Salud

¿Es el coronavirus de Wuhan la «enfermedad X» de la que hablan algunos científicos?

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José Manuel López Tricas*.- El 21 de diciembre de 2019 se examinó a cuatro pacientes en un hospital de la megalópolis de Wuhan (más de once millones de habitantes). Estaban afectados de una neumonía inusual. Todos ellos tenían en común haber visitado el mercado de pescado Huanan, en Wuhan, días antes de que se manifestasen los síntomas. Tan pronto se tuvo constancia, el mercado fue clausurado por las autoridades. Se analizaron muestras de sus tejidos pulmonares, comparándolos con muestras de pacientes con neumonías habituales ingresados en hospitales de la capital del país, Pekín. En un principio se analizaron las muestras para 22 posibles patógenos (18 tipos de virus y 4 bacterias).

El 31 de diciembre de 2019, con un número de afectados que no dejaba de aumentar, el China Center for Disease Control and Prevention (en su transliteración del mandarín) envió un equipo de expertos para ayudar a los responsables sanitarios locales, que se sentían desbordados por la situación. Muy pronto se identificó a un tipo de beta-coronavirus como responsable de esta infección. Dado que se trataba de un nuevo coronavirus, se le bautizó como 2019-nCoV. También recibe la designación NCIP (New Coronavirus-Infected Pneumoniae).

Los coronavirus son un tipo de ARN-virus que surgen periódicamente, causando infecciones de gravedad variable. De manera habitual los coronavirus infectan a mamíferos y aves, dando lugar a enfermedades neurológicas, hepáticas, entéricas y respiratorias. Hasta el surgimiento de este último, otros seis coronavirus se han asociado con patologías humanas: cuatro (229E, OC43, NL63 y HKU1) causan resfriados comunes; y otros dos han desencadenado infecciones respiratorias de gravedad variable. En los años 2002 y 2003, un coronavirus apareció en la provincia de Guandong dando lugar al SARS (acrónimo en inglés de Severe Acute Respiratory Syndrome) que infectó a 8.098 personas y tuvo una mortandad de alrededor del 10%; y a partir de 2013, otro coronavirus dio lugar al MERS (acrónimo en inglés de Middle East Respiratory Syndrome).

Este último, relativamente circunscrito a la península de Arabia y países limítrofes, infectó a 2.000 personas aproximadamente, si bien la mortalidad fue elevada, 1 de cada 3 infectados. En este caso, la infección se transmitió desde los murciélagos (reservorios habituales) que vivían en los palmerales de los oasis a los camellos, especialmente a los recién nacidos; y de estos a los cuidadores humanos. De hecho, el mayor número de casos coincidió con la época de nacimiento de las crías de los camellos.

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La sintomatología de la actual infección por coronavirus (2019-nCoV) es relativamente inespecífica: fiebre no muy elevada (37 a 38 grados), tos y disnea (insuficiencia respiratoria). Algunos casos se resuelven espontáneamente, mientras otros se complican con fallo respiratorio, fracaso renal y de otros órganos que puede conducir a la muerte. La mortalidad estimativa está sesgada por diversos factores. Así, según los últimos datos disponibles la mortandad es del 4,1% en la ciudad de Wuhan (epicentro del brote); del 2,8% en el resto de la provincia de Hubei (a la que pertenece Wuhan); y de alrededor del 0,17% en el resto de la República Popular China.

Si cualquier brote epidémico de un virus no conocido debe desencadenar una respuesta sanitaria y política global, es prioritario en un mundo intercomunicado e interconectado.

El número de infectados (reconocidos oficialmente) supera las 60.000 personas, y el número de muertos los 1.000 (la mortandad varía según la zona). Algunos expertos en Salud Pública estiman que las cifras de afectados son muy superiores, teniendo en cuenta que no todos desarrollan una sintomatología grave, y que, en la ciudad de Wuhan, la más afectada y sometida a estrictas medidas de aislamiento, no todos los casos se contabilizan y registran. Los hospitales se hallan saturados.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) retrasó hasta el 30 de enero (2020) la declaración de emergencia sanitaria internacional, cuando se contabilizaban alrededor de 8.000 infectados y aproximadamente 170 muertos. El retraso de la decisión tuvo que ver con la experiencia previa durante la epidemia de SARS, cuando la catalogación de crisis sanitaria internacional (pandemia) perjudicó gravemente a la economía china, la segunda del planeta y muy imbricada con la de la mayoría de los países desarrollados.

Con independencia de cómo la crisis del coronavirus puede afectar a reuniones internacionales en las que la participación china es muy significativa, al turismo (recuérdese la problemática en varios cruceros) y a los intercambios comerciales, el principal problema se halla en la posible expansión de la infección a África. Solo dos países, Sudáfrica y Senegal disponen hoy día de la tecnología e infraestructura sanitaria para diagnosticar correctamente los casos potenciales. Otros, tales como Nigeria, el país más poblado de África, no disponen de las técnicas analíticas y la capacitación. No olvidemos que más de un millón de ciudadanos chinos se hallan expatriados en África, como técnicos o en el comercio minorista; y un sinnúmero de africanos viajan a la República Popular China para adquirir formación técnica.
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Dos ciudadanos de Wuhan se hallan ingresados en estado crítico en el hospital romano Lazzaro Spallanzani. Ambos están siendo tratados con dos medicamentos: Ritonavir (un fármaco antirretroviral) y Remdesivir, un medicamento todavía no comercializado, patentado por el laboratorio Gilead Sciences, que ha entregado gratuitamente un importante número de dosis al gobierno chino. Remdesivir ya se usó experimentalmente durante la epidemia del ébola en los países del occidente africano durante el año 2014.

Así mismo, China está ensayando una combinación de dos medicamentos: Arbidol® (Umifenovir), un medicamento antigripal usado exclusivamente en Rusia y China; y Darunavir, otro fármaco antirretroviral. Las autoridades chinas afirman que los primeros resultados con estos dos medicamentos son favorables, pero no se dispone de información contrastada.

En medio de la crisis, Taiwán ha solicitado ser informado directamente y tomar parte de las decisiones de la Organización Mundial de la Salud. Es un órdago a la República Popular China que lo considera parte de su territorio. Al no ser reconocido como país independiente por Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud no puede compartir información. Al objeto de limar asperezas, la Organización Mundial de la Salud se refiere a Taiwán como Taipéi, nombre de su capital, situación que enerva tanto a muchos taiwaneses como a su gobierno, que ha prohibido el atraque en sus puertos a cruceros con ciudadanos chinos entre su pasaje o tripulación.

En este escenario se ha conocido la muerte, víctima del coronavirus, del médico (Li Wenliang) que dio a conocer a la comunidad internacional los primeros casos. Su actitud fue inicialmente reprendida por las autoridades. Su muerte fue primero desmentida y más tarde confirmada por el hospital donde se hallaba ingresado.

Es deseable que las medidas de contención, algunas tal vez exageradas, bloqueen la internacionalización de la epidemia. Es, no obstante, necesario un análisis crítico, sobre todo porque nuevos virus originarán nuevas epidemias; y alguna de ellas puede convertirse en la «enfermedad X» de la que hablan los agoreros, y un creciente número de científicos.

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*José Manuel López Tricas, farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria.

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