Opinión

“El espíritu de Ermua no ha muerto” por Inés Sainz

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El trece de julio de 1997, ETA cumplía su amenaza y asesinaba por la espalda a Miguel Ángel Blanco.

Tú, como yo y como todos, al igual que con el 11S y el 11M, sabes perfectamente dónde estabas y qué estabas haciendo en ese momento. Pero aunque es cierto que desde el dolor y la rabia, se escribe mejor, yo prefiero calmar mis emociones y escribir desde el amor y en positivo. Cada año, desde hace veinticuatro años, tengo unas palabras de recuerdo para Miguel Ángel y todas las víctimas de ETA. Es cierto que él las simboliza a todas pero yo no me olvido de ninguna.

Dejadme que os cuente como viví esos días hace veinticuatro años. Para empezar a ubicaros, pensad que en aquel entonces, yo era Miss España y vasca. Desde febrero, que un jurado decidió mi destino, la lucha frente a ETA siempre estuvo presente en cada aparición pública que hacía. Solo tenía veintiún años pero ya era consciente del poder que tienen los medios de comunicación a la hora de hacer llegar los mensajes. Entre fiestas, estrenos y alfombras rojas, siempre estaba rodeada de políticos. PP y PSOE se rifaban a la Miss en las fiestas del pueblo para dar el pregón o en la entrega de premios de turno. Os imaginaréis que yo les miraba como las vacas al tren, porque eran todos iguales para mí. Es cierto que hice buenas migas con alguno de ellos. ¡¡Alguno incluso hoy es presidente de alguna comunidad autónoma!! y se libra de que soy una persona que respeta la privacidad, porque si me da por ir a “Sálvame” salen unos cuantos escaldados.

Pensad también, que los vascos en el Madrid de entonces, no éramos muy queridos. Yo amanecí varias veces con las ruedas del coche pinchadas por tener matrícula de Bilbao. Y cada vez que me encontraba con la policía, registro al canto. Para mí no era un problema, porque no tengo nada de delincuente y menos de terrorista, pero es verdad que gracia no hacía. Ninguna.

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De pronto el diez de julio, mi móvil, ese que siempre está en silencio, empezó a echar humo. Apenas habían liberado a Ortega Lara el uno de julio, cuando el diez, ya estaban de nuevo sembrando el terror. 1997 fue un año terrible. Muy terrible. Familia y amigos me llamaban desesperados a ver si yo sabía algo sobre un joven concejal de Ermua, que habían secuestrado y amenazaban con matarle. Puse la tele, la radio y me compré toda la prensa en el kiosko. “Por favor Dios mío, otra vez más no, esto tiene que acabar”. Durante tres días prácticamente no dormí ni comí, rezando para que todo saliera bien y no se atrevieran a cumplir su amenaza. Llamé a mis “amigos políticos” nada. No había manera de saber nada más allá de lo que contaba la prensa.

Por supuesto fui a la manifestación masiva. Nunca había visto una cosa igual y nunca la he vuelto a ver. Fui sola, superando el pánico que tengo a las aglomeraciones y muerta de miedo por si alguien me reconocía y se ponía a gritar “¡¡vascos de mierda!!”, frase a la que por desgracia al dejar mi tierra, ya me había acostumbrado. Me imagino que muchos de los que estáis leyendo esto, también fuisteis. Los que en aquel entonces teníamos veinte años, ahora tenemos cuarenta y así todos. Los de ochenta, setenta, sesenta… Todos estábamos ahí veinte años más jóvenes.

Unidos frente a la injusticia y la barbarie. Fue el principio del fin. Aunque también todos sabemos, que nunca desaparecieron del todo, nunca perdieron perdón y lo que es peor ahora nos gobiernan.

El cuerpo de Miguel Ángel tuvo que ser trasladado a Galicia porque en su tierra y en la mía, no le dejaban descansar en paz. No quiero ni imaginar el terror que vivió él y todas las víctimas, el dolor de las familias. La injusticia… Pero como os decía, escribo desde el amor y el lado bonito de la vida. Llevo más de un año y medio sintiendo el mismo terror por parte de nuestros “amados líderes”, TODOS, esos a los que les pagamos el sueldo. Nos han encerrado, nos han matado, nos están arruinando y encima nos dicen que la culpa es nuestra. Y lo que es peor. Siento que no quieren que el espíritu de Ermua, tal cual lo conocimos, despierte. No quieren que nos unamos y luchemos por lo que es justo y es bueno. Nos quieren sometidos, callados y divididos.

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