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“El Constitucionalismo no existe, idiota. Desengáñate”

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Por Jose Manuel Leston Diaz.- Bajo esta premisa que pretende ser ‘espabilatoria’para aquel votante autoengañado en la tradicional forma de búsqueda de esperanza, que todo ser humano protagoniza en su ciclo vital, cuando las cosas no funcionan o simplemente se ponen feas, se pretende despertar al ciudadano español medio, esa clase trabajadora y honrada, que se levanta cada mañana plantándole cara a la vida real frente a las diferentes oligarquías de distinto signo que nos gobiernan en los diferentes niveles de Administración del Estado, dividiéndonos mediante falsos y creados frentismos ideológicos. Por lo tanto, absténganse vagos y maleantes.

En cualquier caso, desengáñense pues el Constitucionalismo no ha existido nunca desde la Transición, ni en los partidos nacionales ni en los nacionalistas. Lo grave es que en los primeros ese Constitucionalismo nunca ha existido como ente doctrinal permanente a defender sino más bien como un algo intermitente supeditado únicamente al bipartidismo reinante, más preocupado en gobernar que en hacer cumplir la ley y por ello el tan denostado Estado de Derecho. Ahora mismo nos pretenden vender que las coaliciones pre-electorales bajo el apelativo añadido ‘Suma’ son el balsámo de Fierabrás, y no lo son necesariamente., salvo que se den unas concretas condiciones, que a mi entender no se dan ni se darán por lo menos a corto o medio plazo, en base a cómo está montado todo el tinglado.

En realidad, se pueden inventar muchas marcas electorales (Cataluña Suma, Euskadi o País Vasco Suma, Galicia Suma, España Suma…, o Navarra Suma-marca esta última ya probada con relativo éxito). Si analizamos el fenómeno “Suma” nos encontramos con ciertas contrariedades que imposibilitan la viabilidad del proyecto. Primeramente una marca electoral ‘sumatoria’, permítanme esta licencia poética, debe de ser creíble. Y ninguna de momento lo es. Se pueden poner varios ejemplos de ello. No son realistas este tipo de coaliciones porque aún cuando tienen relativo éxito (caso de Navarra Suma) simplemente en términos generales son marcas electorales ad hoc para desarrollar las campañas electorales. Nada más. No hay un proyecto de Estado detrás. Sólo un proyecto débil de autodefensa ante la adversidad. Ya lo vimos en el Congreso el día de la investidura de Pedro Sánchez tras la solemne y valiente intervención de Sergio Sayas (UPN). El resto de partidos del centro derecha aplaudió al líder navarro. Sin embargo, el discurso de esos restantes partidos fue diferente al del navarrico , y no digamos la estrategia política a seguir a futuro parlamentariamente hablando. Cada uno intenta liderar un espacio político, no una estrategia unívocamente global/universal para el ciudadano. Ahí radica su ‘amplitud de miras’, dicho irónicamente. Luego pretenden vender que el no ‘sumarse’ favorece el voto fragmentado y al adversario, mientras renuncian a asumir su fracaso en cuanto a credibilidad se refiere por ser incoherente su discurso con sus hechos, echando finalmente la culpa al posible socio de concomitante signo. De ahí que los votantes busquen un discurso nuevo, diferente. Lo mismo pasa con la izquierda. Además de eso, en el caso concreto navarro una parte de ese falso por aparente Constitucionalismo, concretamente el ala socialista para más señas, también por puro practicismo político ha renunciado a ejercer su constitucional responsabilidad, aliándose con el separatismo anexionista vasco. Ya ven que tanto la izquierda como la derecha “están hechos unos zorros”, nunca mejor dicho, en su doble sentido.

Ese Constitucionalismo, que forma parte del ‘politiqués’, un idioma que no entiende el pueblo llano, debería funcionar tanto preelectoral como poselectoralmente al servicio del Estado y por tanto de la Constitución, cual funcionariado leal, dentro de una unidad de acción y de una marca pre y poselectoral, bajo una estrategia permanente y comúnmente compartida, no sólo en el tiempo sino también en todo espacio abandonado por la Administración del Estado a la suerte del insaciable separatismo de turno. ¿Y eso qué significa?. Significa que no se puede negociar el reparto de los diferentes cargos del Congreso ni tampoco la composición de las diferentes comisiones pactando con quien incumple la Constitución mientras se aísla a algún futuro componente de esa Suma buscada. También significa que, ante la situación de emergencia nacional, por culpa de un gobierno felón, algún partido de ese bloque sumatorio o plataforma preelectoral, tras evidenciar la pérdida de rumbo del partido socialista, debería romper sus pactos de gobierno con estos últimos, pero claro eso según las particularidades de cada caso redundaría en una pérdida de poder, en una convocatoria electoral o cuando menos, como mal menor, en el mantenimiento de los cargos con un simple cambio político de cromos. La izquierda como los nacionalistas en sus diferentes marcas electorales y en sus respectivos momentos históricos cuando han querido cambiar las cosas han ido siempre juntos, independientemente de sus respectivas tensiones internas. En España hubo un fatídico Frente Nacional, y en el P. Vasco y Cataluña un potente frente separatista. Lo decepcionante y realmente peligroso para la unidad nacional, que no es otra cosa que la solidaridad interterritorial entre los diferentes pueblos que conforman nuestra diversa y plural nación, es que esas dos dualidades, esos dos frentes, se han unido para gobernar ni más ni menos que de forma sectaria, fomentando cada una de esas dualidades su respectiva, falseada o cuando menos parcial memoria histórica, enfrentando a la población entre sí. Y lo peor de todo es que la gente de a pie aún no lo ve. Tampoco se ve en algunos partidos aparentemente constitucionalistas un planteamiento político firme frente al cambio de régimen que padecemos.

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Recuerden una cosa: no se puede sumar con deslealtades y/o oportunismos entre los posibles integrantes de un “NO SÉ QUÉ SUMA”. Lo que deben de liderar no son personales proyectos políticos sino a la Sociedad Civil, que está deseando a la fiabilidad antes que a la apariencia

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