Religión

La Iglesia que se nos viene encima

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El cardenal Omella, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal
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Alberto González Fernández de Valderrama.- Con el reciente nombramiento del cardenal Omella como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal española ya tenemos -con toda probabilidad- al relator que el gobierno secesionista de Cataluña desea que Pedro Sánchez designe como mediador en esa negociación intergubernamental que tiene como último objeto sentar las bases para que Cataluña sea un Estado independiente de facto, ya que no lo puede ser de iure al menos por el momento. Cualquier figura elegida para esa misión dialogante y conciliadora que perteneciera al mundo estricto de la política generaría una gran controversia en los sectores conservadores de la sociedad y sería previsiblemente objeto de todo tipo de ataques y acusaciones de sectarismo; pero si el elegido es una alta autoridad de la Iglesia y muy cercano al Papa es más difícil acusarle y, por el respeto que su figura produce a los católicos, es más difícil hacerle objeto de diatribas y someterlo a escarnio público. Así que debemos estar preparados para no llevarnos sorpresas.

Sabemos de las buenas relaciones de Junqueras con Omella y esto desde luego es muy sospechoso de que algo se está tramando desde las altas esferas para que el proceso independentista catalán siga su avance imparable hasta conseguir su último objetivo, que es debilitar al Estado español de tal modo que su soberanía sobre Cataluña acabe siendo meramente simbólica hasta que, a la larga, desaparezca del todo. Por otra parte Junqueras, como buen fariseo, se hace pasar por un cristiano devoto, pacífico y de porte conciliador para blanquear la imagen del partido de izquierdas que preside y que lleva en sus genes el odio a la religión católica y el asesinato de muchos de sus fieles en la pasada centuria. Fariseo, sí, porque lejos de ser el hombre bonachón que aparenta ha malversado caudales públicos desobedeciendo la ley y ha alentado violentas algaradas callejeras que han causado multitud de lesiones a personas y estragos a la propiedad que no puede ni quiere reparar. Y por ello nada extrañaría que su actitud le llevara algún día a pasar de pedir votos a hacerlos ingresando en alguna orden monástica catalana de nueva creación que, por supuesto, no rendiría culto a Dios sino a la madre naturaleza o la butifarra.

Porque eso de ser católico y someterse al papado le puede venir bien mientras en el Vaticano se siente Bergoglio con el apoyo financiero de Soros; pero…¿qué pasaría si un día, con el apoyo directo o indirecto de Donald Trump, llegara a la silla de San Pedro un Cardenal conservador?. Si esto sucediera cambiarían mucho las cosas en el mundo, y la Iglesia Católica, en vez de apoyar a los gobiernos de izquierda que desentierran muertos mientras entierran la seguridad de los Estados con su política de fronteras abiertas, se volcaría en la única principal misión que debe perseguir: la propagación de la fe para la salvación de las almas. Y para esto no vale Junqueras. Ni tampoco para el ayuno que una misión de ese calibre exige.

Así que, volviendo a Omella, ya tenemos al futuro relator que nos va a ir relatando cómo se va poco a poco deshaciendo España y cómo se va creando un nuevo Estado Catalán que propugne como valores fundamentales de su ordenamiento la libertad, la igualdad y la fraternidad, en el marco de una República progresista, multiculturalista, feminista y elegetiba, vigilada por el ojo omnipresente y providencial de Horus, amparada por una nueva Iglesia independiente de Roma.

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