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Poco más queda por decir: un puñado de semihumanos de ultraizquierda rodean, derriban y golpean salvajemente a un hombre blanco por eso; por ser blanco. De forma muy científica, todos patean con saña la cabeza de la víctima, de forma repetida, impulsándose y saltando sobre el cráneo de una persona que yace en el suelo, inmóvil, totalmente incapaz de defenderse.
Con un comportamiento que tiene todo para considerarse animal, y nada para considerarse humano, estos simios machacan una y otra vez la cabeza de la víctima, hasta que por fin la policía es capaz de formar un círculo a su alrededor, incapaz de algo más que proteger a un hombre que ya no tiene esperanza alguna de recuperación: la violencia de los golpes, y las tremendas convulsiones que agitan el cuerpo del caído nos muestran, sin lugar a dudas, daños cerebrales masivos, seguramente rotura de cráneo y sin duda, en el raro caso de que sobreviva, será con el resultado de toda una vida como un vegetal.
Pasen y vean. Y acuérdense de estas imágenes cuando les convenzan a la salida de un supermercado para dar una limosna a un inmigrante. O para “comprender” las fiestas y bailes de las nuevas “señoritas de la cruz roja” bailando como busconas, sin distancia de seguridad, con inmigrantes que graban sus enormes traseros con sus flamantes móviles.