Economía

Cuentos chinos sin ninguna gracia

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Antonio Pérez.- Uno de los grandes misterios que envuelve a la comunidad china residente en nuestro país, es el concerniente a las defunciones de estos ciudadanos. A no ser que sean inmortales (o alienígenas), algunos nos preguntamos qué se hace con los cadáveres de los fallecidos chinos: ¿se repatrían sus restos?, ¿existen ya cementerios chinos en España…? No caeré en la broma fácil de dar por buena la ‘leyenda urbana’ según la cual los trocean y nos los sirven para cenar como si fuese ternera chop-suey, o como deliciosos bocaditos de cerdo agridulce. Pero reconozco que la cosa tiene su aquél.

Más fácil de dilucidar, sin duda, es el misterio de los vendedores ambulantes chinos que suelen plantarse los fines de semana ante las puertas de las salas de fiesta, discotecas y cadenas de comida rápida, para vender a los incautos juerguistas las sobras de los restaurantes chinos al módico precio de 1 euro la bolsa. Nuestros resacosos y famélicos jóvenes, que no brillan precisamente por su sagacidad a tan intempestivas horas de la madrugada, engullen con fruición estas sobras babeadas por unos comensales que las regurgitaron y metabolizaron varias horas antes, y sólo saben decir cuando les preguntan que “por un euro han cenado” sin preguntarse a qué se debe tan módico precio, y si se están zampando pantagruélicamente a Pat Morita, el legendario instructor de ‘Karate Kid’. Tal vez, para guardar el secreto de estas prácticas de ‘reciclaje’ alimentario, tan desleales como antihigiénicas, es por lo que no hay camareros españoles trabajando en los restaurantes chinos. Yo, al menos, no recuerdo haber visto a ninguno. Ni siquiera ahora que el desempleo nos atenaza.

Otro de los insondables misterios que podrían aclarar el sex-symbol Quim Torra, ese macho-man de barraca de feria capaz de provocar jadeos y orgasmos fingidos en un electorado masoquista, y que parece disfrutar siendo sodomizado, es aclarar por qué los negocios chinos están exentos de las onerosas cargas fiscales que sí pagan los comerciantes españoles, ya sean éstos catalanes o andaluces. También podría explicar este miembro (no viril) de la Generalidad es por qué se consiente a los bazares, almacenes y tiendas regentadas por estos ‘charlies’ del Vietkong neoliberal, vender de todo, incluso a menores de edad: comida, ropa, tabaco, preservativos, bebidas alcohólicas y todo un larguísimo etcétera.

De paso, podría aclararnos por qué se permite la importación masiva, y sin control de ningún tipo, de juguetes chinos que incumplen todas las normativas de seguridad de obligado cumplimiento para los sufridos fabricantes españoles. Me refiero a esos flotadores playeros que se deshinchan con la mirada, a esos juguetes con piezas diminutas, peligrosas para los más pequeños, fabricados con materiales que pueden ser tóxicos y entrañar un riesgo para los niños en caso de ser ingeridos. En fin, otro largo etcétera de naderías. De paso, y si no es mucha molestia, podría aclararnos por qué se permite la importación de calzado chino bajo pésimas condiciones de seguridad e higiene, lo que ha llevado a muchos usuarios de calzado de mercadillo a sufrir terribles infecciones en los pies.

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Los chinos que vienen a España a instalar grandes negocios no son ciudadanos privados. Suelen ser funcionarios del Gobierno chino enviados aquí para comprar negocios sistemáticamente. Sobre todo, grandes naves ubicadas en polígonos industriales para utilizarlas como almacenes. Los palurdos que deslocalizaron sus empresas para trasladarlas a China, hace tiempo que no pintan nada en los negocios que ellos esperaban mangonear fabricando allí sus bagatelas por dos chavos, para después venderlas aquí a unos precios abusivos. La buena noticia es que los mismos desaprensivos a los que se les ocurrió la idea, como los fabricantes de ropa de marca, han visto sus ganancias mermadas por la invasión de ropa de imitación. Ahora quieren que los consumidores juguemos a ser detectives para averiguar si una pieza de marca es o no es auténtica. ¿Pues saben qué les digo? Que yo no voy a hacer de detective para unos mezquinos y avarientos sinvergüenzas que dejaron a miles de españoles en el paro para irse a China a ponerse las botas.

La calidad de los ‘originales’ y las supuestas ‘falsificaciones’ es la misma. Esas ‘imitaciones’ salen de las mismas fábricas que producen allí la ropa de marca. Si ‘Nike’ o ‘Kike’ no quieren que sigamos comprando los productos falsificados con su marca, que los vendan más baratos. ¿No son éstos los mismos granujas que se llenan la boca hablando de libre mercado y competitividad? ¡Pues ahí la tienen! Si los empresarios chinos pueden conformarse con un menor beneficio, ellos también. Porque a fin de cuentas, ‘auténticos’ y ‘falsificados’ salen de la misma fábrica trasladada a China por los listillos de siempre.

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