Economía

El Mobile, una economía moribunda y un empresariado en desbandada

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María Jesús Pérez (R).- A nuestros empresarios, tanto como a la economía española, les crecen los enanos. A la crisis reputacional que viven muchos de ellos desde su sillón presidencial tanto como las malas expectativas respecto a los números del futuro más inmediato de este país, se une ahora los efectos del coronavirus, en concreto sobre el Mobile World Congress (MWC) de Barcelona, la gran feria internacional del sector que ha decidido dar carpetazo a la edición de este año. Por lo que pueda pasar. No había otra, eran demasiadas empresas las que con un goteo persistente cancelaban su presencia en el MWC. ¿Por salud? Tengo mis dudas. Como muchos otros. Lo dicho, espantada generalizada y global. Empezando por las grandes norteamericanas, las gigantes del mercado, que se largaron «haciendo fu como el gato», bajo la firme orden del ¡ya! y de la atenta mirada del gran jefe, Donald Trump: entre ellas, Cisco –líder mundial en redes–; ATT –la teleco más grande del mundo–; Amazon –la de mayor facturación–; Intel, también a la cabeza de los procesadores…

Y es que el presidente Sánchez, que cree andar simplemente «tonteando» con hacer la puñeta al PPy a VOX, ni se imagina aún la capacidad de amargarle la existencia que puede tener su homólogo norteamericano al otro lado del Atlántico. De hecho, ha encontrado la auténtica horma de su zapato: si tú me incomodas a Google con persistir en imponer tasas directas –¡para recaudar unos míseros euros!–, yo te dejo sin «bigtechs» en tu gran feria sectorial, y… ¡quítame allá esos coronavirus». ¡Fritas a aranceles va a dejar a las empresas españolas si seguimos –«siguen» los del Ejecutivo social-comunista de Sánchez– erre que erre con la dichosa tasa y menesteres varios megaprogresistas!

¡Pero mira que le hizo llegar el recadito! Por activa y por pasiva. Por valija diplomática. Ni un interlocutor con el que negociar los cuartos de tinte comunista. Si no, ¡atente a las consecuencias! Dicho y hecho. Y Sánchez que a este paso va a tener que aprobar un PER tecnológico, para callar bocas, como con los jornaleros del campo, a los que tendrá más cautivos que nunca rebajándoles también las exigencias para cobrar sus subsidios.

Y hete aquí que entran en juego los empresarios patrios españoles, muchos de nuestro Ibex35, silbando y mirando para otro sitio para no incomodar ni a Sánchez, ni mucho menos a Trump o incluso si me apuras, a los chinos. Solo pendientes de salvar sus juntas y sus sueldos blindados. Por si las moscas. Ni uno ha salido a defender el MWC… Ahora, muerto el burro del Mobile, la cebada al rabo: Moncloa busca responsables y los directivos entonan el «pío, pío…».

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Veremos si les cuesta quedarse sin silla en el famoso baile que se avecina, siempre y cuando los que están liderando el país consigan los apoyos suficientes para sacar sus propios Presupuestos 2020 y seguir gobernando. «Todos de perfil, no vaya a ser que les salpique una trifulca ajena que pueda perturbar sus cómodas poltronas», me dicen por los pasillos del Congreso. ¡Pues cuando el río suena!

Algunos ya no se esconden, hay suculentos puestos en juego, y se postulan, por lo que les pueda tocar. Nombres que vuelven, como el empresario Luis del Rivero, aún con sueños por cumplir, que lo de «acomodarse» en un banco vasco lo tiene como grabado a fuego. Y otros, cual nuevos cachorros del partido, colocados en compañías públicas, que podrían pasar a la privada cual premio a su lealtad, mucho mejor remunerados, como Juan Manuel Serrano (aún en Correos) o Maurici Lucena (en Aena)… Tambores de guerra contra grandes firmas, entre ellas, dicen Santander, BBVA, Iberdrola, Bankia o Telefónica…

Y precisamente, estos días, todos los ojos estarán puestos sobre Telefónica y en los resultados que presentará el próximo jueves 20, aperitivo de una junta de accionistas que se antoja crítica por lo que tiene de rendimiento de cuentas de una compañía que en los últimos meses ha prometido todo, lo que es prometer nada.

Su presidente, José María Álvarez-Pallete, probablemente el ejecutivo mejor preparado del selectivo español, abanderó a finales del pasado noviembre una gran revolución en la compañía que, de momento, ha quedado en una tibia reordenación del negocio en Latinoamérica y en la enésima subida de precios de Movistar Fusión. Y así, un día dicen que Hispam –que así se llama la División allende del Atlántico– es una perita en dulce que se van a rifar empresarios locales; y otro día, cuentan que la idea es reagrupar activos y mantener al menos un 30% del capital, reteniendo el control operativo, para a continuación deslizar que lo mejor es enemigo de lo bueno y que habrá que conformarse con una OPV.

Y, claro, así no hay quien pueda ni plan de venta que lo aguante: el mercado se queda ojiplático y la acción no levanta cabeza ni rompe la barrera de los 6,4 euros por título, por mucho que Pallete le dedique sus desvelos, revolviéndose incluso contra las fuertes resistencias internas que sólo recomiendan dejar las cosas en paz. Las palabras sin hechos son sólo un soplo de aire y cuando se anuncia una revolución conviene mirar a los lados y detrás de uno, no sea que no haya nadie más. Sólo así, en buena compañía, podrá acercarse a esa Telefónica que quiere y alejarse de la que todavía tiene, y centrarse de verdad en lo importante teniendo muy presente que la prisa es la falla de los necios.

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