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La regeneración de Pablo Iglesias es haber pasado de servilleta a mantel

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Los españoles tienen que costear los gastos de la vigilancia de la vivienda de Pablo Iglesias
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José L. Román.- Decía Pablo Iglesias que, la “casta”, son los que después de estar en un Parlamento se suben al avión privado de un multimillonario, pero si los que después de estar en un Parlamento o de vivir en el Palacio de la Moncloa vuelven con su gente, vuelven con su barrio, y siguen llevando una vida que se parece a la de la mayor parte de los españoles, y además asumen que el salario de un político no puede ser un insulto a la mayor parte de los españoles que tienen estrecheces, es lo que lo que diferencia a los que hacen política y son casta, de los que hacen política y defienden a su gente.

Claro que, esto, lo decía Pablo Iglesias cuando era simplemente servilleta. Hoy, de servilleta ha pasado a mantel, y ya se sabe, “el que de servilleta pasa a mantel Dios nos libre de él”. Y es que Pablo y su portavoza, se ciscan en su discurso adquiriendo un chaletazo en una de las mejores zonas de Madrid, que les ha costado dicen, 660.000 euros. ¿600.000 euros? Echen un vistazo al VIDEO y valoren ustedes cual es el valor real del “kasoplon”.

Decía también Pablo Iglesias en otra de sus peroratas refiriéndose a los políticos, lo siguiente:

“¡Es casta! Es decir, tienen unos sueldos que les colocan en una posición, en la que tienen una suerte de palacio de cristal que les aísla del resto de los ciudadanos. La clase política, los que representen en última instancia a la gente tienen que ser ciudadanos, y para ser ciudadanos, tienen que tener unas condiciones de vida dignas, no digo que no, pero que no les alejen de los ciudadanos”.

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Pues bien, sus propias palabras hacen quedar a este cantamañanas comunista vendedor de crecepelo, como Cagancho en Almagro. Ni tiene vergüenza ni la ha conocido en su vida. Cuando era un simple “servilleta”, decía que la Guardia Civil era una Institución burguesa que defiende los intereses de la “clase dominante”, pero como ahora es diputado y ha pasado a “mantel”, le resulta reconfortante que la Benemérita vigile su kasoplon mientras viaja en coche oficial hasta la Moncloa para visitar a su amigo Pedro.

Y éste era el que nos hablaba de regeneración. Lo que no decía es, a qué quedaría reducida su cacareada regeneración. O sea, exactamente igual que su amigo Pedro, que se exhibe exultante como la personificación de la pulcritud y la honradez, y luego resulta que plagia una tesis doctoral como quien se deja un grifo abierto, va a los conciertos en avión oficial y a los bodorrios en helicóptero a cargo del Presupuesto, y gasta 530.000 euros de dinero público en cortinas y muebles para redecorar el Palacio donde con su esposa pacen, y donde ambos se regodean a placer por haber conseguido una paga vitalicia el, y un enchufe muy bien remunerado ella por ser la mujer del presidente. Y todo esto, después de que los “regeneradores”, Pedro y Pablo, acordaran en su día luchar contra el privilegio de los ricos.

En otra de sus apariciones públicas Pablo Iglesias deja constancia de su cinismo y su hipocresía:
“Porque nos duele hacer política. Porque no vamos a convertirnos en unos cínicos. Y lo pasaremos mal. Y sufriremos. Y tendremos que aguantar muchas mentiras. Pero os aseguro una cosa, cuando no se te olvida de dónde vienes; cuando estás orgulloso de haber crecido en un barrio; cuando estás orgulloso de mirar a los ojos a la gente de tu piso, que ven que sigues viviendo en el mismo sitio; cuando saludas al panadero; cuando saludas al que te vende el periódico…”

La incoherencia y las contradicciones de este personaje son una estafa en toda regla. Hasta en los sectores más extremos de su doctrina califican su comportamiento como algo impropio de quien se proclama “antisistema”, “anticasta” y comunista. Que lejos queda lo de consultar a la militancia, cuando se trata de hacer lo contrario de lo predicado.

Es verdad que a nadie debería importarle lo que haga su vecino con su peculio particular cuando el dinero se ha ganado honradamente. Ahora bien, cuando ese mismo vecino cae en incoherencias tan sumamente aberrantes como las de este comunista de pro que hace alarde de buen samaritano con el dinero de los demás; y que ha llegado al Parlamento criminalizando a propios y extraños para después convertirse en “casta”, entonces, estamos ante un mentiroso, rastrero, despreciable, repugnante, e indigno.

Es doblemente reprobable y condenable, que un comunista que ha conseguido convencer al sector más desfavorecido del electorado con un discurso basado en la pobreza, en los desahucios, en las pensiones exiguas y en los sueldos de miseria, nos venga ahora, llevando apenas cuatro días como diputado, con la compra de una mansión que no hubiera conseguido jamás en su vida de no haberse valido del engaño y la mentira al amparo de la política y la democracia.

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Si España fuese un país cuya riqueza se manifestase en la educación y formación de sus gentes, estos comportamientos tan indignos serían motivo, no sólo para dimitir, sino para apartarse de la política de por vida.

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