Opinión

“La guerra del aceite” por José Luis Rodríguez

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         La guerra del aceite es otro de los síntomas evidentes de la disfunción neuronal de los españoles.

Su precio se ha triplicado, ocasionando el desabastecimiento del producto en  los comercios, debido al egoísmo, a la compra compulsiva y al miedo que parece ser la única herramienta útil y que tan bien explota éste gobierno de ineptos.

         La excusa es que un “componente” del aceite viene de Ucrania, y como no hay suministro de tal “materia prima” el precio se dispara.

Vamos a ver… en primer lugar, el aceite no necesita de ningún aditivo, mejor es cuanto más natural sea, aunque algunas marcas añaden antioxidantes para una conservación más duradera.

Dudo que Ucrania tenga en exclusiva la producción de antioxidantes, y aunque así fuera, una pizca de aditivo no creo que triplique el precio del litro de aceite…eso para empezar.

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         Para seguir desmontando ésta estafa, España produce el doble de toneladas de aceite del que consume, por lo que no hay ninguna necesidad de importar un producto del que contamos con excedente, aparte de las comisiones y mordidas que pueda trincar el ministro de turno por arruinar a sus productores nacionales invadiendo el mercado de productos importados de pésima calidad.

        

         Ya tuvimos una muestra con la colza hace unos años, cuyas consecuencias siguen siendo visibles en las personas afectadas, pero ese caso se dio por cerrado hace tiempo.

         Tampoco el comportamiento compulsivo de nuestra incomprensible sociedad ayuda en absoluto a paliar las consecuencias de tan miserable engaño.

 Al contrario! Acaparar masivamente un producto eleva aún más el precio, pero nuestro córtex parece incapaz de procesar razonamiento alguno que no sea el propio yo.

         Esos litros de aceite que has amontonado en tu despensa son la sentencia que nos obligará, de por vida, a pagar el triple por cada litro.

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Mostrar esa predisposición colectiva a pagarlo a altos precios es una cornucopia que llena los bolsillos de unos cuantos, que no permitirán que el aceite recupere su precio habitual.

         Una pregunta más… ¿Qué hemos hecho con los miles de freidoras de aire que compramos éstas navidades?

Esa maravilla de freidora hace muy bien las patatas fritas, pero qué queréis que os diga, las rabas, las alitas de pollo, las croquetas y todo lo demás necesitan su buena dosis de aceite, o al menos a mí, me saben a cartón.

         Esa fue otra compra compulsiva en masa, la bendita y milagrosa freidora de aire, esa que tienes guardada con las garrafas de aceite….

Repite conmigo. Tonto no, soy lo siguiente.

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