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¿La acción de un perturbado o atentado de falsa bandera para evitar un segundo mandato de Trump?

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AN.- A los pocos minutos de perpetrarse el tiroteo en un centro comercial de Texas ya sabíamos que el autor era un hombre de raza blanca. No habían transcurrido dos horas del incidente y ya nos dieron a conocer el contenido de un manifiesto supremacista escrito por el supuesto asesino justificando los hechos. A esa hora ya conocíamos también todos los detalles biográficos de Patrick Crusius, de 21 años.

El jefe de la Policía de El Paso (Texas) Greg Allen, no se anduvo por las ramas al subrayar la existencia de un «nexo potencial» con un crimen de odio. A Patrick Crusius no le cupo el beneficio de alguna enfermedad mental, que en cambio sí tienen los autores de masacres de naturaleza aparentemente distinta.

Donald Trump debería preocuparse estando como estamos a pocos meses de las elecciones en Estados Unidos, cruciales no sólo para este país sino para todo Occidente. Debería preguntarse si los tiroteos en El Paso y horas más tarde en Dayton (Ohio) son o no atentados de falsa bandera.

El grupo terrorista ANTIFA anunció recientemente marchas en El Paso y también había amenazado con ataques contra la guardia fronteriza de EEUU.

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El periodista Alex Jones advirtió hace poco sobre la preparación de atentados de falsa bandera para responsabilizar a la derecha americana.

No estamos ante nada nuevo. La Operación Northwoods (Operation Northwoods) fue un plan diseñado por el Ejército estadounidense de 1962 que pretendía generar apoyo del pueblo estadounidense para una acción militar contra la Cuba de Fidel Castro. El plan requería varias operaciones encubiertas incluyendo actos de terrorismo de Estado real y simulados (como secuestros de aviones) en territorio estadounidense y cubano. Este plan fue propuesto por altos cargos del Ministerio de Defensa estadounidense, entre ellos el presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, Lyman Louis Lemnitzer. El presidente de Estados Unidos en aquella fecha era el demócrata John F. Kennedy.

Por otra parte, masacres de este tipo refuerzan el rechazo en Europa al derecho de los ciudadanos a portar armas. La élite globalista quiere una ciudadanía desarmada para poder imponerse sin apenas resistencia civil. Y así, con la seguridad nacional como pretexto, se promulgarían leyes para militarizar a los cuerpos policiales y someter por completo a la población a los dictados del NOM. De ahí la permanente ‘cruzada’ de los poderes globalistas y sus lacayos políticos y mediáticos para limitar (y finalmente prohibir) la tenencia de armas. Se comprende entonces la rentabilidad propagandística que obtienen cada vez que se registra un tiroteo con víctimas mortales, incluidos los de falsa bandera.
Fuentes oficiales apuntan que la fundación del magnate estadounidense George Soros habría destinado cientos de miles de dólares para el control de la opinión pública en Europa, valiéndose para ello de sucesos como los de este sábado en Texas y Ohio.

Soros y la trama anti-Trump

Hasta Eisenhower, la CIA fue únicamente la organización de inteligencia central para el gobierno de los Estados Unidos y estuvo detrás de múltiples tareas de entrenamiento de insurgentes y desestabilización de gobiernos contrarios a las políticas del Pentágono, pero los lobbys militar y financiero no pudieron resistir a la tentación de crear un gobierno de facto que manipulara los entresijos del poder, derivando en la aparición de un nuevo ente (el complejo militar-industrial, en palabras de Eisenhower), refractaria a la opinión pública y al control del Congreso y Senado de los Estados Unidos). En la actualidad, la Compañía se habría transmutado en el llamado Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security) y de la hidra-CIA habrían nacido 17 nuevas cabezas en forma de agencias de inteligencia que integrarían la Comunidad de Inteligencia de EEUU (la Cuarta Rama del Gobierno según Tom Engelhardt), agentes patógenos de naturaleza totalitaria y devenidos en Estado paralelo, verdadero poder en la sombra fagocitado por el “Club de las Islas” de George Soros y que se habría conjurado contra un Trump defensor del americanismo y refractario al globalismo.

Para evitar un segundo mandado de Trump, la Alianza Democracia (DA), megaorganización fundada por George Soros en el 2005, habría diseñado una estrategia que constaría en una primera fase de utilizar la mass media de EEUU para inocular en la sociedad civil norteamericana las bondades del repliegue de las fuerzas que EEUU tiene diseminadas por todo el mundo y destinar su costo a inversiones en Educación, Sanidad e Infraestructuras vitales.

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Así, según recogía hace un año el portal ruso sputniknews.com citando al diario The Boston Globe , está prevista la pronta aparición del Instituto Quincy, think tank patrocinado por los multimillonarios George Soros y Charles Koch, para truncar la carrera política de Trump por métodos expeditivos y lograr que EE.UU. retome la senda de las seudodemocracias tuteladas por el verdadero Poder en la sombra (Cuarta Rama del Gobierno).

La popularidad de Trump sigue en alza

Con una economía cada vez más boyante y la recuperación por Estados Unidos de su papel hegemónico en el mundo, la tasa de aprobación de Trump aumentó cinco puntos, a 72%, según una encuesta de Reuters/Ipsos. Su índice de popularidad en la población general se mantuvo estable en 41%.

Y en el tema de la inmigración, un aspecto central de su campaña de 2016, parece dar en el blanco.

Según el centro de investigaciones Pew, 57% de los republicanos estiman que Estados Unidos «corre el riesgo de perder su identidad como nación» si «se abre demasiado a la inmigración».

Evocando su victoria de 2016, «una de las jornadas más extraordinarias de la historia de la televisión», Trump lanzó en Greenville: «Tenemos que volver a hacerlo».

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La entusiasta multitud no paraba de alentarlo: «Cuatro años más, cuatro años más».

Descartados pues los métodos convencionales, parece claro que los que pretenden el derrocamiento de Trump, ya sólo les queda agitar el miedo de la opinión pública con acciones de terror que puedan ser relacionadas con el mandatario estadounidense. En este sentido, no pudo ser más oportuno el manifiesto hallado en el domicilio de Crusius y que, según la policía y los líderes políticos demócratas, estaba «lleno de odio y contenido racista».

En un país con tanta tradición en actos terroristas de falsa bandera, desde el hundimiento del acorazado USS Maine al asesinato de Kennedy, nos sobran razones para dudar de la versión oficial acerca de la motivación de los dos asesinos de El Paso y Dayton.

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