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Entrenador en las cuerdas y el Real Madrid campeón

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Luis Prados Roa (R) Entrenador cuestionado en el Real Madrid que acabó campeón de Liga fue Fabio Capello. Fue el año en que Messi jugó su primer clásico en el Camp Nou. La temporada 2006-07 fue un infierno para el italiano, que sufrió un acoso similar al actual de Lopetegui. Aquella temporada el clásico llegó tras la eliminación madridista de la Champions en Múnich. El concurso de Messi fue premonitorio de lo que el futbolista argentino iba a escribir en la historia de nuestro fútbol. Solo otros 28 jugadores han marcado tres goles o más en los 88 clásicos de la ciudad condal. Messi lo hizo en su primer partido. Aún está lejos del máximo goleador César (siete goles el argentino y 12 el leonés desde 1944-54). La 2006-07 fue muy extraña. Había llegado Capello por segundo ciclo para dirigir a un equipo hundido (tres años sin ganar Liga o Champions).

En aquel otoño- invierno Capello estuvo en las cuerdas. La prensa aireaba la búsqueda de sustituto para la dirección del equipo. En ese mercado de enero se fue Ronaldo Nazario (había metido un gol) y vinieron Gago, Marcelo e Higuaín. Solo quedan de aquel equipo Sergio Ramos y Marcelo (el brasileño fue suplente en el Camp Nou). El Real Madrid no llegó a alejarse de las posiciones de cabeza en la primera vuelta, pero nunca fue líder. De hecho, eso y que el Barcelona llegara al ecuador de la competición con 11 triunfos de 19 partidos hizo que la Liga no estuviera «perdida», tal como ocurre ahora en el sentir de los aficionados. Los males ajenos alivian los propios.

A mitad de campeonato, los de Capello encadenaron seis partidos seguidos con solo dos goles a favor. Ese peor momento coincidió con la derrota ante el Levante en casa. La sequía goleadora prosiguió de forma muy preocupante (32 goles cuando llegó la jornada 25, previo al Camp Nou). Los blancos se habían distanciado del Barcelona hasta en seis puntos, y llegaron a ser quintos en la tabla. Con esta diferencia llegó el clásico en el Camp Nou a falta de 13 jornadas. El empate no le valía a ninguno, dado que los azulgranas tenían al Sevilla líder, y al Valencia, pisándole los talones. Messi jugó con el 19 a la espalda, con 10 goles marcados en su tercera temporada de azulgrana, en 37 partidos alineado. Jugaba ya deliciosamente, pero algunos críticos le decían que le faltaba acierto y repetición para ser un goleador. Marcó tres goles, el último de ellos con sabor a campeonato, porque fue pasado el último minuto y porque el mazazo para el Madrid fue tremendo. Tuvo el partido ganado, con el Barcelona con diez, por expulsión de Oleguer al borde del descanso. Ese empate definitivo fue en una jugada en la que Messi, con 19 años, encontró un pasillo con un gran cambio de ritmo, se adentró en el área y cruzó un disparo mortal, durísimo de potencia y colocación, que batió a Casillas como si hubiera pasado un huracán. La prensa dio al Madrid por fulminado al título.

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