Opinión

El fichaje del año

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Sigo sin entender el fichaje estrella del PP para la nueva temporada, ni qué pinta el pelucón que se trasluce allí arriba, en el retablo del Congreso, donde convergen las miradas para el descanso transitorio, tan necesario ante el continuo aluvión de memeces, lugares comunes y gilipolleces que se vienen encima de uno, salvo cuando abre la boca Santiago Abascal.

Es una cancha llena de vulgaridades y colmatada de sandez, en la que brillan muy especialmente los gestezuelos de espanto de la Calvo, la carita traicioneramente gitana del candidato perverso y perentorio, la sonrisa agridulce del Marlaska que seguimos –a estas alturas, aunque la ley de Mahoma los iguale- sin saber si arde entrambasaguas, da o toma, como quedaba claro en el mercantil II con la letra de cambio, y las peroratas inanes de la pobre mozacona de la Lastra, auténtico lastre irredento, que no acabo de ubicar en un organigrama de mediana guardarropía, ni en trazos de brocha gorda y desisto ya de ello. La figura que más se le aproxima es la de encargado de obra, pero claro, en habiendo peones…

Por más que intentes distraer la atención, desviando la mirada a fondos de horizonte abierto, de ambigüedad cenicienta, huyendo de los ricitos afligidos de la Maritxel, te continúa la sensación de golpeteo continuo, de molesto testarazo. ¿Qué es lo que se impone en lontananza? ¿Quién veía un vacío que rellenar a lo Carlos III? ¿Quién sentía horror vacui para recurrir a este borroncico?

Allí se yergue, huyendo del transcepto, camino de la girola, para hacer aguada en el que llamo retablo de las maravillas monipódicas, enhiesta y extracorpórea, inherente y contraceptiva, la peluca XXL del bueno del Suarez Illana, quieras que no. Velis nolis, hete aquí, de Pravia el amigo, o bien de Alcaudete.

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Un espanto de plenazón al quieto parado, un botalón de proa puesto de pie sobre el bauprés, lo que llama al nativo de Borinque al apareo, Hopalong Cassidy redivivo, al atardecer, y al reflujo de las hembras sedientas de afecto sobre la arena de fuego, porque otra cosa no se me ocurre, por más vueltas que le doy al asunto. ¿Un señuelo? ¿Un reclamo? ¿Un cimbel de mala factura para despistar?

No se me alcanza el objeto de su presencia estaférmica, o totemica, porque ni siquiera juega al Tetrix como la caradura aquella que tanto satisfacía a Aznar –de soltero Geraldine Chaplin- la chula de Málaga –que no de Pontevedra- que se jubiló de gloria, tras arrastrar al PP por el lodo, como se hiciera al Chapalangarra, sino que tan solo permanece incólume. Voilà.

¡Que alguien me diga qué se puede hacer con esta figura señera, que no sea hacernos recordar y exhalar que su bendito padre nos trajo al Carrillo –mira que no había otros comunistas tan matadores, menos estigmatizados- y a la Pasionaria, como si nada, mientras continuaba el telón de acero, el muro de Berlín y la madre que les parió!

 

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