Opinión

Disolución de la familia y salario del ama de casa

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Según los últimos informes, la familia está prácticamente desintegrándose en España.
Hay cada vez menos matrimonios, solo una cuarta parte religiosos, los divorcios se han duplicado en los últimos 13 años, siendo ya por entonces muy elevados, tres de cada cinco matrimonios se rompen por divorcio o separación , y uno de cada tres antes de los diez años.

No es difícil ver de dónde viene este fenómeno: fundamentalmente de las ideologías feministas y LGTBI, que pintan la maternidad y el hogar como maldiciones para la mujer, al varón como agresor natural de la mujer (no otra cosa significa la supuesta “violencia de género”), disuadiendo de paso al varón de cualquier compromiso duradero. Todo lo cual se combina con el descrédito del matrimonio normal equiparándolo a la parodia del gaymonio; con el pedestre hedonismo transmitido por la televisión e internet y la “macarrización” de las relaciones sexuales; con la conversión del espacio público según el modelo de los barrios de prostitución… Embellecido todo como conquistas de “la libertad”.

También es fácil ver algunas consecuencias. Una de ellas, la gran masa de abortos y la reducción de la natalidad en España una de las más bajas del mundo. El número de nuevos nacimientos está muy por debajo del nivel de sustitución de la población actual, lo cual significa que esta será cada vez más vieja y con menos impulso vital, uno de cuyos problemas, pero desde luego no el único, será el pago de las pensiones. Los demagogos aseguran que las pensiones se pagarán mediante la afluencia de inmigrantes y la “multiculturalización” de la sociedad. En España, y en la Unión Europea, la política hoy dominante es: abortismo, inmigración y multiculturalidad. Una política demente con aire de suicidio social programado.

Las víctimas más evidentes son los niños: unos 90.000 se ven afectados cada año por los fracasos matrimoniales (que no se presentan como fracasos, sino, nuevamente, como conquistas de “la libertad”). Es decir, aparte del trauma que supone para los niños la disolución de la familia en la que encuentran su seguridad, está el ejemplo que reciben y el desconcierto moral. Por otra parte, aun en los matrimonios más duraderos, una alta proporción de padres han renunciado a educar a sus hijos, dejando esa labor a la televisión y a los mensajes, mayoritariamente triviales, chabacanos y contradictorios, que reciben de internet, empezando por el enorme consumo de pornografía. Obsérvese también el empeño totalitario de los partidos en sustituir el papel educativo de los padres por la imposición de sus ideologías desde la infancia. En estos fenómenos tienen su origen plagas como las drogas y el alcoholismo juvenil, los suicidios infantiles y adolescentes, todavía escasos pero en aumento, los fracasos escolares, el matonismo y acoso en las aulas, etc.

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¿Hay remedio a esta tendencia que se presenta como inevitable o incluso positiva? Se habla de incentivos a la natalidad, pero estos han fracasado o tenido poco éxito. Lo primero, obviamente, sería desarrollar un discurso claramente orientado contra el feminista-abortista-LGTBI. Y una buena iniciativa práctica sería la vieja propuesta, desechada por la turbia retórica feminista, del salario del ama de casa. A nadie se obligaría a ser ama de casa, pero quienes optaran por esa salida podrían contar con una base mínima que reconociese la enorme importancia de esa tarea y le asegurase cierta independencia en caso de fracaso matrimonial. Que sospecho disminuiría desde los enormes niveles actuales.

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