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¿Por qué? Muy sencillo, porque de tanto reclamar igualdad se han pasado al otro extremo, practicando una discriminación positiva que resulta tan desigualitaria como la que se pretende combatir.
Veamos un ejemplo: Exigen un sistema de cuotas por el que las mujeres deberían participar en un 40% en los consejos de administración de las empresas, en la distribución de cargos políticos de responsabilidad y demás grupos de poder. Aparentemente bien pero no es así porque copan más del 90% de los puestos de limpieza, secretarias ejecutivas o vendedoras de cosméticos. Allí no hay cuotas para los hombres porque no hay una disputa por el poder como ocurre en los puestos ejecutivos. Y aquí viene una de las cuestiones más controvertidas del movimiento feminista de género ¿Se trata realmente de una lucha por la igualdad? Las dirigentes feministas se comportan con verdadera agresividad testosterónica en la defensa de sus intereses (cuotas en política, puestos directivos o subvenciones) lo cual nos lleva a pensar más en que buscan el poder y no la igualdad.
El feminismo ha fracasado al pretender la igualdad absoluta sin concesiones entre ambos sexos. Un pensamiento radical corrupto, de carácter gregario y sectario, puramente ideológico y totalmente contrario a las demostraciones científicas que explican porqué hombres y mujeres somos diferentes. La ideología busca cambiar la realidad, la ciencia busca la verdad.
