Opinión

Eduardo García Serrano, sobre el 8M: “Redil de taradas que codifica en leyes sus sueños húmedos, sus sórdidos delirios y sus sucios deseos”

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Redil de taradas que codifica en leyes sus sueños húmedos, sus sórdidos delirios y sus sucios deseos. Pocilga de Sodoma que convierte en derechos las heces psicológicas de las alcantarillas en las que chapotean sus ideas, sus palabras y su discurso. Son las sacerdotisas de la ponzoña que consagran el pus y las ladillas en los cálices del odio al hombre. Con cínico disimulo rebozan sus mentiras con argumentos, hipertrofiados por la sobreexposición en los Medios de Comunicación, sobre la vigencia de un machismo grotesco, primitivo, bárbaro.

Inventan ausencias de derechos para construir agravios que condenan al hombre a la culpabilidad sin pruebas, encadenando al varón al Proceso de Kafka, en cuyos tribunales no hay defensa posible para el inocente engrilletado en ese laberinto de falsedades convertidas en certezas judiciales por el bramido de la manada de taradas que ruge a las puertas de los juzgados haciendo temblar bajo la toga al magistrado, que sabe que solo puede certificar en su sentencia el garabato de la pancarta de la manada de taradas: “Yo sí te creo, hermana”.

Eso es el 8M: el carnaval de la demencia, la farsa social del delirio de unas acémilas con bragas y el olor acre del asco que desprende el flujo de sus leyes contra la biología, contra la naturaleza, contra la vida, contra la masculinidad, contra la verdad y contra la lógica de la justicia. Todas se sueñan amazonas pero, como ni tienen más memoria que la inmediata del pálpito de su vagina ni más lecturas que las de su odio incandescente, ignoran que a Pentesilea, la reina de las amazonas, la mató Aquiles, que acudió a Troya a rescatar a la más hermosa de las mujeres, Helena de Esparta, de las manos del más cobarde de los hombres, Paris. Para ellas no habrá rescate, ninguna sobrevivirá al holocausto de su memoria. La basura se degrada y se desintegra. La belleza permanece en la Historia, muda en leyenda y deviene mito. Ellas, no.

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