Religión

La justicia absuelve al Cardenal Pell: la “mafia vaticana” fracasa en su intento de hundirle

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El cardenal George Pell ha sido absuelto del delito de abuso sexual por la Corte Suprema de Australia. Los siete magistrados del Tribunal se pronunciaron unánimemente sobre la base de que existe una posibilidad razonable de que el delito no se haya cometido. En el fallo, que no puede ser recurrido, el pleno de los magistrados consideró que existió una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido condenada porque las pruebas no establecieron la culpabilidad con el nivel de prueba requerido. Por tanto, in dubio pro reo, según reza desde tiempo inmemorial el Derecho Romano. [SIGUE MÁS ABAJO]

Desde el primer momento, eminentes juristas y eclesiásticos no contaminados por la mafia vaticana denunciaron lo absurdo de una acusación de abuso cometido contra dos monaguillos, hacía veinte años en la catedral, en una sacristía abierta de par en par y con un flujo constante de personas que entran y salen. Los únicos testimonios, los de las presuntas víctimas. La defensa del cardenal siempre alegó que era imposible que dichos hechos pudieran haber ocurrido debido, entre otros factores, a la falta de oportunidad, ya que el entonces arzobispo de Melbourne estaba siempre acompañado. [SIGUE MÁS ABAJO]

Ahora sí, el Vaticano se ha felicitado en un obligado comunicado en el que se expresa así: “La Santa Sede, que siempre ha confiado en la autoridad judicial australiana, acoge con satisfacción la sentencia unánime dictada por el Tribunal Supremo en favor del Cardenal George Pell, que lo absuelve de las acusaciones de abuso a menores, revocando su condena”.

“El Cardenal Pell – al someter su caso a la magistratura – defendió siempre su inocencia, esperando que la verdad fuese aceptada”.

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“La Santa Sede se vale de esta ocasión para reafirmar su compromiso en la prevención y persecución de cualquier tipo de abuso a menores”.

La Santa Sede -dice- siempre confió en la autoridad judicial australiana que condenó a seis años de cárcel a Pell, de los cuales se ha pasado más de un año entre rejas, aislado y habiéndole negado -las autoridades australianas, tan buenas ellas- la posibilidad de celebrar la Eucaristía. El prelado defendió siempre su inocencia y tuvo la posibilidad de recurrir hasta las últimas instancias. Un simple sacerdote en parecida situación, ¿hubiese podido hacerlo? Si la Santa Sede no movió un dedo a favor de uno de sus cardenales, ¿lo hubiese hecho a favor de un simple cura?

Finalmente, como hay que salvar los trastos ante un mundo que quiere sangre fresca, el Vaticano aprovecha la feliz ocasión para recordar que ellos en prevención y persecución de pedófilos van dos pasos por delante de cualquier otra institución. ¿De verdad quieren hacernos creer eso después de encubrir durante treinta años al cardenal pedófilo McCarrick y dejar que nombrara con su dedazo a la mitad de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos? En fin, un comunicado frío y escueto como diente arrancado con las tenazas de un dentista del siglo XIX.

No olvidemos, sin embargo, que el caso del cardenal Pell es otro intento frustrado de limpiar las finanzas vaticanas y se enmarca en las otras tres ejecuciones sumarísimas efectuadas por la misericordiosa corte pontificia: la del consultor financiero Gotti Tedeschi, el sacerdote riojano Lucio-Angel Vallejo-Balda y el economista Libero Milone.

El primero, designado por Benedicto XVI como presidente del Instituto para las Obras de Religión – popularmente conocido como ‘banco vaticano’ – en 2009, se afanó en incrementar la transparencia vaticana, y en independizar los organismos financieros del poder omnímodo del cardenal Bertone, el del pisazo vaticano oscuramente financiado. Y quizá llegó más lejos de lo que ciertos poderes ocultos podían tolerar: en 2012 Tedeschi fue apartado de su cargo sin el beneplácito de Benedicto XVI, al que puentearon los mafiosillos ensotanados, mientras acusaban abiertamente a Tedeschi de desequilibrado mental.

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Similar suerte corrió el sacerdote riojano Lucio Ángel Vallejo-Balda. Nombrado por Benedicto XVI secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede y posteriormente ascendido por el Papa Francisco para organizar la Comisión Pontificia Referente a la Organización de la Estructura Económico-Administrativa de la Santa Sede, fue arrestado en 2015 por la gendarmería vaticana y permaneció como preso pontificio durante más de un año. ¿El motivo? “Revelación de secretos”, incluido un audio del Papa, para su publicación en un libro. Secretos que favorecían exclusivamente la buena fama del papa Francisco, por lo que se sospecha que le indujeron a hacer una filtración interesada para tenderle una trampa.

Vallejo-Balda fue juzgado por el Tribunal Único del Vaticano -ese que no se reúne nunca- junto a su presunta cómplice y amante -a la que condenaron también, pero se abstuvieron de aplicarle la pena- y fue condenado a 18 meses de cárcel, al considerarle culpable de robo y divulgación de documentos confidenciales. Los magistrados vaticanos apartaron a la abogada del sacerdote y se le impidió comunicarse con su cliente al cual se le asignó uno del gusto del abyecto tribunal. Antes de que el papa Francisco lo acabase indultando, se pasó trece meses a la sombra en la Ciudad del Vaticano mientras la cristiandad celebraba el Año de la Misericordia. ¡Todo un signo!

Luego, el testimonio de Libero Milone, durante dos años Revisor general de la Santa Sede y auditor de las cuentas vaticanas, tampoco contribuyó a disipar las dudas sobre el caso Pell. En 2015, el Papa Francisco le encargó la supervisión de las reformas económicas y financieras de los organismos vaticanos. En 2017, cuando apenas había podido comenzar su labor, fue compelido a dimitir bajo amenazas del establishment vaticano. Libero Milone declaró entonces: Quiero ser claro; no he dimitido voluntariamente. Me han amenazado con arrastrarme. El jefe de la Gendarmería me ha intimidado para obligarme a firmar una carta que ya tenían preparada (…) Quería hacer el bien de la Iglesia, reformarla, que era lo que se me había pedido. No me lo han permitido…

Pero volvamos a Pell. El cardenal, una vez nombrado prefecto de la Secretaría para la Economía de la Santa Sede y miembro del C9 (el grupo de los nueve purpurados consejeros directos del papa) rápidamente empezó a aplicar nuevos estándares de contaduría: estableció el Comité de vigilancia financiera de la Santa Sede para controlar transacciones sospechosas y se aseguró de que las cuentas bancarias del Vaticano fueran auditadas independientemente.

Proyectó una personalidad decidida que se enfrentó a múltiples obstáculos. Uno de ellos la inveterada costumbre de los proveedores del Vaticano de inflar el precio de las facturas y hacer desparecer la diferencia entre múltiples comisionistas, tanto laicos como eclesiásticos. Entre algunos minutantes era conocido como el cardenal Rambo, aunque ese apelativo era más cariñoso que peyorativo pues Pell estaba teniendo un impacto positivo en las finanzas de la Iglesia. Demasiada virilidad para los Pink Panthers vaticanos…

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Se dijo entonces, cuando empezó el proceso contra Pell, que un miembro del C9, y con indudable autoridad moral en la lucha contra la pederastia, transmitió sus sospechas respecto al caso. De acuerdo con él, todo podría tratarse de una jugada de la mafia vaticana para frustrar las reformas económicas y financieras que, de modo eficaz, estaba impulsando Pell en el citado C9. Cuando le preguntaron con sorpresa, si los tentáculos de la mafia podían llegar a Australia me contestó con seriedad: “Ni te puedes imaginar su alcance”.

Lo cierto es que tanto Gotti Tedeschi y Vallejo Balda como el propio Libero Milone tienen algo en común: parece que hasta temieron por su vida mientras trataban fumigar la estructura económico-financiera del Vaticano. Quién sabe si tras el calumnioso proceso contra Pell, hay eso mismo que había tras la dimisión forzosa de Milone, la cacería contra Vallejo Balda y la delirante destitución de Gotti Tedeschi: un intento desesperado por preservar el hediondo statu quo de las finanzas vaticanas.

De momento, el cardenal australiano está absuelto y en libertad pero, con bastante probabilidad, tocado moralmente por los muchos meses de cruel aislamiento carcelario sin poder recibir el consuelo de la Eucaristía. Ahora en su retiro monacal, “sin rencor” -nos dice- y sin deseos de revancha, vivirá discretamente intentando no molestar a los que, en la calumnia, le abandonaron a su suerte. Prematuramente retirado, ha comprobado en sus carnes que únicamente del Señor podrá en adelante fiarse.

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