Opinión

Cuestión de credibilidad

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Afrontar la crisis sanitaria por el coronavirus requiere decisiones firmes, difíciles y muchas veces desagradables. No es fácil tomarlas pero quien lo hace debe estar legitimado más que por su cargo político por su honestidad, por su sabiduría, por su prestigio y por su coherencia.

Un presidente que nos ha mentido, desde su tesis hasta su falta de sueño por pactar con Podemos no tiene autoridad para exigir a la ciudadanía el esfuerzo y sacrificio que significa el aislamiento de todas las personas entre sí, máxime cuando, siendo sociales como somos, la soledad es mala de llevar.

La rueda de prensa posterior al discurso del Presidente es la clave para entender el problema. Ante la pregunta de porqué el Vicepresidente Pablo Iglesias asistió al consejo de ministros del mismo sábado en que anunció las medidas urgentes del gobierno no supo que contestar. El propio Pedro Sánchez había recomendado el viernes, en su declaración institucional, “quedarse en casa”.

Entrelíneas Sánchez dice: “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. Ni siquiera el protocolo de seguridad habilitado por Sanidad justificaba saltarse la cuarentena autoimpuesta que seguía por el positivo de su mujer, Irene Montero, otra irresponsable que pudo haber contagiado a cientos de madrileños en la manifestación del 8M. Aunque aquí, la verdad, el otro irresponsable que pierde también su credibilidad es el propio Iglesias que había anunciado su cuarentena para después saltársela, porque yo lo valgo.

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Y de manifestaciones va también la falta de tino de Pedro Sánchez. Sanidad ya había ordenado cancelar los congresos médicos y así se hizo, por ejemplo, con el de la Sociedad Española de Oftalmología que debía celebrarse en Palma de Mallorca los días 5 y 6. Sabiendo esto ¿Cómo no se canceló la manifestación del 8M? Muy sencillo, el Presidente de gobierno de España no es capaz de toserle a las feministas, ni con coronavirus, sus expresiones más reivindicativas so pena de ser un machista más a los ojos retorcidos de las más radicales, socias del gobierno, y que ven machismo hasta en la sopa.

Resumiendo, Pedro Sánchez, un presidente de gobierno que miente descaradamente, que hace lo que haya que hacer con tal de seguir en el gobierno, que pacta con quien dijo que nunca lo haría, que no es capaz de tomar decisiones libres sin especular con su coste político, no tiene credibilidad alguna para pedirnos a los ciudadanos tamaño sacrificio.

¿Quién cree en sus promesas de que esto es temporal y que en 15 días todo volverá a la normalidad? ¿Quién no puede pensar en el totalitarismo que puede derivarse de coartar las libertades ciudadanas en una crisis así? ¿Cómo vamos a creerle cuando promete garantizar, la alimentación, la salud, los servicios y los suministros básicos habiendo paralizado el país? La altura de un político se mide por sus actos. Churchill decía que no había que gobernar para las próximas elecciones sino para las próximas generaciones. Nuestro Presidente, opino, no le llega ni a la suela del zapato.

Además, se pregona con el ejemplo más que con las palabras y Sánchez va sobrado precisamente en los malos. En poco tiempo se ha forjado una mala fama que mina la confianza necesaria para creerle y obedecerle. Visto lo anterior ¿Quien va a cumplir el aislamiento?

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