Opinión

Ha llegado, once de noviembre, el San Martín

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Se puede caer más bajo – hasta lo ridículo, que lo raya- pero no más alto se puede decir por quién es el pueblo soberano, el que manda y del que emanan los mandatos y los cuartos que se pretenden malbaratar. Resistirse es morir del todo y cargarse el partido de los cien años de honradez. ¿Honrraqué?

Es tiempo de matanza, de morcillas, de adobos y de picadillos y eso lo entiende la ruralidad, e incluso el Tato, el remiso. No es tiempo de sorteos, ni de aprovechamientos comunales en plan finquita. ¿Se lo tendrán que decir en Europa, en Bilderberg, o en Asia, o simplemente en Ferraz?

Lo ha intentado todo, sin dejarse las escurriduras, ni las raspaduras, con una cohorte de puta pena. No le queda a quién desenterrar, al jodío. Ha quedado como un cochero por hacerse fotos y selfis, y encima copiando y plagiando, profanando, desvergonzado, sin ambages, sin dignidad, ni nada que no sea farfolla y puñetera farsa de peseta. ¿Reina por un día? ¿A qué precio? ¿No hay nadie en el PSOE?

¿Qué coño le queda al andoba? ¡Capri, c’est fini, caradura!

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¡No hay cama pa’ tanta gente! Como diría Celia Cruz, con Tito Puente, Willy Rosario y su orquesta.

¡Azúcar!

¡Pa afuera, pa la calle!
¡Se llenan las manos de lechón!
Después se limpian con la cortina.
Y por eso, tírenlo pa’ abajo,
que son un peligro arriba.
¡Qué esa trulla (¡Eh!) es peligrosa (¡Eh!)
¡Afuera, pa’ la calle!
Tírenlo pa’ abajo
Que son un peligro arriba,
Oye, antes de que pueda.
Oye, son una amenaza.

¿Quieren más combo?

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