Religión

La Pastoral “coronavírica” de Francisco. El Papa.

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Por Jesús Córdoba García. (*)

Tenemos un papa que deja perplejo al mundo cristiano con sus declaraciones y gestos. A los que sabemos algo de doctrina católica y conocemos un poquito la Sagrada Escritura nos deja confundidos con algunas de sus afirmaciones y sobre todo con muchos de sus gestos.

En un discurso que el Papa Francisco pronunció el 8 de junio de 2018, dirigiéndose a un grupo de jóvenes recibidos en el Vaticano como iniciativa del “tren de los niños” dijo: “Les confieso algo: no me gusta viajar”. De hecho, es bien sabido que, cuando era arzobispo de Buenos Aires, Jorge María Bergoglio rara vez dejaba su diócesis [SIGUE MÁS ABAJO]

Menos mal que no le gusta viajar… No recuerdo los viajes que ha hecho, pero son muchos.  Francisco en sus viajes ha querido formular lo que él ha llamado “La cultura del encuentro”, pero quizás ha olvidado que el primero en encontrarse con la cultura fue el mismo Jesús que en Mateo 15 nos dice: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los cielos». [SIGUE MÁS ABAJO]

Esto es lo que ha predicado la Iglesia a lo largo de la historia con todos sus defectos sí, pero queriendo imitar a Cristo. El mismo San Pedro escuchó tres veces la pregunta del Señor: “¿Me amas más que estos?”. La tercera vez que Jesús se lo preguntó, se entristeció mucho y se dio cuenta de que era débil y que, en la tristeza, traicionó al Señor. A pesar de eso, Jesús le confirmó como pastor de su Iglesia como a tantos antecesores de Francisco en el papado.

Ciertamente nuestros pastores saben que no pueden ser Jesús, pero sí intentar ser como Él, dejando que Cristo habite en ellos: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mi” (Gálatas 2,20). Por lo tanto, a lo largo de la historia, la Iglesia ha buscado transformar todo lo que no concordaba con el Evangelio, hacer ver lo que Dios no quería y aquello que deseaba en su bondad.

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Otra manifestación que me sorprende del Papa Francisco es aquella de “una Iglesia en salida exige una conversión misionera”. Subrayo “en salida”, que es lo contrario de lo que él ha hecho escondiéndose detrás de las murallas leoninas del Vaticano por miedo al coronavirus.

Evidentemente, su actitud ha influido en todos los obispos de España y del mundo, que han cerrado las iglesias, confirmando así la patética pastoral en streaming desde casa.

¡Y que el mismo Francisco sea el que insinuó a los obispos españoles que el cardenal Omella era el más adecuado para torear al gobierno de Pedro Sánchez desde la Conferencia Episcopal, y para controlar a sus mismos hermanos en el episcopado!

Que el papa Francisco, en esta “galaxia digital”, haya impuesto una especie de código en la velocidad de comunicación para llegar sobre todo a los alejados, que solo viven en las redes sociales, para evangelizarlos es una cosa, pero que nos haga lo mismo a los que intentamos vivir en comunidad parroquial nuestra fe, es otra muy distinta.

Jesús, en la persona de sus ministros, ha sido el único que ha venido al encuentro de los pecadores en las grandes epidemias de la historia. La Iglesia se ha volcado en ellos y ha ayudado a consolar a los enfermos y les ha dado los sacramentos para su recuperación corporal y espiritual. Y ahora, viene Francisco y nos quita esa posibilidad metiéndose entre sus cuatro paredes y se dedica a hacer discursos televisivos. De esta manera no se contagiará con el virus ni dará la vida por las ovejas como muchos santos, empezando por el mismo Jesucristo que se acerca y cura al leproso (Lucas 15,12-13). San Francisco de Asís, San Juan de Dios, San Damián de Molokai entregados a los enfermos y ahora tantos otros sacerdotes enterrando a las víctimas de coronavirus… médicos y enfermeras atendiendo enfermos y el papa, por no contagiarse, da su bendición por la tele.

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Todo lo que el papa Francisco ha predicado se ha esfumado en una gran decepción universal. Todos sus gestos parecen realizados para parecer bueno y cercano y así salir en la prensa… y ahora que de verdad necesitamos que nos toque, se encierra.

Le ha imitado muy bien su íntimo amigo el cardenal Omella: el día de la consagración de España al Sagrado Corazón Jesús en Fátima estaba en su salita de estar, sentado a tres metros de sus obispos auxiliares. Lo más tétrico que he visto en mi vida. Debe ser el efecto del coronavirus: el profundo abandono al que nos ha sometido la jerarquía eclesiástica.

Menos mal que el Espíritu Santo sigue dirigiendo la Iglesia a pesar de todos ellos, y suscita cristianos llenos de sabiduría que dan testimonio de la fe católica con sus palabras y obras. Dios Todopoderoso sigue siendo grande, aún cuando muchas figuras pequeñas y raquíticas intenten hacerle sombra. Y si hay muchos perros mudos con solideo y sotana que esconden la verdad por miedo a la persecución y al martirio, la Iglesia es la Esposa de Cristo y Él con su sangre la lava y purifica para presentársela al Padre limpia de toda mancha. Por eso la llamamos Santa, Católica y Apostólica a la Iglesia. Que el Señor nos conserve siempre en ella a pesar de todos los pesares.

* Jesús Córdoba García es Teólogo.

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