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Greta Thunberg, la niña medio loca que utiliza la mafia pogre para sus negocios ecologistas

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Alguien quiso que esta adolescente con gesto maligno fuese una fuente de inspiración para muchos. Nadie sin un poder descomunal habría sido capaz de convertir a Greta Thunberg en un icono planetario. Lo grotesco es toda esta pantomina, del mundo a los pies de una niña, una niña desagradable, repelente, que ni estudia ni trabaja ni hace nada salvo viajar por todo el mundo, leyendo discursos de la Open Society, aclamada por milllonarios malignlos y las meretrices mediáticas de Soros.

La repelente niña sorista del exorcista cumple una fución vital para el NOM: preparar el terreno para nuevos controles e impuestos ecologistas y para que no se hable de la geoingeniería/chemtrails.

El fenómeno sociológico construido alrededor de esta niña ha involucrado a lobistas verdes, relaciones públicas, eco-académicos y un grupo de expertos fundado por una rica ex ministra socialdemócrata de Suecia vinculada con las compañías de energía del país. Estas compañías se están preparando para la mayor bonanza de contratos gubernamentales de la historia: la ecologización de las economías occidentales. Greta, lo sepan o no ella y sus padres, es la cara de su estrategia política. Pero a sus padres les da igual: son dos golfos oportunistas ávidos de fama y de dinero, dos exponentes carroñeros del basurero moral en el que se ha convertido Suecia, que ha pasado de país a retrete en menos de 40 años.

Cuando Greta Thunberg llevó a cabo su famosa huelga escolar junto al parlamento sueco, el 20 de agosto de 2018, pasaba por la calle el fundador de la plataforma We Don’t Have Time, Ingmar Rentzhog. Minutos más tarde, subía a su página de Facebook una imagen de la joven y el rostro de la activista y su mensaje comenzó a copar los principales tabloides del mundo. En un primer momento, Rentzhog comentó que vio a Greta «por casualidad», aunque finalmente admitió que había conocido a la joven activista una semana antes y que fue él mismo fue quien la animó a manifestarse. Eso quiere decir que existen grandes empresarios detrás de ella. Es evidente que las grandes empresas no quieren perder su poder y se subirán a discursos ecologistas siempre que no critiquen el crecimiento desmesurado o que esas empresas pongan sus intereses económicos por encima del interés de toda la humanidad.

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Greta Thunberg es la representación perceptible de un Occidente enlodado por el discurso progresista, la patología más grave y destructiva que haya conocido nunca el hombre. Y con rasgos tan contradictorios como criticar a Trump y al alcalde de Madrid por su supuesta falta de compromiso ecológico, mientras tu mujer hace anuncios de cruceros. El pasado año, los cruceros emitieron 10 veces más dióxido de azufre (SOX) alrededor de las costas europeas que el total de los 260 millones de coches de Europa. Y en el caso de la compañía que anuncia la mujer de Javier Bardem, lo superó en cuatro veces.

En la actual sociedad moldeada por la mafia progresista, que no tiene ideales fijos y, como resultado, tampoco una clara división entre el bien y el mal, debemos recelar y tomar como malo lo que ellos poponen como bueno. Y sobre todo si lo asocian a la imagen de una adolescente medio loca y al servicio de los objetivos globales de los peores bichos del planeta.

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