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Del tiempo de la seguridad al de la incertidumbre

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José Manuel Otero Lastres.- Escribió Ortega y Gasset “La idea de la generación”, que “el hombre para vivir necesita, quiera o no, formarse convicciones” y que “vivir es reaccionar a la inseguridad radical construyendo la seguridad… creyendo que el mundo es de este o del otro modo, para en vista de ello dirigir nuestra vida, vivir”.

El Filósofo añade que esta labor de formarse convicciones y construir seguridades más que individual es “generacional”, añadiendo que “comunidad de fecha y comunidad espacial” son los atributos primarios de una generación. La mía está formada por los que vivimos nuestra plenitud, es decir, cumplidos ya los treinta años (comunidad de fecha), en el advenimiento de la democracia a España (ingrediente espacial). Y es que la generalidad de los de mi generación estamos fatalmente adscritos a un determinado estilo de vida, a un modo integral de existencia que –como señala Ortega- nos permite reconocernos unos a otros como las hormigas de cada hormiguero se distinguen por su peculiar olor.

Pues bien, pienso que los de mi generación que éramos coetáneos y teníamos una posición social y económica similar hemos vivido una buena parte de nuestra vida en la que podríamos denominar “edad de la seguridad”, aunque dividida en dos sub-etapas.

Desde los veinte años hasta los treinta, nos tocaron los últimos años del franquismo, en los que todavía existía una férrea seguridad ciudadana a cambio de carecer de libertades constitucionales, una economía en los primeros pasos del desarrollo que ya empezaba a proporcionar cierto bienestar en la que palabra “paro” era desconocida, y unas costumbres sociales que comenzaban a impregnarse del aperturismo que reinaba en buena parte de Europa. A partir de la Constitución y de nuestra entrada en la Unión Europea, tuvo lugar un desarrollo progresivo de las libertades y derechos fundamentales, una mejora sensible en nuestro desarrollo económico y nuestro Estado de Bienestar, y una definitiva “modernización” social que fue integrando progresivamente a la generalidad de los colectivos minoritarios anteriormente excluidos.

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A finales de la primera década del presente siglo, y cuando ya coexistían varias generaciones en la indicada “edad de la seguridad”, irrumpió un acontecimiento económico procedente de los Estados Unidos de Norteamérica, la crisis de las “subprime”, que siendo de naturaleza económica resquebrajó severamente los fundamentos generales de la hasta entonces existente “seguridad” y nos hizo entrar en la que podría denominarse “edad de la incertidumbre”.

Un descontrolado, egoísta y cruel capitalismo, se llevó por delante el extendido bienestar de nuestra ciudadanía, y condenó al paro y a la pobreza a las clases más modestas. La crisis económica se tradujo, primeramente, en movimientos políticos anti-sistema que incorporaron a sus programas el dolor del pueblo, los cuales acabaron convirtiéndose más tarde en partidos políticos con representación parlamentaria.

Además de la aparición de esos partidos “populistas” en la escena política, la crisis económica debilitó lógicamente al Estado, lo cual fue convenientemente aprovechado por los movimientos centrífugos separatistas, hasta entonces incautamente “engordados” a base de privilegios económicos por los partidos en el Gobierno, para atentar finalmente contra la unidad de España. Los progresivos réditos que fueron obteniendo los partidos separatistas hasta que acabaron cristalizando en los ataques contra la unidad de España originaron la aparición de dos partidos: primero, uno de ámbito catalán después extendido a toda la Nación; y después otro, que siempre aspiró a ser de ámbito estatal, los cuales se opusieron frontalmente a la política independentista que ponía en peligro la unidad de España.

Por si el panorama que se acaba de describir no fuera notablemente incierto, una maniobra, no se sabe si ideada por un partido constitucionalista o por los propios secesionistas, llevó al Gobierno de la Nación al líder de dicho partido constitucionalista mediante una moción de censura apoyada por todos partidos que no aceptan la idea constitucional de la unidad de España.

El remate de todo lo anterior es que el próximo 28 de abril el pueblo español tiene que decidir si convierte en duradero para los próximos cuatro años el actual período de incertidumbre o si inicia el camino de regreso por la senda de la seguridad. En tan importante decisión vamos a participar todas las generaciones que convivimos actualmente en España y tenemos derecho de voto: las generaciones maduras que ya hicimos nuestra España y la nuevas que están lanzadas a vivir por su cuenta su idea de España. ¡Ojalá que entre todos acertemos al resolver la ecuación seguridad-inquietud que tenemos planteada!

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