Cine y Televisión

La casa de Bertín Osborne

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AR.- Bertín Osborne es un privilegiado al que le permiten hacer un programa de televisión en “prime time” sin que tenga que esconder al hedonista jabonero que lleva dentro. Cuando pregunta sus invitados, sobre todo si el invitado es un político, lo que está haciendo es una felación periodística en toda regla. Sus entrevistas en la cocina de su casa son cómodas, sin sobresaltos, sin latigazos, todo sonrisas, felicidad, recuerdos de la infancia, de la adolescencia, de la familia… Se trata del anfitrión perfecto y el formato de programa perfecto para que un tipo que no se atreve a sentarse con periodistas de presa, sobre todo para que no destapen sus vergüenzas, sí lo haga con un entrevistador como Dios manda, como Bertín. Qué es eso de que Ana Pastor le pueda preguntar por los chiringuitos económicos de los que disfrutó cuando ejercía del hijo que Esperanza Aguirre nunca tuvo. O si ha percibido en su vida un solo euro que no proceda del presupuesto público. O que le pregunten por Schopenhauer y termine respondiendo que un jugador del Bayern. Definitivamente, no. Él prefiere el enjabonamiento de Bertín que las preguntas incómodas que evidencien su desnudez intelectual. Y es que Bertín lo pone muy fácil y cuando bebe con esa delectación de vividor jerezano está creando un clima de complicidad que hasta Abascal, que no quiere ver un plató de televisión ni en pintura, se arranca y nos habla de economía con mucha autoridad. Sucintamente, eso sí, repitiendo las frases aprendidas de Kiko Menéndez Monasterio, que es quien le escribe los discursos.

Lo describe mejor que yo Esther Mucientes: “El programa de Bertín es un paseo por las nubes se siente quien se siente. Si alguien esperaba que Bertín se transformara en una Ana Pastor, en un Pablo Motos, en un Ferreras, en un Alsina, lo mejor es que no hubieran sintonizado ni Telecinco. Desde el principio lo advirtió Bertín, que él no estaba ahí para ponérselo difícil, ni para darles hostias como panes. Él les había invitado para que la gente les conociera -pero si les tenemos más vistos que el TBO-. ¿Quién no iba a aceptar que le dieran un masajito en la espalda? Pues Sánchez e Iglesias.

Y así fue. Bertín preguntó de todo en el modo que tiene Bertín de preguntas y que nunca deja de sorprenderme, como si no viviera en este mundo. Me deja fascinada que hablando con Albert Rivera sobre sus padres, sobre la tienda de su madre, sobre su trabajo, le pregunté sorprendido si su madre ha tenido alguna vez algún problema en la tienda. Vamos a ver, que todo el mundo sabe que la tienda de la madre del líder de Cs es pintada y atacada día sí y sí también por los independentistas. Pero Bertín lo pregunta como si fuera a desvelar una gran exclusiva. Me fascina este teatrillo televisivo para que parezca que nada está preparado ni medido”.

Escuchando a Casado, Rivera y Abascal uno se pregunta si la diferencia entre ellos no estará más en el matiz que en la sustancia. Los tres aplicarían el artículo 155, los tres hablaron de España con el mismo entusiasmo, los tres denunciaron la falta de orden en Cataluña, los tres bajarían los impuestos, los tres aceptan las reglas básicas de la Constitución del 78, los tres se declaran monárquicos, los tres coincidieron en la necesidad de echar a Sánchez y ninguno de los tres desenterraría a Franco. Ni siquiera el punto de vista de Abascal sobre el homosexismo difiere gran cosa de lo que defienden Casado y Rivera. Al ser preguntado sobre la unión legal entre personas del mismo sexo, dijo que en solo se oponía a que se le llamara matrimonio. Es decir, que Abascal reduce una cuestión moral tan intrincada a una mera cuestión semántica. Pues qué tranquilo se queda uno. Y qué tranquilo se habrá quedado Pedro Sánchez al serle servido en bandeja el relato cocinado de los tres líderes clonados de la derecha, que va a utilizar hasta la saciedad durante la campaña.

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Tampoco quiso hacer sangre Bertín cuando permitió que Abascal anatemizara lo que él entiende como traición a España, sin que nos concretara si se era más leal a la patria  estando al frente de una fundación pública, sin utilidad social alguna y percibiendo 80.000 euros anuales, que teniendo que levantarse a las seis de la mañana cada día para sacar adelante a una familia debiendo trabajar muy duro.

Fue al final de la entrevista, en el jardín, con un sol de primavera, la piscina de fondo, cuando Abascal remató la faena diciendo que se sentía un político afortunado. Y tanto. De no haber sido por el maná de la política caído del cielo, un tipo como él con tantas carencias estaría ejerciendo ahora de mileurista y no de falso disidente.

Definitivamente, la casa de Bertín no es ni será nunca la nuestra.

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