Opinión

Devotio Ibérica en el 20N. Por Eduardo García Serrano

Published

on

¡Comparte esta publicación!

No somos nada. Bueno, sí. Somos irrelevantes, que más que una forma de ser es una manera de estar. De estar en la nada. Con cada año que pasa, y ya son muchos, muchísimos, demasiados, conmemoro el 20N con más añoranza y con menos esperanza. Añoranza sin ñoñerías devenida estéril, pragmática y realista melancolía, y desesperanza sin dolor y sin hiel, también sin lágrimas y sin duelo, sólo con risa, con la carcajada patibularia del que está en capilla esperando la rúbrica democrática del definitivo Delenda est Hispania.

Vacío lleno de certezas, cosechadas todas ellas en la evocación de lo que fuimos y en la contemplación de lo que somos. Decía Kierkegaard que “la vida sólo se puede entender hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante”. Es cierto. Tan cierto como que, si destruimos lo que fuimos y escupimos sobre los hombres que construyeron nuestra heredad, la que nos explica individual y colectivamente y sin la cual, hoy, simplemente no seríamos, la vida hacia adelante se convierte en un laberinto esquizofrénico, en un mercadillo de quincalla y bisuteria y en un foro de buhoneros en el que todo es mentira, todo carece de raíces y el adanismo infantiloide de los renegados, de los falsarios y de los ignorantes manufacturados en las factorías de las consignas fabricadas con palabras hueras, que en su oquedad redoblan como tambores, son los que lideran el delirio del presente y el espejismo del futuro.

La derrota se cierne sobre nosotros y nos muestra la calidad de las ausencias que evocamos y conmemoramos cada 20N. Titánicas, gigantescas, colosales ausencias a las que todos se lo debemos todo, incluidos los que los desprecian, los que los ignoran y los que los ningunean. También ellos, del Rey al último mequetrefe parlamentario, se lo deben todo. Ya no somos los que hacían fiesta en las fauces de la muerte. Hoy sólo hacemos macrobotellón en las mandíbulas de la decadencia. Desde la soledad de mi irrelevancia y desde la nada en la que me disuelvo, sólo puedo ofrecer mi Devotio Ibérica a esas dos colosales ausencias: ¡José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco, Presentes!      

Advertisement

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil