Opinión

Diada: la farsa dentro de la farsa

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Pocas cosas revelan mejor el fraude del separatismo catalán y la inanidad de la respuesta a él, que la Diada en honor de Casanova. La inventaron con su carácter actual, a principios del siglo XX unos personajes algo perturbados por una combinación de manías de grandeza y victimismo enfermizo. Hasta hicieron correr el rumor de que Casanova, separatista héroe de las “libertades catalanas”, había muerto heroicamente en el sitio de Barcelona, luchando por el Archiduque –que para más absurdo, ya había renunciado entonces al trono de España–. Pero Casanova refleja muy bien la realidad de la época. La sociedad catalana estaba dividida entre partidarios del Austria y del Borbón, aunque la especial inquina de los catalanes a Francia hacía que la mayoría prefiriese al primero.

Así Casanova, que no murió, sino que escapó disfrazado y tiempo después fue perdonado, vivió y prosperó bajo Felipe V, igual que toda Cataluña. Lo que llaman “libertades catalanas” eran unas leyes oligárquicas extraordinariamente opresivas para el campesinado y el pueblo llano en general, y su fruto habían sido guerras civiles, bandolerismo y el estancamiento de la región. Su abolición, precisamente, permitió a Cataluña rehacerse y prosperar como no lo había hecho desde el siglo XIV, integrada en el mercado hispano y americano. En fin, como acaba de recordar una descendiente de Casanova, este era un patriota español, igual que la inmensa mayoría de los catalanes a lo largo de los siglos. Su elección como héroe y mártir, insisto, no podría condensar mejor toda la falacia del separatismo.

Siendo así, ¿cómo es posible que la farsa haya ido a más desde la transición? La cosa debe inscribirse en la farsa general de la política española desde que se equiparó antifranquismo a democracia. Con lo cual los comunistas o los terroristas separatistas de la ETA serían los modelos democráticos por excelencia, pues otra oposición real no tuvo el franquismo. Dentro de esa bufonada, la victoria es de quien grite más. El fraude de Casanova ha sido denunciado muchas veces, pero esas voces apenas han logrado hacerse oír en medio de la algarabía separatista. Porque, al revés que esta, no han recibido el menor apoyo de unos gobiernos llamados españoles sin serlo más que de nombre.

En fin, Zapatero tuvo la enorme suerte de disfrutar de la “oposición” de Rajoy. Suerte compartida hoy por Mas.

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