Opinión

España, la casa batida por el viento (y 2): pesadilla a medianoche en Monte Pelado

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Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- (Artículo extraído de mi libro, de próxima aparición: LA PATRIA TRAICIONADA: ESPAÑA EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL)

España, casa batida por el viento, por un viento donde va el tableteo de alas de vampiros buscando sangre fresca, el flap-flap de los buitres quebrantahuesos explorando los páramos en busca de cadáveres de patriotas, de huesos de nuestros héroes… el siseo de brujas femen en escobas volanderas, el fragor horrísono de los Falcons sanchistas.

España, casa desolada, cumbre borrascosa acometida por ventiscas que traen aullidos lobunos, una sofocante pestilencia de azufre; que trae un hedor insoportable de pavesas de iglesias incendiadas, de cadáveres chamuscados, de libros achicharrados en hogueras marxistas; fetidez que oscurece una Luna española viuda de toros enamorados, de poetas lorquianos, de Adoraciones Nocturnas.

España, fortaleza derruida por los zapadores del Tártaro, que entraron en nuestra Patria por los portones de Bellido Dolfos, empujando sus demonios de Troya, ávidos de holocaustos caníbales, de momentos leninistas, con los que instalar en España una revolución programada por el mundialismo luciferino.

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España, páramos desolados donde vientos diabólicos agitan la cebada y arrancan gallardetes y faralaes rojigualdas, valles colmatados de una inmundicia pasmosa, sin parangón; por unos detritos dominados por los tábanos rojo-morados del Señor de las Moscas, que comanda sus lacayos para que arranquen cruces, desentierran momias, ultrajen caudillos, y conviertan nuestra Patria en el más desolador de los mundos distópicos.

España, valles agostados en una vorágine de ríos púrpuras, azotados por un viento inmisericorde donde suenan estridentes las internacionales milicianas, los desgarradores gritos de los masacrados en chekas sanguinolentas; los alaridos de los orcos violadores, desenterradores, profanadores, que vienen otra vez a ejecutar sus macabros rituales, sus orgías de sangre.

España, España, Patria desolada, batida por arietes con cabeza de Bafomet, asaltada por tribus luciferinas que vienen tocando el tambor del llano con sus negras pezuñas…

Tiembla el útero de España, profanado por engendros infernales que con sus aterradores colmillos babean sobre cómo destripar vientres católicos, cómo destrozar la yugular de la España de siempre, para llevarla al reino de los no-muertos, del nunca-jamás.

España, historia mancillada por lacayos del Averno, avatares cornudos en directo desde Transilvania y Elm Street, dirigidos por el Señor de Monte Pelado, que desencadena sus polstergeists desde tribunas, hemiciclos, tertulias y tuits.

España, España gótika, aquelarre de blasfemadores, de profanadores, de mamelukos fusilando de nuevo en Monkloas y Parakuellos, de femens zugarramurdianas de verrugas y garras negras, de desenterradores marca Frankestein, que hurgan en los estercoleros de nuestra historia, sedientos de sangre católica, de Valles y Caídos, de Cruces alzadas al cielo español como enhiestos surtidores de luces y sueños.

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España, soledad poblada de aullidos, malezas rodando en calles arrasadas por pistoleros perrofláutikos, por milicianos regurgitados del terror del 36; casa arrasada por vientos catódicos donde cabalgan íncubos y súcubos que se precipitan sobre nuestros solares para succionar úteros núbiles, españolidades, derechismos, catolicismos y tradicionalismos; donde «aliens» maléficos devoran la vitalidad de un pueblo que una vez se llamó España, que durante mucho tiempo fue católico y cabal, y que ahora es un despojo perdido en la inmensidad del nunca-jamás, en una noche carbonaria de carroñeros coletudos, de vampiros de rasta y medianoche, desenterradores de momias católicas con las que marcarse una conga de las suyas, moviendo las caderas, blandiendo su puño en alto, como actores de un holocausto zombie, de una pesadilla en san Jerónimo’s Street, amenazando a los patriotas y católicos con guillotina, horca, boleto y baile.

España, España, casa batida por un viento gélido de escarcha roja, casa en llamas cuya fragorosa destrucción no despierta a los cervatillos que viven triscando entre terrazas, fútbol y sálvames, como si no pasara nada, como si este apocalipsis no fuera con ellos.

España, España mía, la de los pueblos que desaparecen por abortos subvencionados, Patria de soledades y escarchas, cuya sangre exprimen dráculas de capa roja, nosferatus sin corbata, hienas que se ríen de ti y de mí, sanguijuelas entrenadas para medrar en nuestras entrañas, sacamantecas que caen sobre nuestro pueblo como langostas perfectas, chupasangres en manada violando la Patria como si fuera una muchacha en flor, rojos-queen que se contonean con lascivia en catedrales y capillas, que arrasan con los patriotas mientras se llaman antifascistas.

España, ¿quién a contemplarte baja? ¿Quién se atreverá a descolgar nuestras antiguas cítaras de los sauces llorones? ¿Quién te librará de ser un arpa olvidada en un oscuro rincón? ¿Quién podrá ver regresar a las viejas golondrinas que anidaron en nuestra historia, en nuestras ventanas imperiales, en los rosetones de nuestros centenarios templos?

Mientras veo cómo tiemblan los faroles de la calle, cómo un viento arisco nos clava puñales de escarcha en nuestro milenario corazón, cómo se derrama en los salones antaño gloriosos, pienso en ti, y te sigo amando, España, mi España, antaño surtidor de sueños, y hoy chorro que a los infiernos casi alcanza, páramo desolado… España, antaño tierra de gallardía, de raigambre católica, de caudillos invencibles, de espíritus indomables, de siglos dorados e imperios inconcebibles… lo que el viento se llevó.

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