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Cuarenta años de la mayor tragedia en una plaza de toros: 400 muertos y 2.000 heridos

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Un mozo es embestido durante las tradicionales corralejas en Colombia
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Han pasado cuarenta años de la tragedia que sacudió el corazón de la Colombia taurina. Más de cuatrocientos muertos y dos mil heridos fue el balance de aquel fatal suceso en la plaza de toros Hegémones Cumplido, de Sincalejo. Ocurrió durante las tradicionales corralejas cuando, al comenzar a llover, el público corrió a refugiarse en los graderíos de madera, que cedieron por el excesivo peso. Además, antes del derrumbamiento, viente aficionados sufrieron heridas mientras «toreaban» a los cuarenta toros que saltaron al ruedo colombiano.

Según recoge un teletipo de Efe publicado en las páginas de ABC del 22 de enero de 1980, los organizadores de los festejos habían contruido 32 palcos o gradas, con una capacidad para más de 40.000 personas. La plaza, levantada con tablas de madera, tenía un exceso de público «de un 50 por 100».

Respecto a las causas de la tragedia, se decía: «Si hay que buscar una causa directa, esta no es otra que el débil entramado de los graderíos. La causa indirecta la tendría el tiempo, como tantas otras veces sirve de excusa. En efecto, cuando la fiesta se encontraba en su apogeo, con decenas de personas que intentaban lidiar a su aire y por todos los medios imaginables a unos cuarenta ejemplares de la raza cebú, toros de media casta y muy pesados, comenzó a llover».

Cornadas y madera clavada

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¿Qué pasó entonces? Aquellos que ocupaban las zonas sin techar, corrieron a resguardarse en las zonas cubiertas, «sobrecargándose de peso». Y continúa la crónica: «Como, además, había llovido por la mañana, las tablas ya no aguantaron más y cedieron, arrastrando numerosos graderíos, con su abigarrada masa humana». A partir de entonces, se vivieon momentos aterradores: «El coso se convirtió en un infierno, con gritos desgarradores de personas atrapadas entre los maderos y los gemidos de impotencia de los que eran pisoteados por una marabunta humana que huía enloquecida no solo de la tragedia, sino también de los cuarenta astados que, asustados por el estrépito, corrían de un lado para otro corneando a diestro y siniestro». Un testigo comentó que vio «a cuerpos de niños, mujeres y hombres moribundos tras haber sido pisoteados por los que huían empavorecidos. Algunos de ellos tenían incluso clavadas estacas de madera en el cuerpo, procedentes de las astillas en las que quedaron convertidos los graderíos».

En aquel teletipo del día 21 de enero de hace cuatro décadas, se hablaba de un balance provisional de trescientos muertos y mil heridos, que subirían a 400 fallecidos y dos mil heridos. Se cuenta en la crónica que el escenario era una auténtica «batalla medieval».

Historia de la corraleja

Aunque su nacimiento se pierde en la memoria del tiempo, la corraleja tiene sus primeros respiros en las suertes de capotear las reses que los vaqueros llevaban de potrero en potrero entre las extensas sabanas del norte de Colombia.

Su herencia española está relacionada que las primeras haciendas que se fundaron en esta región por españoles o por hijos de españoles que traían la fiesta brava arraigada en su cultura.

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Estas faenas diarias fueron tomando forma hasta convertirse en el eje de casi todos los festejos populares que anualmente se cumplen en muchos poblados, al punto de que si la celebración que por lo general incluye algún santo patrono no tiene la corraleja, la fiesta queda incompleta.

En la corraleja participan además de los espontáneos, otros que por su experiencia en el manejo del ganado hacen de manteros y lidian al toro con un capote; y los garrocheros a caballo.

También están los banderilleros que a pie o a caballo clavan los palitroques en el lomo del animal y, finalmente están los paragüeros que saltan al ruedo para lidiar con un paraguas o sombrilla con lo que dan un toque gracioso al encuentro.

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