Cine y Televisión

El poder de la televisión como aparato de propaganda y adoctrinamiento (I)

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Por José L. Román.- ¿Tenemos que confiar en nuestra mente, o debemos desconfiar de ella? ¿Debemos confiar en nuestros sentidos, o desconfiar de ellos? Son preguntas que nos formulamos cuando hemos sido testigos de cómo las televisiones en España han ejercido y ejercen su poder como aparatos de propaganda, para culminar la ingeniería social consistente en un cambio de conciencia colectiva y un adoctrinamiento ideológico iniciado en los centros de enseñanza, capaz de anular los sentidos y que no seamos capaces de filtrar lo que nuestra mente recibe y acepta.

Hace tiempo leí un relato sobre un supuesto experimento científico. La verdad es, que no tengo ni idea si será cierto o no, pero aun así, he de confesar que su contenido no me dejó indiferente.

Un científico de Phoenix-Arizona quería probar una teoría. Necesitaba un voluntario que llegase a las últimas consecuencias, y lo consiguió encontrar en un centro penitenciario. Era un condenado a muerte que sería ejecutado en la cárcel de San Luis, en el estado de Missouri, donde existe la pena capital es llevado a cabo en la silla eléctrica. El científico propuso que al voluntario se le practicaría un pequeño corte en la muñeca para que gotease su sangre. Se le brindaba la probabilidad de sobrevivir, en caso contrario, fallecería con una muerte sin sufrimiento ni dolor.

El condenado aceptó, pues consideró que era preferible tener una posibilidad de sobrevivir, a morir electrocutado.

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Entonces, fue colocado en una cama de hospital y ataron su cuerpo para que no pudiera moverse. Simularon hacerle un pequeño corte en su muñeca. En el suelo fue colocada una pequeña vasija de aluminio. Se le dijo que oiría su sangre gotear en la vasija. El falso corte fue una presión superficial con un objeto que no alcanzó ninguna vena, para que sintiera que su muñeca había sido herida. Sin que lo supiera, colocaron debajo de la cama un frasco de suero con una pequeña válvula para que el suero gotease también en la vasija, con lo cual, el voluntario creyó que lo que oía caer era su sangre gota a gota.

Cada diez minutos, el científico cerraba un poco la válvula y el goteo disminuía. Mientras tanto, el condenado estaba convencido de que su herida goteaba cada vez menos. Poco a poco el voluntario fue perdiendo color quedando cada vez más pálido.

Sorprendentemente, cuando fue cerrada por completo la válvula y el suero dejó de gotear, el hombre tuvo un paro cardíaco y falleció sin tan siquiera haber perdido una gota de sangre.

El científico consiguió probar que la mente humana cumple, al pie de la letra, todo lo que le es enviado y aceptado por el individuo, sea positivo o negativo, y que tal acción envuelve a todo el organismo, sea en su parte orgánica o psíquica.

(Continuará)

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