herejes y unos blasfemos inspirados por el “diablo” en persona, que en su lenguaje es conocido como “el odio” y el “racismo”. Estos enemigos de la nueva fe se les supone habitados por el Mal, y contrariando con su pertinaz descreimiento a los intereses del “Pueblo Elegido” se vuelven culpables de antisemitismo, el nuevo “pecado capital” propio a condenarlos y excluirlos eternamente de la comunidad de los “justos”, y enviarlos a las “tinieblas exteriores” ad secula seculorum.

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Contra estos descreídos, la intolerancia llega a ser tal que basta ahora expresar dudas o incluso “minimizar” la importancia del martirio judío (como sufrimiento absoluto, causado por el crimen absoluto, para siempre inexpiable como lo había sido la pasión y asesinato de Jesús) para verse expuesto de inmediato a una persecución despiadada. Los escritos de estos servidores del Maligno son puestos en el nuevo Indice Expurgatorio e incluso sometidos a modernos autos de fe: secuestro y destrucción. Los nuevos inquisidores auxiliados por un ejército de delatores y acusadores públicos son todopoderosos, llegando a hacer temblar a los presidentes, los reyes y los Papas. Tienen de su lado la fuerza, el dinero, las leyes, el control de las mentes y de los estómagos, y hasta la buena conciencia. Incluso en los peores tiempos de la Edad Media no se había visto algo igual.

Una cosa parece segura: si la Iglesia Católica no emprende una verdadera resistencia contra esta ofensiva que pretende apoderarse de la mente de sus fieles y someterlos a los dogmas de la Shoah, firma su sentencia de muerte. Viendo como las máximas autoridades vaticanas se prosternan a diario ante ante el judaísmo y su brazo político, el sionismo, y no pierden una ocasión de pedir perdón al “pueblo-Dios”, consideramos esa posibilidad como real y cercana.

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