Opinión

El martes todo habrá acabado y podremos seguir con nuestra militancia de mierda. Por Martín Sáenz de Ynestrillas

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Fuente: ñTV

Estaba previsto. La absoluta carencia de los más mínimos principios morales y de decencia del enemigo misareble, asesino y profanador, la cobardía de propios y extraños, la absoluta irrelevancia en la que nos conducimos, la mucha mierda que nos echamos encima unos a otros cada vez que tenemos la oportunidad mientras miramos como vacas al tren lo que pasa a nuestro alrededor, siendo mucho más belicosos con el camarada – que no siempre lo es aunque haga lo imposible por parecerlo – que con el enemigo común – que son la mayoría – la crítica pública, destructiva y sin objetivo, la militancia de plexiglas, las múltiples excusas para no mover el culo en ninguna ocasión – se trate de lo que se trate – mientras celebramos las derrrotas conjuntas como victorias personales de nuestras propias tésis, el cainismo tan propio de sociedades alienadas como la nuestra, la falta de visión, de compromiso, de entusiasmo, de fidelidad, de disciplina… la deserción desde hace muchas décadas en todas las direcciones posibles menos en la nuestra propia y los errores – bienintencionados o no – que hemos cometido también desde décadas son los polvos de estos lodos.

Nos llenamos la boca de que el Valle no se toca, de que Franco no se profana, de que José Antonio no se toca, de que a los Benedictinos no se los toca, de que la abuela fuma…. pero Valle, Franco, Benedictinos, Jefe y abuela son pateados, maltratados, vilipendiados, humillados, expulsados, profanados ante nuestras narices cada día, con la única respuesta de unos teclados llenos de «nicks», no sea que se nos reconozca en la vida cotidiana y se nos confunda con falangistas, fascistas o lo que sea y no podamos seguir con nuestras amorfas vidas tranquilas en la que lo más «revolucionario» que algunos hacen es votar a Vox, que es esa suerte de desengañados y cabreados del PP, monárquicos, regimentalistas del 78, derechistas, liberales y constitucionalistas- aunque ahora, recientemente y en campaña electoral no se presenten ya como tan constitucionalistas, según parece – a los que se suma todo ese amplio espectro de viejos – y no tan viejos – «camaradas» que jamás entregaron una mísera hora de su vida por un proyecto verdaderamente nuestro – al menos en los últimos 35 años – pusieron siempre en duda la «pureza de sangre» de los que se intentaron, pero saltaron de satisfacción y entregaron recursos, armas y bagajes a peperos y voxistas como redentores de la hispanidad, o simplemente, se quedaron en casa lamiéndose …. las heridas virtuales, convenciéndose de estar haciendo lo correcto. Lo cómodamente correcto.

Ahora todos sin excepción, lamentan y lamentamos compungidos la más grave afrenta, la profanación de los restos mortales de José Antonio Primo de Rivera – con la colaboración necesaria de su propia familia a la que, por respeto al Jefe no voy a calificar – unos lanzando proclamas vacías y amenazantes de poliestireno y otros desde sus casas meneando la cabeza rítmicamente de lado a lado frente al televisor o la pantalla jurando en arameo, bajito para que nadie lo oiga.

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El martes todo habrá acabado y podremos seguir con nuestra militancia de mierda, con nuestra crítica destructiva, con nuestra falta de compromiso, con nuestras veleidades pistacho, con nuestras redes sociales, criticando todo lo que se intente, malmetiendo contra el camarada – en el sentido mas amplio o más estrecho – y fingiendo una indignación y un compromiso virtuales inexistentes. Buscando algo nuevo que «no tocar».

Esta reflexión, por supuesto, se llenará de «me gustas» algunos de los cuales me producirán arcadas – estoy convencido – y otros mucha pena, porque reconoceré en cada uno de ellos los varios perfiles aquí descritos. La verdad es que preferiría  que no se pulsara la dichosa teclita del pulgar alzado para no ponerme en el compromiso.

A cambio preferiría una profunda reflexión en silencio, un examen de conciencia y, como consecuencia, un compromiso renacido que quizá sea el último posible antes de la extinción propia y la sustitución por sucedáneos sistémicos para siempre.

Estoy harto, muy cansado de militancia romántica. De entregar alma, vida, sentimiento, recursos, esfuerzos, familia, negocio, a una causa en la que creo con la misma firmeza que en Dios – si es que no es la misma causa – sin saber qué vamos a hacer mañana, además de escribir otro post, lamentar una profanación y eso sí, acudir como zombies a todos y cada uno de los muchos aniversarios de gestas y asesinados que pueblan nuestro calendario porque, desgraciadamente, lo tenemos repletos de héroes que si pudieran, probablemente vomitarían sobre nosotros.

Quiero más. Sí, quiero mucho más. Necesito mucho más que eso. Necesito transmitir a la sociedad, a España entera, que tenemos un proyecto para nuestra patria. Vigente, entusiasta, posible. Un proyecto que sustituya la putrefacta fórmula del 78 por un modelo nuevo, joven, justo y para todos los compatriotas con independencia de su credo o hastío.

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El lunes, por supuesto, iré a rendir mi más sentido homenaje al mejor hombre de España. A la sacramental de San Isidro, a eso de las 12:00, aunque sospecho que jugarán con nosotros al ratón y al gato. A pedirle perdón por nuestra incapacidad y a prometerle, por última vez, en un último intento, mi aliento a la causa falangista, a la causa de España. Pero con la absoluta convicción de que tenemos que cambiar las cosas.

A tus ordenes Jefe, allá en los luceros

A vuestras órdenes, Jefes, aquí, en la trinchera, en la primera línea de fuego, si es posible.

Martín Sáenz de Ynestrillas.

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