Religión

El misterio que alberga la parroquia de Santa Bárbara en una cueva

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Si caminas por la Castellana sorteando a las personas abrigadas que andan hacia arriba y hacia abajo, por debajo de las luces de Navidad, te encontrarás a la izquierda -un poco antes de Colón- la calle General Castaños. Esta vía del madrileño barrio de la justicia, no parece tener nada en especial, no es muy ancha ni destaca por sus edificios… hasta que te encuentras a tu mano derecha la parroquia de Santa Bárbara.

También se la conoce como el Convento de las Salesas Reales, fue construido en el siglo XVIII y en su interior alberga no pocas cosas interesantes. No por orden de importancia, el templo guarda los sepulcros del rey Fernando VI y de Bárbara de Braganza, dos de los pocos reyes españoles que no han sido enterrados en el Escorial.

Pero en la época de Navidad, oculto -pero presente-, nada más entrar en la iglesia a la izquierda, te encuentras una pequeña cueva. Los más avispados darán cuenta de que es una réplica de la gruta del Santuario de Lourdes, el lugar donde María se apareció en 1858 a Bernadette Soubirous. Pero en diciembre y el principio de enero, la Nuestra Señora de Lourdes, no reina en su casa -al menos físicamente-.
El misterio que alberga

En su lugar, nos encontramos el castillo del rey Herodes que -lejos de acaparar la atención en la pequeña cueva- vigila desde la gruta a los nuevos protagonistas del lugar: las figuras del Belén. Decenas de figuras pastorean, se calientan al rededor de un fuego crepitante, cargan con agua y lo que es más importante… adoran.

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Todos reunidos alrededor de una escena, tradicional pero no por ello menos sorprendente y misteriosa, el nacimiento del hijo de Dios, que se ha hecho hombre para venir a salvarnos. María y José le miran aunque todavía no esté presente, hasta que el 25 de diciembre, se conmemore el nacimiento más importante de la historia de la humanidad -que se dice pronto-.

La cueva oculta pero iluminada donde se guarda el belén de la parroquia de Santa Bárbara, recuerda con belleza pero humildemente, a aquel acontecimiento, de tanta trascendencia, en un lugar tan inesperado.

Pero -también para los más avispados-, si dejas por un momento esta bella obra, y miras hacia el frente, te encontrarás con lo más importante que alberga este templo. Está ahí, ese mismo niño, justo detrás del altar.

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