Opinión

La ley de violencia de género es un fraude

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Nos educan para vivir en pareja (mejor dicho: nos inculcan que “lo mejor es vivir en pareja”) toda la gente acaba imaginando de forma más o menos realista cómo será ese momento de vivir “a dos”, que se supone que será de dicha, de felicidad… Todos pensamos que ese es el estado perfecto, lo mejor para ser feliz es “encontrar la mujer de mi vida, el hombre de mi vida”, envejecer juntos, “hasta que la muerte nos separe”… El problema es que esa aspiración bastante común, no es cierta, es una de las muchas falsedades que nos inculcan, y que acaba frustrando a muchísima gente, causando profundas infelicidades, tragedias personales y de grupo; tal vez sea necesario incluir con urgencia en el currículo escolar una asignatura de educación relacional-afectivo-sentimental, posiblemente se acabarían muchas rupturas tormentosas, impregnadas de rencor, de sensación de fracaso, y cosas por el estilo…

La tendencia general es a considerar un fracaso el que una pareja no funcione, pero por supuesto nadie suele arrogarse responsabilidad alguna en tal “fracaso”, siempre la “culpa” es del otro o de la otra… De considerar así las cosas a pensar que es legítimo “castigar” a la otra persona hay una distancia muy corta. Otra cuestión no menos importante, que condiciona especialmente las rupturas de pareja es la tendencia a prolongar la relación “innecesariamente”, darse enésimas oportunidades para “salvar” la pareja, cuando desgraciadamente la relación está tan deteriorada que ya no cabe remedio de ningún tipo…

Sirva este comentario –necesario- como preámbulo al asunto que pretendo abordar: la llamada “Ley Integral contra la violencia de género” y las causas de su fracaso.

Ha pasado ya tres lustros desde su aprobación, y las cifras de mujeres asesinadas siguen siendo semejantes a las que se decía que se pretendía poner freno con la aprobación de la LIVG (por supuesto, también la cifras de varones, de niños, de ancianos, siguen en un “tono” muy semejante).

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¿Qué está fallando? No cabe duda de que la ley no está funcionando. Es importante señalar que la frase tantas veces repetida de, “no para de aumentar el número de mujeres muertas” y cosas por el estilo (amplificada hasta la saciedad por los diversos medios de comunicación…) es una absoluta falsedad, pues como demuestran las estadísticas del Ministerio del Interior el número de mujeres y hombres muertos en el ámbito familiar, se mantiene más o menos estable…

La ley está fracasando por la sencilla razón de que está diseñada desde la ideología o perspectiva de género y no desde la interpretación de la realidad. La Ley Integral contra la violencia de género es un homenaje a tal doctrina (que no son pocos los que la consideran totalitaria…) cuyos efectos resultan negativos no solamente por su escasa eficacia sino porque ha judicializado penalmente las relaciones de pareja.

¿Es la perspectiva de género una doctrina totalitaria? La perspectiva del género es una doctrina que pretende una respuesta “global” a la totalidad de la problemática del ser humano, como ocurre con el marxismo en cuyas fuentes bebe sin lugar a dudas.

Según la interpretación de la ideología de género la sociedad actual está fundamentada en el matrimonio y la familia, familia en la que existe una determinada división de roles, es intrínsicamente perversa porque está sujeta a los dictados de una “clase” dominante: los varones; la familia es un ámbito donde se educa de manera que facilita la violencia contra la mujer.

La teoría en la que se inspira la fracasada ley es que la violencia contra la mujer, los feminicidios, es la respuesta del “macho dominante” a los deseos de emancipación y libertad de la mujer. El varón apegado a formas de conducta ya periclitadas, el varón educado en la familia y la religión judeocristianas, en el patriarcado, niega la autonomía de su pareja y a partir de un determinado límite resuelve el conflicto matándola.

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Naturalmente, dado que es una ideología bastante chapucera, no existen datos que corroboren o apoyen tales hipótesis. Todo lo contrario.

Si la hipótesis de la “perspectiva de género” fuera verdad, la violencia y, sobre todo, los asesinatos se darían en mayor medida en las personas educadas de forma más tradicional que en las personas jóvenes. Sin embargo, la tozuda realidad demuestra que las cosas no son así: la inmensa mayoría de homicidas son menores de 40 años, y el veinte por ciento menores de 30. Las homicidas mayores de 50 años, el grupo en teoría más peligroso por su supuesto “patriarcalismo”, apenas representan el 40 por ciento de los casos.

Si la teoría fuera cierta, las personas con mentalidad tradicional deberían cometer más homicidios que las más “liberales” o “progres”. Pero no es así. Las personas unidas por matrimonio religioso presentan una menor tendencia al homicidio que las unidas por matrimonio civil, y a su vez, éstas muchísimo menos que las que viven como pareja de hecho. Casualmente, las estadísticas demuestran que existen 10 veces más posibilidades de homicidio en una relación de pareja de hecho.

Si las afirmaciones de la perspectiva de género, que inspiran la ley fueran ciertas, los países “más liberales”, con una mayor tradición de emancipación de la mujer, como los países nórdicos y anglosajones, deberían poseer una incidencia mucho menor que los países de raíz tradicional y católica, como Portugal, España, Italia, Grecia (ortodoxa), incluso Irlanda. Pero no es así, sino todo lo contrario. Suecia tiene el dudoso honor de liderar el ranking junto con Gran Bretaña y los Países del Norte de Europa, mientras que la cola corresponde precisamente a los países mediterráneos e Irlandia.

El tópico-estereotipo de un presunto “macho violento” de pelo en pecho, color cetrino y mirada cejijunta frente a un rosado nórdico, de ojos azules y actitudes liberales, es falsa: el nórdico estadísticamente presenta una mayor tasa de feminicidios y, no sólo esto, sino también de violaciones.

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¿Falla la ley porque no ve que el origen de la violencia intrafamiliar está en la ruptura de pareja? Existen tres factores, que a menudo se olvidan, que guardan una íntima relación con los feminicidios. Uno ya ha sido señalado, las parejas de hecho; el segundo es la inmigración desestructurada, sin familia (que no la inmigración a secas) y el tercero son los procesos de ruptura de pareja.

Pero en realidad estos tres factores se pueden resumir en un único factor: el que ya hemos nombrado de las rupturas, porque la inmigración desestructurada suele derivar en parejas de hecho y éstas presentan un grado de inestabilidad, de ruptura, por consiguiente, muchísimo más elevado que los matrimonios. De ahí también, que el aumento del número de divorcios tienda a presionar al alza el número de homicidios.

Pero la ley no quería abordar en profundidad el asunto porque resulta social y políticamente incorrecto señalar la ruptura como el factor de riesgo, porque lo importante era criminalizar al hombre-varón, y no buscar la causa real del por qué en unos casos concretos la violencia estalla mientras que en la mayoría no. Para la ideología de género es necesario que la violencia contra la mujer sea inherente al sistema y el feminicidio su corolario.

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