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¿De qué te ríes, Sánchez?

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Pedro García Cuartango.- Uno de los misterios que quedó ayer en el aire fueron las palabras de Jaume Alonso-Cuevillas, el abogado de Puigdemont que juró el cargo de diputado en el inicio de la sesión de investidura. Nadie fue capaz de entender lo que dijo tras pedir la palabra e iniciar una soflama que fue apagada por los abucheos de «la bancada de la derecha», término que utilizó Pedro Sánchez en el debate. Pero la presidenta del Congreso, que tampoco pudo escuchar nada, dio por bueno el acatamiento si es que lo hubo.

Lo que sucedió en el Hemiciclo difícilmente se puede considerar una jornada parlamentaria ejemplar porque, entre otras razones, el candidato a presidente se negó a debatir sobre Cataluña. Sánchez profirió un discurso vacuo y ampuloso, lleno de apelaciones retóricas al patriotismo y el diálogo, pero de escasa concreción. Tampoco explicó cómo va a financiar sus promesas.

Despachó la cuestión catalana con una referencia de 30 segundos a la bilateralidad en una intervención de hora y media en la que, dicho en términos coloquiales, aburrió a las ovejas. He aquí algunas de las iniciativas por las que abogó: el Instituto de Transición Justa o el Alto Comisionado para la Igualdad de Trato. Da la sensación de que cuando no se tienen ideas se recurre a la solemnidad.

Pero hay algo que Sánchez sí tiene claro: lo que él bautizó como «la desjudicialización del conflicto catalán», una expresión que le gusta mucho utilizar al mundo independentista. ¿Quiso sugerir que los nacionalistas que se atrevan a vulnerar la ley no tendrán castigo? ¿Que sus conductas delictivas quedarán impunes? No disipó las dudas.

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El suyo fue un discurso áspero, bronco y, sobre todo, prepotente porque este hombre sigue empeñado en perdonar la vida a los demás, o sea, a la derecha. Sus palabras me recordaron a Oliver Cromwell, Lord Protector, cuando decidió crear un Parlamento de clérigos y sabios, conocido como el de los Santos, para acabar con los vicios del pueblo. El caudillo de hierro, que tuvo la lucidez de rechazar la Corona, dijo: «Dios os ha llamado a una tarea que jamás ha recaído en los hombros de los ingleses».

Aquel Parlamento duró solamente cinco meses y Cromwell despidió a los que Dios había elegido y que acostumbraban a rezar antes de cumplir su tarea. Aquí no sabemos cuánto va a durar una legislatura en la que aquellos que quieren romper la Constitución y crear las bases de un nuevo Estado se presentan como el gran apoyo de la gobernabilidad.

Por cierto que el candidato leyó todas sus réplicas a Pablo Casado y Santiago Abascal porque, como él reconoció, «la bancada de la derecha» es totalmente previsible y siempre dice lo mismo. Siguiendo esa argumentación, podía haberse evitado el engorroso trámite de las jornadas de investidura facilitando previamente una copia de sus intervenciones a los diputados de la oposición.

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