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El “entierro” con deshonor de Susana Díaz

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Tomás Gómez.- En política se usan muchas técnicas diferentes para liquidar al contrario. Cada una corresponde con el tipo de personalidad del verdugo. La mayoría suele hacerlo con mano de hierro, algunos con guante de seda, otros a las bravas, pero todos ellos son partidarios de actuar rápidamente y sin demora para defenestrar a alguien.

Hay una categoría de líderes que intentan dar sentido político a lo que no son más que sus intereses y lo enmarcan con contenido político, eso sí, una vez justificado, el desenlace es inmediato.

Sin embargo, Mariano Rajoy es el fundador de una nueva corriente. Hacía que todo fuese lento y largo.

Dejaba pudrirse los asuntos en un cajón y, con el paso del tiempo, terminaban por desaparecer algunos, quedaban obsoletos y sin importancia otros y la mayoría de ellos enquistados.

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El tercer modus operandi es una variante de la estrategia rajoiniana. Es de mayor dureza, de mucha más efectividad y consiste en debilitar durante un periodo largo al adversario.

Se deteriora su imagen pública, se captan antiguos apoyos suyos para convertirlos en sus peores enemigos y le hunden psicológicamente para que su despido parezca la consecuencia lógica del proceso.

Así es como le gusta a Pedro Sánchez hacer las cosas dentro del PSOE. Además como al frente del gobierno no le va demasiado bien y, de momento, no puede exhibir más éxitos que Pablo Iglesias o Junqueras, está más motivado en lo interno.

Cuando Susana Díaz decidió dar el paso para intentar dirigir el PSOE, no podía suponer que celebraría un día de Andalucía como el de ayer. Primero, porque para ella era impensable no presidir la Junta de Andalucía, aunque eso, ahora mismo, no es lo peor para ella.

En efecto, después de perder las elecciones primarias y de ver como Sánchez mordisqueaba el poder institucional, decidió pactar su rendición. Los términos de esta eran, básicamente, que el líder socialista le permitiría seguir al frente del PSOE andaluz, pero que el próximo cartel electoral respondería a un casting en que se mediría a varios candidatos en las encuestas.

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Esta formula le ha apasionado a todos los inquilinos que ha tenido la calle Ferraz, aunque nunca se han aplicado el método a sí mismos. Sea como fuere, lo que ha firmado Díaz es su finiquito porque su caída tiene una carga simbólica que a día de hoy necesita Sánchez. Cuanto peor le vaya fuera, más importante es eliminar todo recuerdo de los tiempos en que estuvo en minoría interna.

Además, el tiempo juega a su favor. Ya ha salido publicada la primera encuesta en la que junto a Susana Díaz, se mide a María Jesús Montero y a Juan Espadas y en la que la ex presidenta es la peor valorada de todo el arco político andaluz, superando únicamente al líder local de Vox.

El harakiri y servir de doméstica a Sánchez no le va a servir de mucho más que para ser enterrada políticamente con deshonor.

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