Opinión

La injusticia de la Justicia, un hombre de Estado y más de lo mismo

Published

on

¡Comparte esta publicación!

La semana pasada vivimos las consecuencias de una de esa sorprendentes sentencias que anteponen la unanimidad de sus “dictadores” a la Justicia en sí misma, en esa débil línea de equilibrio inestable que las separa de una posible prevaricación, que nuestro Diccionario de la RAE define como “Delito consistente en que una autoridad, juez o funcionario, dicte a sabiendas una resolución injusta”.

Porque ¿cómo cabe definir la reciente sentencia del Tribunal Supremo respecto de la exhumación de los restos mortales del Generalísimo Francisco Franco anteponiendo los deseos de un gobierno sectario que dicta su voluntad e impone el nuevo lugar de inhumación al sagrado derecho de una familia de depositarlos en el lugar que crea conveniente? Como no soy jurista, no puedo argumentar nada en contrario y, por supuesto, no queda otra que acatar lo dictado por esos “respetables” jueces tan “independientes” del poder político.

Además, por lo que he leído y oído en esas tertulias enciclopédicas que saben de casi todo, es todavía más sorprendente, como en la sentencia del llamado “procés” catalán, que eran mayoría los jueces que tenían criterio digamos lógico pero se impuso la minoría para evitar uno o varios votos discordantes que pudieran dar pie a un revolcón en caso de recurso al Tribunal Constitucional -que no pocas veces corrige al Supremo, paradójicamente- o al de Derechos Humanos de Estrasburgo, que creo que va a tener tarea con este asunto. Dejo la respuesta a quienes puedan desde un fundamento jurídico, pero coincido con Francisco Franco, nieto, en que “Desenterrar a un muerto que pertenece a la Historia es histerismo e impotencia”, ¿se puede calificar de otra forma querer ganar una guerra que sus antecesores ideológicos provocaron y perdieron hace 80 años y derrotar al que la ganó, 44 años después de muerto en la cama? Pues eso.

Al final, con la inestimable ayuda de esos jueces y ante la incomprensible pasividad de la Iglesia, se “cumplió”, eso sí, después de más de “17 meses, 17” -en argot taurino- la única “promesa” del “programa” del doctor Plagio cum Fraude en su moción de censura, que justificaba para “convocar nuevas elecciones generales ante la inestabilidad que representaba para España el Gobierno de Mariano Rajoy”, que curiosamente fue a más desde entonces, y que no convocó hasta que la situación se volvió ingobernable y la crisis económica asoma de nuevo y que fue a peor hasta motivar una nueva cita electoral que ya veremos qué “sorpresa” depara el próximo 10 de Noviembre.

Advertisement

Y se consumó ese capricho sectario -felón hubiera dicho Pablo Casado en su primera etapa- de alguien que ni conoció a Franco ni, me atrevería a asegurar, nuestra Historia -de la que parecen no tener ni idea ni el presidente en funciones ni sus ministros-. Como botón de muestra el “gol por la escuadra” que la familia Franco le metió a la “notaria mayor del reino” -y de Garzón- el día de la exhumación que recogía Francisco Marhuenda en La Razón, único medio que reparó en ello, demostrando otra vez el pésimo nivel de nuestro periodismo, ante la prohibición del gobierno frentepopulista de Sánchez de cubrir el féretro del Caudillo con la bandera de España, como en principio querían sus nietos, que sustituyeron por un “estandarte familiar” que no era sino el Guión de Franco como Jefe de Estado, de lo que la ministra, analfabeta en historia, se habrá enterado por la prensa, algo muy usual en el socialismo. El resultado de esa “urgencia”, que muchos llaman profanación, ha tenido el efecto contrario al que hubiera deseado la nefasta izquierda antifranquista, devlver al primer plano la figura del, posiblemente, único verdadero hombre de Estado que tuvo España en el último siglo. Prueba de ello es lo que se recoge en un artículo de Francisco Bendala que publica la Fundación Nacional Francisco Franco con el título “Victoria de Franco sobre Kennedy: la renovación de los acuerdos bilaterales”, cuya lectura recomiendo y con pequeñas aportaciones, resumo bastante: <> ¿Serían imaginables estas posiciones, palabras y forma de pensar en alguno de nuestros “principales” -Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno- desde nuestra transición? Que cada uno responda en conciencia, pero mi respuesta es que no encajarían en el cortoplacismo de todos y cada uno de ellos, con los matices particulares que se quieran en algún punto pero sin visión global de Estado en ningún caso, en mi modesta opinión.

Por último, y relacionado con mi tesis anterior, una breve reseña del, en parte, “más de lo mismo” que viví el pasado martes en una mesa redonda organizada por el Casino de Madrid, con el título genérico de “España y el desafío independentista. Propuestas para el fortalecimiento de la Nación”, en la que intervinieron José Manuel Otero Novas, Jaime Mayor Oreja y Alfredo Dagnino Guerra, sobre las que voy a dejar una muy breve opinión. La intervención del primero me confirmó el enorme error que cometió Adolfo Suárez cuando prescindió de él en su segundo Gobierno en 1979 y ésta, junto a la del tercero, que no me equivocaba mucho en mi artículo del pasado 12 de Septiembre http://www.alertadigital.com/2019/09/11/repeticion-de-elecciones-vuelve-el-bipartidismo-imperfecto/ cuando los proponía para “encabezar esa iniciativa transitoria y formar un magnífico Gobierno de concentración que pusiera en orden este magnífico país que es España hasta que ese bipartidismo imperfecto se perfeccione porque el abanico de partidos no funciona aquí” -como decía Franco-. No puedo decir lo mismo del segundo de los intervinientes, desde mi mayor respeto y al que en tiempos admiré, del que el Presidente del Casino, presentador de los conferenciantes, dijo que había nacido en 1951 y entrado en política en 1977 -con 26 años, es decir, toda su vida- y al que le escuché por “duodécima” vez -Javier Solana hubiera dicho “doceava”, seguramente- la interpretación del mismo discurso profético negativo y autocomplaciente, con pequeños matices, repitiendo la inminencia de lo que él define como “gobierno del frente popular nacionalista populista”, y que dijo algo que, como dirían los modernos de hoy, me dejó “ojiplático” cuando complementando una reflexión sobre las causas que nos han traído hasta aquí confesó sin rubor su “ignorancia de que el nacionalismo fuera insaciable”, confirmando lo que muchas veces he dejado como preguntas retóricas “¿se puede gobernar o ser parte activa de la política española sin un conocimiento de nuestra Historia, al menos de la del último siglo y analizar las causas de lo que provocó el enfrentamiento de españoles en 1936, que no difieren mucho de las que se está volviendo a repetir?” ¿Puede alguien ignorar que al nacionalismo, por mucho que se le dé, nunca estará satisfecho y cuando considere que tiene la fuerza suficiente, te machacará.

¿Puede alguien con 68 años pensar que se puede dar todo lo que se pide sin que traiga funestas consecuencias para el dador?”. Pues miren ustedes por donde, don Jaime Mayor Oreja gobernó y vivió y sigue viviendo, directa o indirectamente, de su actividad política sin conocer nuestra Historia de los años treinta y la insaciabilidad del nacionalismo rupturista y golpista. Al menos tuvo la honradez de disculparse por su ignorancia que, de esta forma o con olvido premeditado no es exclusiva del político vasco, sino más bien general entre los que conformaron esa casta desde los primeros ochenta. “De aquellos polvos… estos lodos” que empiezan a estar más claros después de esto. Como decía San Agustín de Hipona, “La ignorancia es madre de la admiración” -esa que mucha gente siente, yo hasta hace un par de años, hacia don Jaime- y se confirma, también en frase del santo, que “Con frecuencia, la ignorancia es la desgracia del inocente”. Bendita “inocencia”.

Advertisement

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil