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La infiltración de radicales islamistas puede afectar a numerosas instituciones galas

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La Fiscalía Antiterrorista de Francia se ha hecho cargo de la investigación del reciente ataque ocurrido en la Prefactura de París, en el que un trabajador, convertido al islam, ha asesinado a cuatro policías y herido gravemente a otro a golpes de cuchillo, antes de ser abatido por otro gendarme. Las pesquisas, hasta el momento llevadas a cabo por la Fiscalía de París, se han reanudado ahora bajo las calificaciones de “asesinato e intento de asesinato de una persona depositaria de la autoridad pública en relación con una empresa terrorista”.

Tras este atentado terrorista, muchos han recordado un reciente informe divulgado por el diario parisino Le Figaro en el que dos diputados de la Asamblea Nacional, Éric Diard y Eric Poulliat, realizaban un retrato demoledor de hasta dónde habría llegado la infiltración islamista en los servicios públicos galos. La investigación analiza sectores claves para la vida pública, desde las Fuerzas de Seguridad a los transportes o las prisiones, pasando por la educación o los deportes, y pone negro sobre blanco lo que las élites políticas, intelectuales y culturales francesas llevan varias décadas negando: que el islamismo avanza a un ritmo rapidísimo en el suelo francés.

De hecho, y tal y como explicaba el propio Le Figaro en un fulminante artículo editorial, “además de efecturar sangrientos y espectaculares actos de terrorismo, el islamismo se está colando por todas las partes de la sociedad francesa como si fuera una zarza. En cuanto a la delincuencia, incluso podemos hablar hoy de un islamismo de cuello blanco. El número de salafistas detectados habría aumentado en quince años de 5.000 a 50.000 militantes”.

Y el atentado llevado a cabo esta semana en la Prefactura de París, uno de los grandes símbolos del Estado francés, en el corazón de la sede de la Policía, por un funcionario que trabajaba en el mismo desde hace más de una década, y además en el interior de uno de los servicios más sensibles, la Dirección de Inteligencia, ha llevado la situación al límite. El jefe policial de la capital francesa ha sido muy claro al respecto: “Esta tragedia es aún más terrible porque ha ocurrido dentro de la Prefectura y porque ha sido cometida por ‘uno de nosotros’”.

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Hace algunos meses, una nota interna confidencial del Departamento de Seguridad Pública, filtrada y publicada en Le Parisien, detallaba 17 casos de agentes de policía radicalizados entre 2012 y 2015. En particular, se señalaba a los policías que escuchaban y reproducían recitados religiosos musulmanes mientras patrullaban. Algunos de estos policías, según el periódico francés, se habrían negado abiertamente a proteger las sinagogas o a guardar un minuto de silencio para conmemorar las muertes de las víctimas de atentados terroristas. Un ejemplo: la Policía fue recientemente alertada sobre una agente que incitó al terrorismo en Facebook, afirmando que su uniforme solo era “un trapo sucio de la República”, limpiándose las manos en él. En enero de 2015, justo después de los atentados contra Charlie Hebdo y el supermercado kosher “Hypercacher” en Vincennes, que dejó 17 muertos, esta misma policía escribió en su página de la red social: “Ataque enmascarado dirigido por cobardes sionistas… Hay que matarlos”.

Pero la Policía no es la única que está nerviosa; también el ejército francés también está preocupado. Y mucho. No hay estadísticas claras del número de soldados musulmanes en las fuerzas armadas francesas, pero expertos militares aseguran que éstos son numerosos y que son vulnerables a las influencias y presiones islamistas, ya que Francia ha intervenido militarmente en África, contra Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), y en Oriente Medio, contra el autodenominado Estado Islámico. Sin embargo, y desde el atentado islamista contra Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, la mayor operación militar puesta en marcha por Francia ha sido en suelo nacional: se han desplegado 10.000 soldados armados en el país para proteger las sinagogas, las escuelas judías, las estaciones de tren y metro, y también algunas mezquitas. La misión de estos soldados ya no es ser una simple fuerza complementaria, sino, como explicó Le Figaro, “desplegar, de forma permanente, operaciones militares en el interior del país”.

Ya en 2013, durante el quinto debate parlamentario sobre seguridad nacional, el coronel Pascal Rolez, entonces adjunto al vicedirector de contrainteligencia de la Dirección de Protección y Seguridad de la Defensa (DPSD), declaró: “Estamos observando un aumento de la radicalización entre el Ejército francés, en especial desde el caso Merah”. Y recordó que Mohamed Merah, un joven francés musulmán, asesinó a tres soldados franceses en Toulouse y Montauban, y también asesinó a cuatro franceses judíos en una escuela de Toulouse.

Con el fin de identificar a los miembros de las fuerzas armadas en proceso de radicalización, la DPSD tiene en cuenta factores como los cambios en la vestimenta, las bajas por enfermedad reiteradas, los viajes realizados, o el robo de suministros o equipamiento militar.

El 21 de enero de 2015, la emisora de radio RFI informó de que unos diez soldados franceses habían desertado para unirse al combate yihadista en Siria e Irak. Jean-Yves Le Drian, entonces ministro de Defensa y hoy Ministro de Asuntos Exteriores, lo confirmó, aunque advirtiendo de que estos casos son “sumamente raros”. Al parecer, uno de estos veteranos ocupó el cargo de “emir” en Deir Ezor, en Siria, y dirigió un grupo de unos diez combatientes franceses entrenados personalmente por él. Otros de los desertores franceses son expertos en explosivos o paracaidistas, y otros provienen de unidades de comando de la Legión Extranjera de Francia.

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También en enero de 2015, tras los atentados de París, la policía descubrió que Emmanuelle C., una gendarme auxiliar francesa de 35 años de edad, se había convertido al islam en 2011 y mantenía una relación con Amar Ramdani, buscado por posesión de armas y tráfico de drogas. Ramdani fue cómplice de Amedy Coulibaly, responsable de los atentados criminales en Mountrouge y en el supermercado “Hypercacher” de París. Ramdani fue avistado por el Departamento de Inteligencia de la Prefectura de Policía de París (DRPP, por sus siglas en francés) en el área “pública” de la fortaleza de Rosny-Sous-Bois, en Sena-San Denis. En esta fortaleza se encuentra la división científica de la gendarmería. En cuanto a Emmanuelle C., fue acusada de haber cometido más de 60 infracciones de seguridad en el archivo de sospechosos (FPR, por sus siglas en francés). Fue sentenciada a un año de libertad vigilada y expulsada de la gendarmería.

El 6 de marzo de 2016, un veterano militar “radicalizado”, Manuel Broustail, fue detenido al bajar de un avión en la ciudad de Fez, en Marruecos. Según el periódico francés Presse Ocean, Broustail llevaba en su maleta un machete, cuatro cuchillos de cocina, dos navajas de bolsillo, una porra extensible, una capucha negra y una lata de gas. Broustail, veterano soldado francés y converso al islam, había estado anteriormente bajo arresto domiciliario en Angers (Maine y Loira), días después de los terribles atentados de París, donde fueron asesinadas 130 personas.

Hace tres años, en 2016, Thibault de Montbrial, experto en terrorismo y presidente del Centro de Estudios de Seguridad Nacional, declaraba lo siguiente: “el riesgo más importante es que agentes de las fuerzas de seguridad puedan atacar a sus compañeros. Que alguien de uniforme ataque a otra persona que lleva el mismo uniforme. En Francia, esa hipótesis no es imposible. Las fuerzas de seguridad deben ser conscientes del riesgo”.

Lamentablemente, el ataque en la Prefactura de París le ha dado la razón.

(La Tribuna del País Vasco)

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