Historia

La cara oculta del Cid Campeador: un genio de la guerra que humilló a sus enemigos con extorsión

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En los últimos meses, el doctor en Historia David Porrinas González ha puesto patas arriba la imagen que, hasta ahora, se había generalizado de Rodrigo Díaz de Vivar. Su nueva obra, «El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra» ( Desperta Ferro, 2019) ha cautivado al público hasta el punto de que, en apenas unos meses, ya ha vendido su primera edición. Y no es para menos pues, por un lado (y como nos explicó el mismo autor el pasado diciembre) aborda la visión más histórica del personaje. Aquella que se aleja de los típicos mitos manidos hasta la saciedad. Sin embargo, en el texto también analiza, por primera vez en nuestro país, una de las facetas más obviadas sobre el Campeador: la militar.

Hoy nos adentramos en ella y desvelamos, en palabras del experto, a un «genio de la táctica» que, mediante el uso de la psicología, consiguió doblegar a ejércitos cristianos y musulmanes que superaban en número a su mesnada.

1-¿Debemos ver al Cid como un mercenario o un señor de la guerra?

Las dos cosas. Mientras sirvió a los príncipes de la taifa de Zaragoza fue un mercenario. Al fin y al cabo, tanto él como sus hombres recibían dinero a cambio de luchar. Lo que no podemos obviar es que allí se convirtió en un mercenario peculiar. Sus éxitos militares le transformaron en una suerte de ministro de la guerra de sus señores. Aunque sobre el papel era un combatiente a sueldo, la situación no era la misma que se había dado en el momento en que había llegado a la zona y había tenido que integrar su mesnada cristiana con la población local musulmana. Dejó atrás eso y pasó a ser una especie de comandante en jefe gracias a sus continuas victorias. Después ya empezó a ser un señor de la guerra autónomo.

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2-El término mercenario, al menos en la actualidad, suena algo peyorativo.

En efecto, pero no pasa nada por llamarle mercenario. Hoy en día se ha cargado de connotaciones negativas, pero una de las acepciones del término es aquel que lucha para alguien a cambio de dinero. Los reyes europeos, entre ellos los capetos, utilizaron compañías de este estilo de forma masiva. En la actualidad, por ejemplo, su contratación se ha generalizado entre las grandes potencias porque es muy impopular que la sociedad vea en la televisión cómo matan a sus soldados en países extranjeros.

En el caso de Rodrigo este trabajo le granjeó una buena consideración militar. Gracias a él consiguió, entre otras cosas, ganar experiencia y conjurar las distintas amenazas que tenia la taifa de Zaragoza, codiciada por cristianos y musulmanes.

3-¿Era habitual el uso de compañías de mercenarios en la Península Ibérica?

No. Fue un fenómeno que no se dio en la Península Ibérica hasta la baja Edad Media, en el contexto de la Guerra de los Cien Años. Aquí se había articulado una sociedad preparada para la batalla en la que se implicaba a la nobleza y a toda su pirámide feudovasallática en la lucha contra los musulmanes. Y donde, además, se habían creado las órdenes militares (una suerte de pequeños ejércitos diseminados por el territorio dirigidos por un maestre) y las milicias concejiles (cuyas obligaciones se regulaban en base a un fuero).

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4-¿Es su obra pionera a la hora de hablar de la vertiente militar del Cid?

Hay libros que hablan del Cid histórico, pero hasta ahora no había uno que analizara su vertiente guerrera. Algo esencial para entender a este personaje. El Campeador no se había estudiado desde el punto de vista de la caballería, de la logística, de su forma de combatir al enemigo… Tampoco se habían relacionado estos factores con la sociedad, la cultura, la mentalidad de la época o la religión (todo ello clave para entender por qué tuvo un papel revolucionario).

Yo me planteo disyuntivas como su forma de liderar a los soldados, el comportamiento de sus ejércitos en el campo de batalla, su visión estratégica de los enfrentamientos o el tipo de tácticas de las que se valía para luchar contra el enemigo.

Al final todo está ligado. Si estudias cómo abastecía el Campeador a sus ejércitos, entiendes la economía de la España de su siglo. Si analizas a quién reclutaba, comprendes cómo era la sociedad en la que vivía. Todo eso, conjugado y mezclado, no se había estudiado jamás.

5-¿Hemos olvidado su faceta bélica?

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Sí. Hasta ahora nos habíamos perdido un gran talento militar que se daba por hecho, pero no se comprendía. Todos suponíamos que era un genio, pero deberíamos preguntarnos por qué. Y a eso intento dar respuesta. Es algo clave, porque su excepcionalidad en este campo es uno de los pilares que le lleva a convertirse en leyenda. Sin esa faceta bélica no se puede entender la mitificación posterior.

6-¿Por qué fue un genio militar?

Fue un genio militar por varias razones. Para empezar, tuvo una enorme capacidad de aprendizaje y de adaptación a distintas circunstancias muy cambiantes, muy complejas y muy adversas. Sabía reaccionar, lo que implicaba que contaba con una gran inteligencia en el ámbito castrense. También demostró que podía articular un ejército permanente en una época en la que no existían estos contingentes.

Por otro lado contemporizaba con sus hombres, entre otras causas, porque combatía junto a ellos en el campo de batalla. Sangraba como ellos, como demuestran las dos heridas de gravedad que sufrió en sendas ocasiones. Vivía, comía y dormía a su lado, además de que sufría los mismos padecimientos. Eso generó mucha cohesión en torno a su figura.
«El Cid conseguía dinero para sus hombres. Era una suerte de empresario de éxito de la época»

Tampoco debemos olvidar que muchos de los hombres que le seguían vivían gracias a él. El Cid conseguía dinero. Era un empresario de éxito de la época, y todos queremos trabajar para un jefe que nos garantiza el sustento.

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Su astucia era destacable. Sabía leer el terreno y valerse de la psicología propia y la ajena. La primera, para motivar y cohesionar a sus hombres; la segunda, para atemorizarlos, dividirlos y desorganizarlos. Y, por descontado, destacó por su valentía. Era un personaje muy arrojado que no dudaba en enfrentarse a ejércitos que eran más numerosos que el suyo.

7-¿Ejército profesional?

Sí. Fue una revolución para la época. A lo largo de la Edad Media no hubo ejércitos permanentes. Ese concepto se asociaba a un Estado con una capacidad económica suficiente como para mantener un contingente perpetuo. Eso salía caro. Día tras día, los soldados debían comer y dedicarse solo a la guerra. Él logró articular una tropa profesional gracias a que se dedicaba de forma constante a la lucha. Gracias a ello conquistó Valencia tras un largo asedio.

Era, además, lo que llamaríamos un señor de moros, ya que, salvo la cúpula de su contingente (que era cristiana) el resto era, en su mayoría, musulmán.

8-En su obra afirma que lo logró con artes algo oscuras…

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Las de la época. Lo logró mediante el círculo de la guerra: no dejar de saquear para conseguir botín y abastecerse de alimentos y material. Además, usó la extorsión ya que, si no le pagaban tributo los reinos de taifas, les saqueaba las tierras.

9-¿De dónde le vino ese talento para la guerra?, ¿cómo lo aprendió?

Para ganar ese talento militar fueron fundamentales los años que pasó con los musulmanes. Consiguió hibridar tropas, tradiciones y culturas diferentes. Su forma de entender la política fue, en muchas ocasiones, más musulmana que cristiana. Y así lo demuestra en sus cuatro primeros años de gobierno en Valencia, cuando se comportó más como un rey de taifas musulmán que como un príncipe cristiano.

La realidad es que, en la práctica, fue el único rey de taifas cristiano que existió en todo ese período. Aplicó la ley islámica, utilizó las estructuras administrativas y tributarias de los musulmanes… Se comportó, en definitiva, como lo habrían hechos los mismos líderes de Zaragoza a los que había servido. Fue también un híbrido político porque gobernó como un árabe aún siendo cristiano.

-Habla de las armas psicológicas…

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En efecto. Utilizó muy bien varias armas psicológicas como la difusión de falsos rumores. Con ellos conseguía dividir y dispersar a sus contrarios. Así estaba en condiciones de poder derrotarlos en el campo de batalla. Era muy analítico en ese sentido.

-¿Cuál fue su gran victoria militar?

Hubo dos batallas en las que demostró su gran talento táctico. La primera fue la de Tévar, en el verano del 1090, que le enfrentó a una coalición formada por el conde de Barcelona y el taifa de Lérida, Tortosa y Denia. La contienda demuestra que en el siglo XI la situación política era más compleja que lo que se nos ha contado. Así lo atestigua el que Berenguer Ramón II se aliara con un rey musulmán para luchar contra un cristiano cuyas tropas eran, en su mayoría, árabes.

En esta batalla, el Cid utilizó el terreno y la difusión de rumores para debilitar al enemigo. Para empezar, buscó luchar en una zona montañosa entre los límites de las actuales regiones de Ciudad Real y Castellón. Seleccionó una garganta que cerró con una empalizada, algo óptimo para defenderse. Luego envió a falsos desertores musulmanes con órdenes de que se dejasen capturar por el enemigo y de que, durante los posteriores interrogatorios, dieran información falsa sobre el camino a través del que iban a llegar las tropas de Rodrigo.

Estas mentiras obligaron al conde de Barcelona a dispersar sus fuerzas para cubrir todos los supuestos frentes. Además de dividir al ejército, el Campeador apostó a sus soldados en aquellos caminos de forma ventajosa antes de que sus contrarios llegasen, lo que le dio la victoria.

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-¿Y la segunda?

Fue la de Cuarte, en el otoño del año 1094. Para entonces había pasado poco tiempo desde que había conquistado Valencia (en junio). En octubre, los almorávides atacaron la ciudad con un gigantesco ejército. Rodrigo entendió que no estaba en condiciones de resistir un largo asedio porque no había tenido tiempo de plantear unas defensas concienzudas.

¿Cuál fue su solución? Usar la inteligencia. Dividió a su ejército en dos. Al primer contingente le ordenó rodear y atacar por la espalda al enemigo a su orden. Sus hombres salieron en mitad de la noche y se valieron de una acequia para no ser descubiertos. Por otro lado, envió a varios espías para que convencieran a los musulmanes de que los sitiados iban a recibir ayuda de un poderosísimo ejército del rey Alfonso VI.

Durante una madrugada, al alba, Rodrigo salió personalmente de Valencia con la segunda parte de su ejército y atacó el campamento almorávide. Pero solo brevemente. Pronto se retiró de nuevo a la ciudad. Así logró que el enemigo abandonara sus posiciones y siguiera a su pequeño contingente. Entonces entró en juego el engaño: los hombres emboscados asaltaron como un ciclón el acuartelamiento musulmán, posiblemente al grito de “¡Por Alfonso!”.

Aquello hizo que cundiera el pánico. El ejército invasor se dispersó y sus tiendas fueron saqueadas por un Cid que había demostrado cómo la psicología puede dar la victoria.

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